(1190) Los dos oidores actuaban autoritarios
y con poco tacto, y los soldados se quejaban: "En
la ciudad de Concepción, mandaron aquellos señores oidores que todos los que estaban
preparados para la guerra saliesen luego de la ciudad y fuesen a Arauco, donde
estaba el general don Miguel de Velasco. Mandaron asimismo a los procuradores
de las ciudades que fuesen con los demás, de lo que algunos de ellos se tenían
por agraviados, ya que, como los oidores venían de Castilla y tenían poca práctica
de las cosas de Chile, cuando mandaban una cosa, no admitían ninguna réplica. Un
hidalgo llamado Santisteban, que vino como procurador de la ciudad de Osorno,
dio algunas razones para no ir, y, no siéndole admitidas, le dijo al licenciado
Egas Venegas: 'Creíamos que vuestras mercedes venían a este reino a ayudarnos y
dolerse de nuestros trabajos'. Por esas palabras, ordenó llevarlo al cepo, y
él, para no verse preso, fue adonde le mandaron. A otro soldado antiguo y viejo
le mandó el licenciado Juan Torres de Vera que fuese con los demás, le
respondió que no tenía caballo en que ir, y le mandó que fuese a pie o en un
barco por la mar. Se llamaba Diego de Carmona, y le notificó, bajo pena de
muerte, que cumpliera lo que se le mandaba, por lo que tuvo que ir como pudo. Ya desde entonces comenzaban a
sentir todos cuánto mejor les iba con los gobernadores que con los oidores de
la Audiencia, maldiciendo a los que habían pedido que se fundara. Llegados a
Arauco, el general don Miguel los consoló a todos porque los conocía desde
hacía mucho tiempo. Por ello, mandó aviso a los oidores diciendo que muchos de
aquellos soldados pasaban necesidad, y que, debido a las frecuentes guerras,
estaban rotos y muy pobres, por lo que era justo que se les enviase alguna ropa
con que cubrir las carnes. Los oidores mandaron enseguida que en dos barcos les
llevasen paño, camisas y otras cosas con que se aderezasen, y que él se la
repartiese como le pareciese".
Llegó la ropa, y el general don Miguel de
Velasco la repartió entre sus hombres más necesitados: "Luego salió de
Arauco y anduvo por todo el territorio pacificando como mejor podía a los
naturales, gente tan malvada, que de ordinario piensan en traiciones". Siguió
habiendo malentendidos con los dos oidores, que, aunque eran autoritarios,
tenían buena voluntad, pero solía ser mal interpretada por los soldados:
"Había muchos hombres nobles que se quejaban en público de los oidores,
diciendo que el rey los había enviado al reino de Chile para aplicar justicia,
y que, aunque lo hacían bien en los litigios, sin embargo no eran imparciales
cuando se trataba de repartir las encomiendas de indios, porque se las daban a
sus parientes y a otros que eran paisanos suyos, debiendo tener preferencia
muchos hidalgos que, desde el tiempo de Valdivia, habían trabajado mucho y ayudado
a ganarlas, y muchas veces aventurado sus vidas sirviendo al rey, y al presente
lo hacían, y decían que la instrucción que Su Majestad les había dado mandaba
que, en el proveer tales adjudicaciones, tuviesen en cuenta a hombres
beneméritos y antiguos, pero ellos no lo hacían así".
(Imagen) Uno de los dos oidores de la
recién fundada Audiencia que se hicieron cargo de la gobernación de Chile, JUAN
TORRES DE VERA Y ARAGÓN, tuvo una deriva especial durante su estancia en las
Indias. Vino al mundo en Estepa (Sevilla) el año 1527, y pertenecía a una
familia distinguida y culta. Su padre, Juan Alonso de Vera, que ostentaba en
esa población sevillana el cargo de contador del Comendador de la Orden de
Santiago, era natural de Llerena, la
población de Badajoz que dio origen al gran cronista de Indias Pedro Cieza de
León. Dos hermanos de Juan Torres vivieron también la aventura de las Indias, y
hubo otro, Francisco de Vera, que ocupó puestos jurídicos y políticos de gran relieve: catedrático, oidor de la
Audiencia Real de Valladolid, visitador en Nápoles, embajador en Saboya y
embajador en Venecia. El licenciado en leyes
y oidor de Audiencia Juan Torres de Vera llegó a Chile en 1567 con un
currículo parecido al de su hermano Francisco. En 1568 asumió el cargo de
presidente de la Audiencia de Chile Melchor Bravo de Sarabia, así como la
gobernación interina del país, quedando supeditados a él los dos oidores que
llegaron antes. No obstante, Melchor Bravo, al que le gustaba guerrear contra
los indios, le confió a Juan Torres de Vera el puesto de general del ejército,
quien después alcanzó responsabilidades de alto nivel. Se dio la circunstancia
curiosa de que el gran conquistador vasco Juan Ortiz de Zárate, gobernador de
Río de la Plata y de Paraguay, dejó dispuesto, antes de morir el año 1576, que
le sustituyera en el cargo quien se casara con una hija suya mestiza, Juana
Ortiz de Zárate y Yupanqui. Hubo varios pretendientes, pero fue Juan Torres
quien consiguió el matrimonio y la gobernación. Tuvo bastantes complicaciones
jurídicas, y la enemistad del virrey Francisco de Toledo, que había preferido a
otro candidato. Juan Torres consiguió hacer cosas positivas, como la fundación
de Corrientes, la ciudad argentina (actualmente con un millón de habitantes).
En los peores momentos de sus acusaciones jurídicas, delegó su gobierno en el
gran Juan de Garay, pero en 1589 quedó absuelto de toda culpa, y siguió
ejerciendo hasta 1592. JUAN TORRES DE VERA murió el año 1613 en la Villa de la
Plata (la actual Sucre boliviana). En la imagen vemos su firma en un documento
dirigido en 1576 al rey Felipe II con la habitual despedida protocolaria de
aquellos tiempos: "Besa los reales pies y manos de Vuestra Majestad su
humilde criado el Licenciado Juan de Torres de Vera".
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