jueves, 6 de mayo de 2021

(1413) Hernando de Soto, de momento, no consiguió que el cacique Pacaha aceptara la paz, y tuvo que atacarlo. Parte de los indios amigos dieron la espantada. Triste final el de su paisano Francisco Sebastián.

 

     (1003) Dado que el cacique Pacaha le respondió con soberbia que no aceptaba la paz, Hernando de Soto se implicó en el conflicto: "El gobernador mandó que se preparasen indios y españoles para ir a combatir en la isla de Pacaha. El cacique Casqui le dijo que su señoría esperase unos días a que viniese una armada de sesenta canoas, que eran necesarias para pasar a la isla, la cual armada había de subir por el Río Grande, pues también pasaba por sus tierras. Entretanto no cesaba el gobernador de enviar mensajes de paz y amistad a Pacaha; mas, viendo que no aprovechaban, y habiendo llegado las canoas, mandó ir por agua y tierra adonde los enemigos estaban".

     No era precisamente un paraíso la vida de aquellas belicosas tribus: "Salieron los castellanos y los indios de Casqui al quinto día de haber llegado al pueblo de Pacaha. Los de Casqui, para hacer daño en las sementeras de sus enemigos, caminaron destruyendo cuanto por delante topaban. Hallaron muchos indios de los suyos que estaban cautivos, a los cuales, para que huyesen, les deszocaban (se lo dejaban inútil) uno de los pies, y los tenían como a esclavos. Los pusieron en libertad y los enviaron a su tierra. El gobernador y el cacique Casqui llegaron con sus ejércitos al Río Grande y hallaron que Pacaha estaba fortalecido en la isla con palenques de madera gruesa que la atravesaban de una parte a otra. Por esta dificultad y por la mucha y muy buena gente de guerra que Pacaha tenía dentro, se aseguraba de que no se la ganasen. Entonces el gobernador mandó que en veinte canoas se embarcasen doscientos castellanos y en las demás fuesen tres mil indios, para que todos juntos atacasen la isla. Con este orden fueron en las sesenta canoas el número de indios y españoles que se ha dicho".

     En cuanto llegaron, comenzó la batalla: "Los españoles y sus aliados indios, a la primera arremetida, a pesar de los enemigos, tomaron tierra y con mucho ánimo y esfuerzo ganaron el primer palenque, obligándolos a retirarse hasta el segundo. Los indios que estaban puestos para defensa del segundo palenque, viendo a su cacique delante y conociendo el peligro que sus mujeres e hijos corrían de ser esclavos, y que, si no peleaban como hombres y vencían, perdían toda la honra y gloria que sus pasados les habían dejado, arremetieron con gran furia, avergonzando a los que  habían huido de los de Casqui, y pelearon con gran esfuerzo e hirieron a muchos españoles, consiguiendo detenerlos, sin que ni ellos ni los indios pasaran adelante. Entonces los indios de Casqui, como gente amedrentada y otras muchas veces vencida, no solamente dejaron de pelear, sino que perdieron totalmente el ánimo, y, a espaldas vueltas, huyeron a las canoas sin respeto alguno de su cacique ni temor de las voces y amenazas que los españoles y el gobernador les hacían para que no dejasen desamparados a los doscientos cristianos que con ellos habían ido. Y así, huyendo como si los vinieran alanceando, tomaron sus canoas y quisieron tomar las que los castellanos habían llevado, pero hallaron en cada una de ellas dos cristianos que habían quedado para guarda de ellas, y se lo impidieron a golpe de espada, aunque los indios querían llevárselas todas para que los enemigos no tuvieran con qué seguirles".

 

     (Imagen) Nos tiene el cronista un poco a dieta de nombres de los españoles más notables de la expedición, aunque, de vez en cuando, saca al escenario a alguien heroico o cobarde, o con mucha o muy mala suerte: "Al saltar en tierra (para luchar contra el cacique Pacaha), ocurrió la desgracia de que el capitán Francisco Sebastián, natural de Barcarrota, que fue soldado en Italia, gentil hombre de cuerpo y rostro, y de condición muy alegre, se ahogó por darse prisa en hacerlo con una lanza hincándola en el fondo, pero, no pudiendo alcanzar la tierra por haberse ido la canoa para atrás, cayó en el agua, se hundió enseguida y no apareció más. Poco antes, yendo en la canoa, había estado muy regocijado con sus compañeros, y les dijo mil gracias, y, entre otras, había dicho ésta: 'La mala ventura me trajo a estos desesperaderos, que Dios en buena tierra me había echado, que era en Italia, donde me trataban de señoría, como si yo fuera señor de vasallos, y vosotros aquí ni siquiera os dignáis hablarme de tú, y allá, como gente generosa y caritativa, me socorrían en mis necesidades como si yo fuera hijo de ellos. Esto es lo que yo tenía en la paz y en la guerra: si acertaba a matar a algún enemigo turco, moro o francés, no faltaba qué despojarle, armas, vestidos o caballos, que siempre me valían algo; pero aquí he de pelear con un indio desnudo que anda saltando a doce pasos de mí, flechándome como a un animal sin que le pueda alcanzar; y, si mi buena dicha me ayuda y lo alcanzo y mato, no hallo qué quitarle sino un arco y un plumaje, como si eso me fuera de provecho. Y lo que más siento es que el llamado (por ser un famoso astrólogo) Lucero de Italia me dijo que me guardase de andar en el agua, que había de morir ahogado, y parece que la desdicha me trajo a una tierra donde nunca salimos del agua'. Estas cosas y otras semejantes había dicho Francisco Sebastián poco antes de que se ahogara, lo cual causó mucha lástima a sus compañeros". Como vimos, lo más probable es que Hernando de Soto naciera en Barcarrota (Badajoz), y por allí suelen llegar vecinos de Bradenton (La Florida) que lo admiran sin medida. Los capitanes y soldados naturales de Barcarrota que le acompañaron en la expedición fueron Diego García, Arias Tinoco, Alonso Romo, Diego Arias, Luis de Soto, Francisco Sebastián y Soto Áñez. Con agradecimiento y sentido del humor, los vecinos  de Barcarrota han puesto la señal que se ve en la imagen.




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