sábado, 25 de diciembre de 2021

(1602) El gobernador Melchor Bravo de Sarabia, que había triunfado militarmente en Perú, pensó ingenuamente que iba a conseguirlo pronto con los mapuches. Uno de sus capitanes era Diego de Barahona.

 

     (1192) El cronista Marmolejo nos apunta ya de entrada que el gobernador Melchor Bravo de Sarabia era un buen militar, pero al que le perjudicaron en Chile sus impacientes ganas de pacificar cuanto antes a los indios: "En Santiago todos entendieron el deseo que traía de acabar la guerra que tantos años duraba y tan dañosa era para todo el reino, y, como hombre que tenía experiencia de haber visto que muchas veces soldados sencillos decían cosas militares acertadas, trataba con ellos de ordinario sobre la manera en que habría de acabarla con brevedad, la cual brevedad después le dañó mucho". Era la principal preocupación del gobernador Sarabia, y llegó incluso a pedirles a los vecinos que contribuyeran aportando para las batallas parte del oro que sacaban de las minas. Los vecinos ayudaron, pero pedían algo a cambio: "Decidieron darle la octava parte del oro que los indios les sacasen durante ocho meses, pero con la condición de que no llevase a la guerra a ningún vecino, ni hijo suyo ni criado, de los que tuviesen en sus haciendas. Aunque el gobernador se comprometió a respetarlo, no lo cumplió, pues se llevó nueve vecinos, de lo cual se quejaban la mayoría, pero, como no les quedaba otro remedio, lo llevaban con buen ánimo. Llegó también a un acuerdo con los oficiales del rey para gastar de la Hacienda Real lo que fuese necesario Después de haber dado a sus soldados armas, caballos y ropas, cuyo costo ascendió a más de ocho mil pesos, salió de la ciudad de Santiago al llegar la primavera con ciento diez soldados bien ordenaados, y dejó a su mujer e hijos en casa del general Juan Jufré muy bien servidos, como si estuvieran en la suya propia".

     Recordemos (como ya vimos) que Melchor Bravo de Sarabia había pasado por una experiencia militar sumamente complicada, siendo capaz de resolverla brillantemente. Muerto en 1552 el virrey de Perú, el gran Antonio de Mendoza, tuvo Melchor la tarea de sofocar allí, como presidente de la Audiencia de Lima, la rebelión del peligroso Francisco Hernández Girón, consiguiendo derrotarlo y ejecutarlo. Ese prestigio fue la causa de que le recibieran con tanto entusiasmo en Chile. Como era natural, tras las fiestas que le hicieron en Santiago de Chile, le tocaba ir a Concepción para verse con los dos oidores de la Audiencia, y partió hacia allá con la tropa que había reunido. Por donde pasaba lo vitoreaban. Él se adelantó dejando al mando de  sus hombres al capitán burgalés Diego de Barahona: "En la ciudad de  Concepción, al saber que venía, salieron de ella para recibirle el general don Miguel de Velasco (y Avendaño) y muchos otros capitanes, haciéndole el capitán Diego de Aranda un espléndido banquete en una encomienda de indios que allí tenía. Siguiendo su camino acompañado de tan principal gente y tratando en cosas de guerra, llegó a la ciudad de Concepción, donde fue recibido por los oidores y por el pueblo con mucha alegría. Le hospedó en su casa el licenciado Egas, oidor de aquella Audiencia, con muchos regalos, buena conversación y muy principal mesa, porque era generoso en lo que hacía. Estando en tan buena conversación, y para que no se le pasase el tiempo conforme al deseo que traía, trató con los capitanes que en aquella ciudad estaban acerca de la manera en que tendría que hacer la guerra".

 

     (Imagen) Acaba de citar el cronista al capitán DIEGO DE BARAHONA Y TORRES. Tuvo un pariente cercano llamado ANDRÉS DE BARAHONA. De ambos hay escasa información, por lo que los trataré juntos. Para mayor complicación, Diego de Barahona llegó a las Indias en 1555 en la flota del virrey Marqués de Cañete acompañado de dos primos suyos, Juan y Diego de Barahona, a los que vamos a dejar de lado. Del Diego mencionado por el cronista Marmolejo, podemos decir lo siguiente. Nació en Burgos el año 1536 de una familia en buena posición. Permaneció en Lima ejerciendo de  militar hasta que el año 1565 fue en una expedición de Jerónimo de Costilla a Santiago de Chile, como refuerzo para la lucha contra los indios. Participó como capitán de caballería en la durísima guerra de Arauco con el buen gobernador Rodrigo de Quiroga, y en la reedificación de la martirizada ciudad de Cañete. Asimismo, sirvió como capitán del gobernador Bravo de Sarabia en la tropa que viajó hacia el sur camino de Angol (que es lo que nos está contando ahora el cronista). Fue nombrado corregidor de la ciudad de Valdivia, cargo que desempeñó hasta el año 1571, falleciendo entonces (quizá herido), con fama de humano, en La Imperial, bajo el cuidado de otra persona amable, su pariente Gabriel de Villagra. Dejó mujer,  Isabel Buisa, un hijo y una hija. La vida del también burgalés ANDRÉS DE BARAHONA resultó muy distinta. Nació hacia el año 1530 y fue en 1551 a México, trasladándose poco después a Chile, con la peculiaridad de que nunca le dio por guerrear. Lo suyo fueron siempre las labores de un funcionario público que también se dedicaba a mercadear, para lo que abrió un establecimiento en Santiago de Chile. Con los beneficios del negocio y el sueldo de escribano conseguía mantener una vida digna,  aunque quizá algo precaria, porque hubo un detalle extraño en su testamento. A sus varios hijos, todos naturales, les dejó indicado en el documento: "No tengo bienes ninguno que poderles dejar a mis hijos, y les pido que permanezcan en la virtud, para que, mediante ella, consigan lo que yo les deseo”. No obstante, tras morir él, que fue hacia el año 1600, uno de sus hijos, ÍÑIGO DE BARAHONA, hizo fortuna, tuvo asimismo solamente hijos naturales, y, al fallecer el año 1657 en Santiago de Chile, les dejó en herencia muchas propiedades inmobiliarias. En la imagen vemos la ciudad de Burgos, patria chica de estos Barahona, en el siglo XVI, sin que pudiera faltar, a lo lejos, su bella e impresionante catedral.




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