(1185) Los españoles continuaron
avanzando: "Llegaron al valle de Purén, que es muy fresco en todo tiempo y
muy fértil. Los indios, al verlos venir, se metieron huyendo en una ciénaga
grande, donde se hacen fuertes, por lo que este valle se queda muchas veces sin
castigo. Después de haber destruido todo lo que en él tenían sembrado, el
maestre de campo, para que no pareciese que el viaje había sido inútil, entró
en la ciénaga, que, por ser el año seco, no era dificultosa la entrada. Tomaron
los soldados muchas mujeres y muchachos y algunos indios de guerra a los que se
castigaron, y, reservando a algunos, los envió como mensajeros para pedir a los
caciques principales que viniesen a hacer la paz. Los indios daban esperanza de
ella, pero, como no la efectuaban, no se dejaba de hacerles la guerra. El
invierno venía entrando recio, y los soldados le insistían al maestre de campo en
que los dejase ir a sus casas, pues llevaban en Purén el doble del tiempo que
les pidió el gobernador. Queriendo darles contento, pues tanto lo merecían, los
dejó ir y se volvió a la ciudad de Cañete, donde el gobernador estaba con
sesenta hombres, habiendo licenciado otros sesenta entre vecinos y soldados
antiguos. Después de haberle comunicado lo hecho, el gobernador dio orden de ir
al valle de Arauco para hacer asiento en él hasta atraer de paz a aquellos indios
y reedificar el fuerte que despobló Pedro de Villagra".
El
gobernador Rodrigo de Quiroga volvió a la ciudad de Cañete, y, quien
anduvo de un lado para otro tratando de pacificar a los indios, fue el maestre
de campo, Lorenzo Bernal, a quien a veces le ponían buena cara, como el cacique
Colocolo, pero solía ser fingida. Entre otras cosas, los mapuches demostraron odiar
también a los indios que servían de criados a los españoles, llamados yanaconas:
"Los indios comarcanos, viendo bien descuidados y sin
escolta a los yanaconas de los españoles, dieron contra ellos y mataron más de
cuarenta. Luego salieron soldados de Cañete por orden del gobernador al maestre
de campo, y castigaron a algunos, pero no tanto cuanto su culpa merecía".
El gobernador Rodrigo de Quiroga tenía
ganas de pacificar la zona de Tucapel, donde los indios estaban muy
alborotados. Partió de Cañete con ciento treinta soldados, sin saber que los
indios, ya enterados, habían juntado doce mil guerreros, bajo el mando de los
caciques Lillalelmo y Loble, con el fin de atacar a la propia ciudad de Cañete.
Confiaban en que los españoles anduviesen allí escasos de artillería, porque
parte de ella la habían embarcado con destino a Valdivia, y en que la tropa
fuera de poca valía, ya que los mejores soldados habían salido con el
gobernador: "De manera que, pareciéndoles a los indios que ya lo tenían
todo en sus manos, vinieron contra la ciudad. El capitán Agustín de Ahumada,
que había quedado al mando de la ciudad de Cañete, al ver que venían los indios,
mandó recoger el ganado y caballos dentro del fuerte, limpiar el foso y reparar
los lugares que tenían poca defensa, lo cual hicieron en breve tiempo, por ser
pequeño el sitio en que estaban. Mientras los indios iban con gran ánimo a dar
asalto al pueblo, el capitán Ahumada mandó cargar la artillería, pues, aunque
habían llevado parte en el barco, quedaban dos piezas grandes en los dos cubos".
(Imagen)
Hablé hace mucho tiempo de AGUSTÍN DE AHUMADA porque era el hermano pequeño de
la excepcional Santa Teresa de Jesús, mística de altos vuelos, y, al mismo
tiempo, dotada de gran carisma emprendedor. Y ahora, de repente, nos saca el
cronista al escenario a su hermano Agustín en un situación muy difícil. Está al
mando de la ciudad de Cañete, y los mapuches van a asediarla porque el
gobernador y casi todos sus mejores hombres han salido de ella para ir a otra
zona de batalla. Es asombroso el hecho de que también seis hermanos suyos
estuvieron en las Indias. HERNANDO, el mayor, se recuperó de una lanzada muy
grave, y murió mucho después en Colombia. LORENZO, JERÓNIMO y ANTONIO también
resultaron heridos, pero solo falleció el último, quien, de joven, quiso ser
sacerdote. RODRIGO también estuvo en la aventura de Chile, y murió en 1557 a
manos de los temibles araucanos (Santa Teresa, que vivió con él, siendo niños,
el ansia del martirio, lo consideró un mártir de la evangelización). PEDRO
anduvo por la zona de Florida, pero, acosado por problemas mentales, quedó al
amparo de su hermano Lorenzo, hombre adinerado (padre de la primera monja
carmelita nacida en las Indias), y volvieron a España en 1575, para alegría de
Santa Teresa. AGUSTÍN DE AHUMADA tenía
solamente 19 años cuando fue a las Indias. Va a salir vivo del apuro en que
ahora lo encontramos, disfrutando después una larga vida y mucho relieve
social. En 1579, el virrey Francisco de Toledo lo nombró gobernador de Los
Quijos, Sumaco y la Canela, donde algunos lo acusaron de haber reclutado por la
fuerza para su ejército a los indios y cometido algún otro abuso. Fue
denunciado en la Audiencia de Quito, que ordenó el secuestro de sus bienes y lo
tuvo preso seis meses, pero, en 1585, “logró justificarse completamente y fue
absuelto, pronunciándose auto de condenación contra sus acusadores". Tras
su liberación, AGUSTÍN DE AHUMADA regresó a España en 1588, para reclamar en la
Corte lo que creía en justicia que le correspondía. Finalmente, el año 1589, en
compensación por las calumnias de las que había sido objeto, le asignaron el
importante cargo de gobernador de Tucumán, región situada en el norte
argentino, pero tras llegar a Lima, falleció en 1591, nueve años más tarde que
su hermana SANTA TERESA DE JESÚS. ¡Qué familia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario