viernes, 7 de mayo de 2021

(1414) Tras la huida de los indios de Casqui, los indios de Pacaha estaban a punto de poder matar a los españoles, pero su sensato cacique los detuvo. La diplomática intervención de Hernando de Soto logró que los dos caciques hicieran las paces.

 

     (1004) Tras  el cobarde abandono de los indios del cacique Casqui, los españoles se iban a encontrar en apuros, pero tuvieron suerte: "Con esta vileza y poquedad de ánimo huyeron aquellos indios, que habían creído poco antes ganar la isla con  la ayuda de los españoles. Nuestros infantes, viendo que eran pocos contra tantos enemigos y que no tenían caballos, que era la mayor fuerza para resistirles, empezaron a retirarse con buen orden adonde habían dejado las canoas. Los indios enemigos, viendo a los cristianos solos y que se retiraban, arremetieron contra ellos con gran denuedo para matarlos. Pero el cacique Pacaha, que era sagaz y prudente, quiso aprovecharse de esta ocasión para con ella ganar la gracia del gobernador y el perdón de no haber querido recibir la paz y amistad que siempre le había ofrecido. Entonces les dijo a los suyos a grandes voces que no hiciesen mal a los cristianos, y que los dejasen ir libremente. Por esta merced que Pacaha les hizo, escaparon de la muerte nuestros doscientos infantes, que, si no fuera por su generosidad y cortesía, murieran todos en aquel trance. El día siguiente, vinieron cuatro indios principales con un mensaje de Pacaha al gobernador, pidiéndole perdón de lo pasado, ofreciéndole su amistad en lo por venir, y que no permitiese que sus enemigos le hiciesen más daño en su tierra del que le habían hecho. Los embajadores dieron su mensaje con mucho respeto, pero ninguno para al cacique Casqui, que estaba presente, pues hicieron como que no lo habían visto".

     La respuesta de Hernando de Soto fue un dechado de sentido común y diplomacia, buscando siempre el mal menor con un borrón y cuenta nueva, aunque no dejó de hacer hincapié en que nadie habría salido quebrantado si Pacaha hubiese aceptado sus repetidas ofertas de paz y amistad. Pero no llovió a gusto de todos: "Al cacique Casqui no le plugo nada la embajada de su enemigo ni la respuesta del gobernador, porque quería que Pacaha perseverase en su pertinacia para vengarse de él y destruirle con la ayuda de los castellanos. Después el gobernador se volvió hacia el pueblo de Pacaha y publicó en un bando que ni indio ni español osase tomar cosa alguna que fuese de los de la provincia, y, llegando al pueblo, mandó que los indios de Casqui se fuesen a su tierra, salvo los que servían a su cacique, pues quiso quedarse con el gobernador. El día siguiente llegó Pacaha acompañado de cien hombres nobles adornados de muy hermosos plumajes y mantas de toda suerte de pellejinas.

     Fue un trauma para Pacaha la profanación de las tumbas que habían hecho los indios de Casqui: "Antes de estar con el gobernador, fue al templo de los entierros, y, al ver el destrozo pasado, disimulando el sentimiento que tenía, levantó del suelo los huesos y cuerpos muertos de sus antepasados que estaban echados por tierra y, tras besarlos, los volvió a las arcas de madera que servían de sepulturas. Después  de acomodarlos lo mejor que pudo, fue a su casa, donde estaba aposentado el gobernador, el cual lo abrazó con mucha afabilidad, y, habiendo hecho el cacique su ofrecimiento de vasallaje, hablaron de muchas cosas de su tierra, a las cuales Pacaha, que tendría unos veintisiete años, respondió con satisfacción del general y de los capitanes que estaban delante, pues mostró ser de buen entendimiento.

 

     (Imagen) Los indios de Casqui y los de Pacaha se tenían mutuamente un odio ancestral, en cuyos enfrentamientos siempre habían llevado la peor parte los primeros. No se sabe qué pasó en el futuro, pero, de momento, Hernando de Solo había logrado que hicieran las paces. No obstante la relación entre los dos caciques era tensa. Oigamos al cronista: "No pudiendo Pacaha disimular más, delante de Hernando de Soto, el enojo que contra el cacique Casqui tenía por las ofensas que le acababa de hacer, le dijo: 'Contento estarás, Casqui, de haber visto lo que nunca esperabas, que es haberte podido vengar. Agradécelo al poder ajeno de los españoles. Pero ellos se irán y nosotros nos quedaremos en nuestras tierras'. Al saber sus palabras Hernando de Soto, le dijo a Pacaha que los españoles no habían venido a sus tierras para dejarlos más encendidos en sus enemistades de lo que antes estaban, y que, del enojo que los de Casqui le habían dado, tenía él mismo la culpa por haber huido de su pueblo antes de que llegaran los castellanos, pues habrían impedido que entraran sus enemigos, por lo que les rogaba a los dos que perdieran la saña que hasta aquel día habían tenido, y de allí adelante fuesen amigos, y hasta se lo mandaba so pena de tener por enemigo al que no le obedeciese. Pacaha respondió al gobernador que, por mandárselo su señoría, se alegraba de ser amigo de Casqui, y así se abrazaron como dos hermanos, pero el semblante de sus rostros no era de verdadera amistad". Invitó Soto a comer a los dos, y quiso poner a su lado derecho a Casqui por ser bastante mayor en edad que Pacaha, quien, de nuevo, se sintió molesto por considerar que era más poderoso que su rival y, además, se encontraban en su pueblo. Lo que pudo ser otro conflicto acabó bien porque Casqui se mostró razonable: "Se levantó de la silla y dijo al gobernador: 'Señor, Pacaha tiene mucha razón. Suplico a vuestra señoría mande darle su asiento, que es este, y yo me sentaré al otro lado, que a la mesa de vuestra señoría, en cualquier parte de ella me sentiré muy honrado'. Diciendo esto, se pasó a la mano izquierda, y, sin ninguna pesadumbre, se sentó a comer, con lo cual se apaciguó Pacaha". En la imagen vemos una representación del poblado indio fortificado de Pacaha (Arkansas).




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