lunes, 20 de diciembre de 2021

(1597) Tras un trágico naufragio, los oidores llegaron a Concepción para fundar la Real Audiencia de Chile. Por lo que tuvo que cesar como gobernador Rodrigo de Quiroga, de quien el cronista hace grandes elogios.

 

     (1187) El general Martín Ruiz de Gamboa quedó muy satisfecho con la fundación de la ciudad de Castro, y, cumplido el encargo, decidió regresar a donde estaba el gobernador, Rodrigo de Quiroga: "El general se vino por la mar, alegre por su éxito, pero triste con la noticia de la muerte de su mujer, moza y rica, para ir a verse con el gobernador (de quien ella era hija y se llamaba Isabel de Quiroga). Por estar en mitad del invierno y ser entonces frecuentes los temporales, no pudo navegar, y fue por tierra a darle cuenta de lo que había hecho. Llegado a Cañete, donde el gobernador estaba, fue bien recibido,  y, a los pocos días, se  supo que el rey don Felipe había ordenado establecer en la ciudad de Concepción una Real Audiencia para el reino de Chile. Estaban ya en la ciudad de la Serena tres navíos, y en ellos venían dos oidores encargados de fundar la Audiencia. Tras recibir la noticia, el gobernador partió hacia Concepción, llevando consigo al general Martín Ruiz de Gamboa".

     Los oidores fueron muy festejados en La Serena, en Valparaíso y también en Santiago, donde les rogaron que la Audiencia se estableciera allí, pero no cedieron, ya que, sin que se sepa bien por qué, Felipe II había escogido sin paliativos que se fundara en Concepción. Los vecinos de la capital trataron de convencerlos con otra razón: "Les dijeron que era invierno y que por aquella costa reinaba mucho el viento norte, por lo que les podía suceder algún caso adverso, pero no cedieron, manteniéndose en su negativa, de lo que después resultaron bien arrepentidos.  Se hicieron a la vela por el mes de julio del año mil  quinientos sesenta y siete. Según iban  navegando, llegó un viento muy malo, y como estaba tan oscuro, el navío de Marroquí, que era uno de los tres y el mejor de todos, vino con el temporal tan cerca de tierra, que dio contra unas peñas, y en el momento fue hecho pedazos. Murieron en él muchos hombres principales y nobles, en especial el capitán Alonso de Reinoso, que había servido a su majestad mucho en las Indias, Pedro de Obregón, Gregorio de Castañeda y otros muchos hombres principales. Solo escaparon un pobre hombre llamado Lorenzo, genovés, y dos indios que sin saber cómo ni de qué manera se hallaron en tierra, echados por la mar. Los otros dos navíos, al amanecer, se hallaron junto a tierra, y quiso Dios que, tras doblar una punta, hallaran un puerto que se llama La Herradura, donde fondearon, y desde allí se fueron los navíos a Talcaguano, que es el puerto de la ciudad de Concepción, siendo recibidos con mucha alegría por el pueblo. El gobernador les entregó el gobierno del reino y se fue a Santiago, donde tenía su casa". Como veremos, eran dos los oidores, los licenciados Juan Torres de Vega y Egas de Venegas, y se hicieron cargo de la gobernación de Chile, pero después llegó como presidente de la Audiencia el oidor Melchor Bravo de Sarabia y fue gobernador hasta el año 1575. Su sustituto resultó ser nuevamente Rodrigo de Quiroga, siendo el motivo que Bravo de Sarabia,  aunque administró muy bien Chile, fracasó en su lucha contra los mapuches.

 

     (Imagen) El cronista, al dejar de ser gobernador de Chile Rodrigo de Quiroga, hace una semblanza muy elogiosa de su persona, y nos explica después en qué manos cayó la gobernación: "Tenía Rodrigo de Quiroga cuando tomó el gobierno a su cargo cincuenta años de edad. Había nacido en Galicia, en un pueblo pequeño llamado Tor, a dos leguas de Monforte y dieciséis de Ponferrada. Era hombre de buena estatura, moreno de rostro, la barba negra, cariaguileño, nobilísimo de condición, muy generoso, amigo en extremo grado de pobres, por lo que Dios le ayudaba en lo que hacía. Su casa servía de hospital y mesón para todos los necesitados, utilizando sus haciendas y posesiones. Se pudo con verdad decir de él lo que decían los griegos de Cimón, aquel valeroso natural de Atenas, hijo del gran Milcíades (también tenía abierta su casa para los menesterosos). Tuvo el gobierno de Chile durante poco más de dos años, y le costó gran cantidad de pesos de oro sacados de su hacienda y perdidos por su ausencia. Gobernó bien, con próspera fortuna y sin tenerla nunca adversa, sin dejar de batallar en todo el tiempo que gobernó. Si alguna cosa convenía al bien público, era el primero que ponía las manos en ella, y se comportaba como un soldado, teniendo muy en cuenta y muy puesto por delante el gobierno que a su cargo tenía, para que nunca se le reprochase haber dado ocasión alguna a un mal suceso. No se le conoció vicio de ninguna clase, ni lo tuvo, pues fue muy amigo de la virtud. Marchado el gobernador Rodrigo de Quiroga, los oidores asentaron la Audiencia conforme a la orden que de España traían, dada por Su Majestad y por el Consejo de las Indias. Comenzaron a examinar muchos negocios, parte de ellos sobre pleitos de concesión de indios, debido a que los interesados, por estar pobres, no podían ir a reclamar en la Audiencia de Lima, y porque, debido a las guerras, no podían sacar aprovechamiento de sus indios.  Luego llegaron muchos a la ciudad de Concepción para pedir lo que a cada uno le parecía tener derecho por títulos que les dieron los gobernadores pasados. Los oidores nombraron enseguida oficiales de la Audiencia y procuradores, señalaron lugar para cárcel, y, como habían tomado todo el gobierno del reino a su cargo, se ocupaban de cosas y proveimientos de guerra. Estos señores eran dos, llamados Juan Torres de Vega y Egas de Venegas, sin haber presidente, porque el licenciado Serra murió antes de llegar al Perú. Los dos tuvieron conjuntamente el gobierno de Chile".




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