(1015) Pero, desaparecido Hernando de
Soto, el pilar pétreo que mantenía en pie, en medio de las desgracias, la
agotadora campaña de la Florida, el escenario cambió por completo, y sus
sucesores decidieron lo que él nunca
habría consentido: "Con la muerte del gobernador y capitán general
Hernando de Soto no solamente no pasaron adelante las pretensiones y buenos
deseos que de poblar aquella tierra había tenido, sino que sus capitanes y
soldados renunciaron a seguirlos, como suele acaecer dondequiera que falte la
cabeza principal del gobierno. Como todos los capitanes y soldados del ejército
estaban descontentos por no haberse hallado en la Florida lo que que pretendían
(aunque tenía las demás calidades que hemos dicho), deseaban marcharse de ella,
y fue acordado salir de aquel reino lo más presto que les fuese posible, cosa
que después lloraron todos los días de su vida. Hasta el contador público Juan
de Añasco, que, como ministro de la hacienda de su rey, estaba obligado a
sustentar la opinión tan acertada de su capitán general y a finalizar su
empresa, aunque solo fuera por no perder lo trabajado, no solamente no
contradijo a los demás capitanes y caballeros, sino que él mismo se ofreció a
guiarlos y salir con brevedad a la jurisdicción de México, porque presumía de ser
cosmógrafo y poder ponerlos presto a salvo (y lo conseguirá)".
De inicio, van a caer ingenuamente en una
trampa: "Les dio ánimo para esta nueva determinación el recuerdo de
ciertas noticias falsas que el invierno y el verano pasados les dieron los
indios diciéndoles que, al poniente y no lejos, había otros castellanos que
andaban conquistando aquellas provincias. Tomando por verdaderas estas
hablillas, pensaban que debía de ser gente que hubiese salido de México a
conquistar nuevos reinos, y que estaría bien irlos a buscar para ayudarlos,
como si ellos no hubieran hallado ya qué conquistar y qué poblar".
Con eso propósito, se pusieron en marcha,
pero enseguida cometieron un error: "Partieron nuestros españoles de la
provincia de Guachoyo hacia el cinco de julio, y enderezaron su viaje al
poniente en línea recta, porque les parecía que, siguiendo aquel rumbo, habían
de salir a tierra de México, sin darse cuenta de que se encontraban mucho más
al norte. Caminaron más de cien leguas, y no podré decir cómo se llamaban estas
provincias porque, como ya no tenían intención de poblar, sólo pretendían pasar
por ellas rápidamente, y por esto no tomaron los nombres ni pudieron dármelos a
mí. Habiendo
pasado estas provincias, caminaron más de cien leguas, y llegaron a una
provincia llamada Auche, y el señor de ella les salió a recibir con muchas
caricias que les hizo, y les hospedó con muestras de amor, mas, como después
veremos, todo era fingido. Tras dos días de descanso, los españoles decidieron
atravesar un gran despoblado que estaba en su ruta. El cacique de Auche les dio
indios cargados de maíz para seis días y un indio viejo que les guiase hasta alcanzar
otro poblado, y, en presencia de los españoles, mostrándose muy amistoso con
ellos, le mandó al indio que los llevase por el mejor y más corto camino".
(Imagen 2ª) Sigamos con el 'retrato' que
Inca Garcilaso le hace al gran HERNANDO DE SOTO: "Fue severo en castigar
los delitos de milicia, pero los demás los perdonaba con facilidad. Honraba
mucho a los soldados que eran valientes. Y él lo fue de tal manera, que, por
doquiera que entraba peleando, dejaba hecho camino por donde pudiesen pasar
diez de los suyos, y todos decían que diez lanceros no valían tanto como él.
Tuvo este valeroso capitán una cosa muy notable, y fue que, en los ataques que hacían
los enemigos, siempre era el primero o el segundo que salía a responderles. En
suma, fue uno de los mejores lanceros que al Nuevo Mundo llegaron, con excepción
de Gonzalo Pizarro, al cual se dio siempre la honra del primer lugar. Gastó en
esta campaña más de cien mil ducados, ganados por él en el Perú, de la parte
que le tocó en Cajamarca cuando fue apresado Atahualpa. La muerte del
gobernador Hernando de Soto causó en todos los suyos gran dolor. Se les doblaba esta pena por serles forzoso sepultarlo en
secreto, para que los indios no supiesen dónde quedaba, pues temían que le
hiciesen a su cuerpo algunas ignominias que ya en otros españoles habían hecho,
desenterrándolo y poniéndolo en trozos por los árboles. Por lo cual acordaron
enterrarlo de noche, con centinelas puestos, para que los indios no lo viesen
ni supiesen dónde quedaba. Eligieron para sepultura uno de los muchos hoyos
grandes que cerca del pueblo había en un llano, y en él enterraron al famoso Adelantado
Hernando de Soto, con muchas lágrimas de los sacerdotes y caballeros que en sus
tristes exequias se hallaron. Y el día siguiente,
para disimular el lugar donde quedaba el cuerpo y encubrir la tristeza que
ellos tenían, les dijeron a los indios que el gobernador estaba mejor de salud,
y, para que lo creyeran, subieron en sus caballos e hicieron muestras de mucha
fiesta y regocijo, corriendo por el llano y trayendo galopes por los hoyos y
encima de la misma sepultura, cosas bien diferentes y contrarias de las que en
sus corazones tenían". No se suele hablar de este enterramiento, que fue
el primero. Lo que ocurrió después fue que, tras haberlo llevado a cabo, los
españoles decidieron rectificar, como veremos enseguida. La imagen actual nos
muestra una de las muchas placas con que en EEUU recuerdan los hechos de
Hernando de Soto. En este caso, el de la probable primera celebración navideña
que hubo en sus tierras, porque el gran capitán descansaba allí en diciembre de
1539, y le acompañaban doce sacerdotes.
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