(1172) Vamos a ver ahora que los
enfrentamientos con los valientes y crueles mapuches serán constantes, y
resumiré los angustiosos incidentes. Pedro de Villagra envió en barco al
capitán Lorenzo Bernal a la ciudad de Valdivia con la misión de que lo
aceptaran como gobernador, conseguir soldados para una campaña general contra
los indios y nombrar teniente general suyo en aquella ciudad al licenciado
salmantino de las Peñas, encargando allí, además, que Gabriel de Villagra
reclutara soldados (era tío del fallecido Francisco de Villagra y de Pedro de
Villagra): "Porque Pedro de Villagra con cien soldados que del fuerte de
Arauco habían salido, con los que de Valdivia le traerían, y con la demás gente
que él tenía, pensaba hacer la guerra y la conquista. Gabriel de Villagra, en
compañía de Lorenzo Bernal, comenzó a reclutar gente en las ciudades comarcanas
a la de Valdivia, que son Osorno, La Imperial y Villarrica, y sacaron de
aquellas ciudades setenta soldados bien preparados. Con esta gente, partieron hacia
Angol, que era la orden que tenían de Pedro de Villagra, y, cuando llegaron,
dejaron allí la mayor parte de la gente que traían, y, con treinta soldados, se
fueron adonde el gobernador".
El relato sigue algo confuso, pero queda
claro que hubo un roce entre Pedro de Villagra y Lorenzo Bernal por algunos
comentarios que habían llegado a su conocimiento, por lo que Bernal le pidió
licencia para irse a su casa, y parece ser que se la concedió. Por entonces
mandó el gobernador que el capitán cordobés Juan Pérez de Zurita fuese a Angol
y le llevase los soldados que allí habían quedado. El hiperactivo Pedro de
Villagra había dado otra orden: "En este tiempo había
mandado al capitán Francisco Vaca que con cuarenta soldados saliese de
Concepción, y se pusiese en el río de Itata, que está a ocho leguas de esta
ciudad, batallando de la manera que a él le pareciese hasta obligar a los
indios a hacer la paz. Llegado al lugar, el capitán Vaca se asentó en un llano
que le pareció a propósito para caballos y donde podía estar al seguro. Aunque
les ofreció la paz, estaban tan soberbios los indios por sus victorias, que no
pensaban en el daño que podían recibir, sino que decidieron pelear, y, para el ello,
se juntaron unos tres mil indios. El belicoso y valiente cacique Loble (que tendrá un notable protagonismo),
les dijo que les venía bien pelear con los cristianos en aquel lugar donde
estaban, para no recibir más daño, pues aunque el sitio no les era favorable, con
la muchedumbre se suplía la ventaja que los enemigos tenían, y, tras oírle,
fueron juntos caminando a ponerse cerca de los cristianos. El capitán Vaca,
como soldado veterano y de tanta práctica de guerra, estaba informado de todo,
y le avisó al gobernador Pedro de Villagra de que los indios iban a empezar la
batalla, por lo que, siendo ellos muchos y la gente que él tenía poca, le pedía
que le enviase ayuda. Pero no lo hizo, porque esperaba al capitán Juan Pérez de
Zurita, que había ido a Angol a por cuarenta soldados de los que Lorenzo Bernal
había llevado a aquella ciudad. Los soldados del capitán Vaca le pedían que, como no tenía bastante
gente para dar batalla, se retirase a la ciudad de Concepción, de donde después
podría salir con mayor fuerza y podría obtener la victoria".
(Imagen) Psicológicamente, tenía que ser
demoledor para los soldados españoles ser tan pocos para atacar a masas
ingentes de indios. Y viceversa: los mapuches eran sumamente bravos y
persistentes en la lucha, pero su mayor estímulo era verse rodeados de una multitud
de compañeros de batalla. Ante esa situación, los sodados le pidieron al capitán Francisco Vaca
que se retirase a la espera de reunir más gente. Y en el capitán se activó de
inmediato 'la vergüenza torera', algo frecuente entre los que estaban al mando
de tropas: "No le dieron gusto las
palabras de los soldados, porque decía a los que le eran amigos que abandonar
el campo era darle después a los indios gran ánimo e insolencia, y él perdería
mucha reputación. Afirmó que prefería aceptar lo que la fortuna determinase
probándola en aquella campaña, pues, a su parecer, era a propósito para pelear
y ser bien manejados los caballos, y que no creía que los indios quisiesen arriesgarse
a pelear con gente de a caballo en aquel llano. Tras decidirlo así, estuvo en
su campamento poniendo mucha guardia en las velas y rondas, esperando todos
armados a ver lo que harían los indios. El cacique Loble, con sus escuadrones
en orden de guerra, atacó al amanecer. Los cristianos, que también estaban preparados,
tocaron la alarma. El capitán Francisco Vaca, con su gente bien situada, se enfrentó
con gran ánimo al escuadrón de indios que más cerca estaba, y pasó de largo
entre ellos, alanceando, atropellando a muchos y peleando un rato. Los indios
derribaron a un soldado llamado Giraldo, vecino de Concepción, al que, con las
lanzadas que le dieron, lo mataron en
presencia de los demás, sin que pudieran darle socorro. El capitán Vaca, aunque
peleaba bien y acaudillaba a su gente con buen ánimo, no pudo vencerlos de
manera que quedase señor del campo. Los indios, como eran muchos, lo rodearon y,
a lanzadas, le mataron a tres de sus soldados. Viendo que iba a perder, antes de
que queriendo no pudiese, se retiró con los que le quedaban, dejando a los
enemigos el bagaje y todo lo que tenían. Le habría sido mejor haberse retirado
antes de batallar (como se lo pedían), que ponerse imprudentemente en situación
tan peligrosa. Suponiendo que los indios habrían tomado el camino de vuelta a Concepción,
por ser montañoso y tener pasos estrechos, se dirigió a la ciudad de Santiago,
que estaba a sesenta leguas de allí, y llegó con los soldados que le quedaron,
rotos, maltratados y heridos". En la imagen, el territorio
araucano-mapuche.
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