lunes, 24 de mayo de 2021

(1428): Muerto Soto, los españoles vieron que era imposible ir a México por tierra, y LUIS DE MOSCOSO dio orden de volver al Misisipi. Un indio joven se unió a los españoles porque los suyos iban a enterrarlo vivo. eldramadelasindias.blogspot.com

 

     (1018) Faltos de guías fiables, los españoles siguieron la ruta (la del oeste) que el viejo indio al que habían matado por su traición les aconsejó, pero todo se fue complicando. El único deseo que tenían era salir de aquellas tierras tan peligrosas, en las que habían fracasado por completo, y llegar al puerto de salvación, México:  "El gobernador Luis de Moscoso y sus capitanes, escarmentados del hambre y trabajos que pasaron en los desiertos que atrás dejaron, no quisieron continuar hasta haber descubierto algún camino que los sacase a tierras pobladas, por lo que enviaron por delante a setenta y dos de a caballo para que inspeccionaran el territorio". El resultado fue deprimente. Contaron a la vuelta que solo habían encontrado algún poblado  miserable, con pocos indios, quienes les advirtieron de que más adelante solo había nómadas que se dedicaban a la caza y a la pesca. Visto el panorama, tomaron una decisión costosa, pero inevitable: "El gobernador Luis de Moscoso y sus capitanes, considerando las dificultades que iban a encontrar si continuaban por tierra  hacia México, acordaron no seguir adelante, sino volver atrás, yendo hacia el mismo Río Grande (el Misisipi) que habían dejado, por estimar que el camino más seguro era echarse por el río abajo y salir a la mar del Norte (el Golfo de México)".

     A la hora de escoger la ruta, se decidieron por la más larga, dado que encontrarían en ella algunos poblados, en los que podrían conseguir suficientes provisiones e información de los indios para no equivocar el camino. Pero ya en marcha, tuvieron constantes problemas con los ataques de los indios: "En aquellas tierras los españoles recibieron más daño que en otra alguna, particularmente al final, por ser el camino áspero, por montes y pasos muy propios para salteadores como lo eran aquellos indios, en donde, entrando y saliendo a su salvo, no cesaban en sus acometimientos, con los que mataron e hirieron a muchos castellanos e indios de servicio, y caballos. Cuenta el cronista una anécdota sobre un soldado gallego apellidado Sanjurge, que era admirado por sus habilidades de curandero de heridas a base de aceite y lana sucia, a lo que añadía algunas palabras mágicas. En este final dramático de la primera parte del viaje que iban haciendo, Sanjurge fue alcanzado por la flecha de un indio que atravesó su muslo y la silla de montar, llegando a penetrar someramente en las carnes del caballo. Los compañeros consiguieron 'desclavarlo' del caballo, pero Sanjurge se negaba a ser asistido por el médico de la tropa: "No quiso llamar al cirujano por una rencilla que con él había tenido. Debido a la crueldad con que anteriormente le curó una herida de la rodilla, y, enfadado por la torpeza de sus manos, le había dicho con gran injuria que, si otra vez se viese herido, no le llamaría, aunque supiese que iba a morir, y el cirujano le replicó que no le llamase cuando lo necesitase, porque, aunque supiese darle la vida, no le curaría. De manera que ni Sanjurge quiso llamar el cirujano ni el cirujano quiso ir a curarle, aunque supo que estaba herido. Por lo cual decidió socorrerse como él sabía, y, en lugar de aceite, tomó unto (grasa) de puerco, y, por lana sucia, las hilachas de una manta vieja de indios, pues hacía muchos días que entre los castellanos no había camisas ni ropa de lienzo. Y fue de tanto provecho la cura que se hizo, que en cuatro días que el ejército, por los muchos heridos que llevaba, descansó en aquel alojamiento, sanó".

 

     (Imagen) Acabamos de ver en palabras de Inca Garcilaso la triste muerte de Hernando de Soto (y las alabanzas que hace a su figura), así como  que después, habiendo tomado el mando Luis de Moscoso, todos estuvieron de acuerdo en volverse a México, pero, por escoger un camino imposible, dieron la vuelta para ir al río Misisipi con la idea de descender por él hasta su desembocadura en el Golfo de México. La imagen muestra ese cambio de rumbo. El cronista ahora nos narra algo que ocurrió poco antes: "Es de saber que, cuando los españoles salieron del pueblo de Guachoyo, se fue con ellos voluntariamente un indio de unos diecisiete años. Temiendo el gobernador Luis de Moscoso que fuese un espía, le preguntó, por medio de los intérpretes, por qué lo había hecho. El indio respondió: 'Señor, yo soy pobre y huérfano. Mis padres me dejaron muy niño y desamparado, y un indio principal de mi pueblo, por tener lástima de mí, me recogió en su casa y me crio entre sus hijos. Pero enfermó muy gravemente, y sus parientes me eligieron para que, en muriéndose mi amo, me enterrasen con él, porque mi señor me había querido mucho y era justo que yo fuese con él a servirle en la otra vida. Y, aunque es verdad que por haberme criado le tengo obligación y le quiero bien, no es ahora tanto el amor que desee ser enterrado vivo con él. Por huir esta muerte, no hallando remedio mejor, decidí venirme con la gente de vuestra señoría, que más quiero ser su esclavo que verme enterrar vivo. Esta es la causa de mi venida, y no otra'. El general y los que con él estaban se admiraron de haber oído al indio, y entendieron que la costumbre de enterrar vivos a los criados y las mujeres con el hombre principal difunto también se usaba en aquella tierra, como en las demás del Nuevo Mundo hasta entonces descubiertas. En todo el imperio de los incas que reinaron en el Perú, se acostumbraba largamente enterrar con los reyes y grandes señores a sus mujeres más queridas y los criados más favorecidos y allegados a ellos, porque, a pesar de su gentilidad, afirmaban que el ánima era inmortal, y creían que después de esta vida, había otra como ella misma, y no espiritual, aunque con pena y castigo para el que hubiese sido malo, y con gloria, premio y galardón para el bueno. Y así dicen Hanampacha, que quiere decir mundo alto, por el cielo, y Ucupacha, que significa mundo bajo, por el infierno, y llaman Zupay al diablo, con quien dicen que van los malos".




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