miércoles, 5 de mayo de 2021

(1412) El cacique Casqui acompañó con muchos indios a Hernando de Soto y sus hombres. Sentía aprecio por los españoles, pero su principal intención era aprovechar su presencia para vengarse cruelmente de un viejo enemigo: el cacique Pacaha.

 

       (1002) Inca Garcilaso se suele mostrar muy providencialista, pero, al margen de sus interpretaciones, cuenta hechos contrastados: "He contado estas cosas con tanta particularidad porque pasaron así, y porque tuvieron cuidado el gobernador y los sacerdotes que andaban con él de que se adorase la cruz con toda la solemnidad que les fuese posible, para que viesen aquellos gentiles la veneración en que la tenían los cristianos. Todo este capítulo de la adoración, lo cuenta muy largamente Juan Coles en su relación y dice que llovió quince días. Acabadas estas cosas, haciendo ya unos nueve días que estaban en aquel pueblo, mandó el gobernador se apercibiese el ejército para caminar el día siguiente y continuar descubriendo nuevas tierras. El cacique Casqui, que era de edad de cincuenta años, suplicó al gobernador le diese licencia para ir con él y permitiese que llevase gente de guerra y de servicio, los unos para que acompañasen al ejército y los otros para que hiciesen de porteadores. El gobernador le agradeció su ofrecimiento y le dijo que hiciese lo que más su gusto fuese, con lo cual salió el cacique muy contento y mandó preparar gran número de gente de guerra y de servicio".

     El cacique Casqui estaba sinceramente agradecido por el 'milagro' de la lluvia, pero, una vez más, se ve que las tribus indias que fueron amables con los españoles a veces lo hacían por temerlos, pero, con frecuencia, lo que buscaban era protección frente a otros indios dominantes: "Es de saber, para mayor claridad de nuestra historia, que este cacique Casqui y sus padres y antecesores, de mucho tiempo atrás tenían guerra con los señores de otra provincia llamada Pacaha (el cronista la llama Capaha), que confinaba con la suya. Los cuales, porque eran más poderosos de tierra y vasallos, tenían siempre a Casqui arrinconado y casi rendido. Pues, como ahora veía la buena coyuntura que se le ofrecía para con la fuerza ajena vengarse de todas las injurias pasadas, y él era sagaz y astuto, pidió al gobernador lo que hemos dicho, con la cual, y con la intención de vengarse, sacó cinco mil indios de guerra bien provistos de armas. Llevó, además, tres mil indios cargados de comida, pero teniendo también sus arcos y flechas".

     El cacique Casqui, tras pedirle permiso a Hernando de Soto, y con la excusa de que lo hacía para descubrir si había enemigos por la zona, se adelantó al ejército español, y, al cabo de tres días, llegaron todos a una ciénaga difícil de atravesar. Era el lugar que hacía de frontera entre los dos caciques enemigos, Casqui y Pacaha. Lograron pasarla, y, tres días después, llegaron a su objetivo: "El cacique Pacaha, cuando vio a los indios enemigos, pensó que, estando su gente desprevenida y no teniendo tanta como fuera menester, no podían resistir a sus contrarios, de manera que se metió en una de las canoas que en el foso tenía y se fue por un canal hasta el Río Grande (el Misisipi) a guarecerse en una isla fuerte que en él tenía. Los indios del pueblo que disponían de canoas fueron en pos de su señor. Y, los que no, huyeron a los montes que por allí cerca había. Otros, más tardíos y desdichados, se quedaron en el pueblo. Los del cacique Casqui, hallándolo sin defensa, entraron en él, aunque con temor a alguna celada, pues, aunque contaban con la ayuda de los españoles, temían a los de Pacaha, ya que muchas veces habían sido vencidos por ellos, y esta dilación dio lugar a que mucha gente del pueblo, hombres, mujeres y niños, escapasen huyendo".

 

     (Imagen) Había un rencor ancestral entre los indios de dos caciques enemigos. Uno de ellos, Casqui, envalentonado por su amistad con los españoles, quería vengarse del otro, Pacaha, quien, al verlos llegar, dejó abandonado su pueblo. Inca Garcilaso nos muestra hasta dónde podía llegar el odio de aquellas tribus. "Después de que los de Casqui se aseguraron de que no había en el pueblo quien los frenase, mostraron bien el odio que a sus moradores tenían, porque mataron a más de ciento cincuenta, y les quitaron las cabelleras para llevarlas a su tierra como trofeo. Saquearon todo el pueblo, y apresaron muchos muchachos, niños y mujeres, y entre ellas dos hermosísimas mozas, mujeres de Pacaha. No contentos con ello, fueron al templo, que era donde estaban enterrados todos los que habían sido  señores de aquella provincia, y, sabiendo lo mucho que Pacaha había de sentirlo,  hicieron todas las ignominias que pudieron, saqueando todo lo que de valor había en el templo. Derribaron por el suelo todas las sepulturas y, para afrenta de sus enemigos, echaron por tierra los huesos y cuerpos muertos que en las arcas había, y hasta los pisaron y cocearon con todo vilipendio. Quitaron muchas cabezas de indios de Casqui que los de Pacaha habían puesto como señal de triunfo y victoria en puntas de lanzas, y, en lugar de ellas, pusieron otras cabezas que ellos aquel día cortaron de los vecinos del pueblo. En suma, no dejaron de hacer cosa que fuese venganza de ellos y afrenta de Pacaha. Quisieron quemar el templo y las casas del cacique y todo el pueblo, mas no osaron por no enojar al gobernador Hernando de Soto. Todas estas cosas hicieron los del cacique Casqui antes de que el gobernador entrase en el pueblo, el cual, cuando supo que Pacaha se había ido a una isla del río para fortalecerse, le envió mensajes de paz y amistad con indios suyos a los que habían apresado, pero él no quiso aceptarla, sino que hizo llamamiento de su gente para vengarse de sus enemigos". Hernando de Soto sabía que el conflicto entre Casqui y Pacaha presagiaba un final sangriento, pero da la impresión de que se mantenía al margen, procurando no implicarse en sus rivalidades. Prueba de ello es que, aunque parezca imposible, logrará, haciendo de intermediario, que ambos caciques acepten mutuamente la paz. En la imagen vemos la proximidad entre Casqui y Pacaha, en la ruta de Soto y a orillas del Misisipi.




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