(1010) Instalados en el pueblo de
Utiangue, del que había huido el cacique con sus indios, los españoles pasaron
el invierno relativamente tranquilos: "Aunque tenían guerra con los
naturales, nunca sufrieron un daño importante. Después de que el rigor de las
nieves se fue aplacando, salió Hernando de Soto con cien de a caballo y ciento
cincuenta infantes para hacer una correría y prender indios, porque los necesitaban
para su servicio. Caminó con ellos veinte leguas hasta que llegó a los confines
de otra provincia, llamada Naguatex, tierra fértil y abundante, llena de gente
muy hermosa y bien dispuesta. En el primer pueblo de esta provincia, entró de improviso
el gobernador y, como hallase a los indios desapercibidos, prendió mucha gente,
hombres y mujeres de todas edades, y con ella se volvió a su alojamiento, la
cual repartió por los capitanes y soldados que habían menester gente de
servicio". Está claro que, si no se trataba de indios amigos, era habitual
en las conquistas de las Indias coger por la fuerza todo lo que se necesitaba,
personas incluidas. Pero también que, de no hacerlo así, aquellas campañas
serían imposibles.
Los españoles permanecieron más de cinco
meses invernando, sin demasiados problemas, en Utiangue: "Llegado el mes
de abril de mil quinientos cuarenta y dos, le pareció al gobernador que era el
momento de seguir adelante descubriendo tierras nuevas. Pasados siete días,
llegaron al pueblo principal de la provincia de Naguatex, donde se alojaron
durante dos semanas tomando la comida que habían menester y con poca o ninguna
resistencia de los indios. Pasados seis días, envió el cacique una embajada al
gobernador suplicándole que le perdonase no haberle esperado en su pueblo para
servirle como hubiera sido razón, pero prometiéndole que, dentro de pocos días iría
a besarle las manos y reconocerle por señor, y, entre tanto, mandaría a sus
vasallos que le sirviesen en todo lo que les mandase. Al día siguiente, vinieron
cuatro indios principales, parientes muy cercanos del cacique, con más de
quinientos indios, para ponerse al servicio de los españoles. El gobernador les dijo
buenas palabras agradeciendo la venida de los indios y mandó a los españoles que
en las correrías no prendiesen más indios, como hasta entonces se había hecho. Pero
el cacique nunca vino a ver al gobernador, por lo cual se creyó que había
enviado los indios principales y los de servicio por temor de que le talasen
los campos y quemasen los pueblos, y para impedir que le cautivasen más gente
de la que habían apresado. No obstante, los indios principales y todos los
demás sirvieron a los castellanos con mucho deseo de darles contento. El gobernador,
habiéndose informado de lo que en aquella provincia y su comarca había, así por
relación de los indios como por la de los españoles que habían recorrido las
tierras, salió del pueblo Naguatex con su ejército, acompañado de los cuatro
indios principales y otra mucha gente de servicio que el cacique envió con provisiones
que les durasen a los castellanos hasta llegar a otra provincia". Pero
entonces se descubrió que había ocurrido un curioso incidente.
(Imagen)
Según caminaban los españoles, se dieron cuenta de que les faltaba un
compañero. Se trataba del sevillano DIEGO DE GUZMÁN, un hombre de familia noble
y rico. Hernando de Soto dio orden de apresar a los cuatro indios notables que
les acompañaban hasta saber qué había pasado. Pero también hizo una
investigación entre sus soldados, y se fue aclarando el asunto: "Se supo
que Diego había jugado a los naipes cuanto tenía, hasta perder los vestidos,
las armas y un muy buen caballo, y que había perdido también a una india de su
servicio. Pagó todo lo que había perdido, salvo la india, y le había dicho al
ganador que pronto se la entregaría, pero no lo hizo. Por lo cual, se sospechó que por no darla, y por la
vergüenza de haberse jugado las armas y el caballo, que entre soldados se tiene
por cosa vilísima, se hubiese quedado entre los indios. Se supo también que la india era hija del cacique de
Naguatex, moza de dieciocho años y hermosa en extremo, las cuales cosas
pudieron haberle cegado para dejar a los suyos y quedarse con los indios". Hernando de Soto estuvo
de acuerdo en que volvieran a su pueblo tres de los indios principales,
quedando otro de rehén, para que trajeran a Diego de Guzmán, pero la gestión
fue un fracaso, porque, según ellos, el español se encontraba muy a gusto entre
los nativos. Hernando de Soto, temiendo que lo hubiesen matado, envió a otro de
los indios con un escrito para Diego, en el que le pedía que contestara de su
puño y letra: "Volvió el indio con la misma carta que había llevado, y en
ella trajo el nombre de DIEGO DE GUZMÁN escrito con carbón, que lo escribió
para que viesen que estaba vivo, pero no respondió otra palabra. El gobernador,
habiendo gastado tres días en hacer estas diligencias, viendo que el español no
quería volver, decidió seguir adelante, y soltó a los indios principales y a los
de servicio, todos los cuales le sirvieron con mucho amor y voluntad hasta
sacarlo de su territorio y ponerlo en el ajeno". Como ya vimos, hubo
varios casos de huidos o capturados por los indios (también esclavos negros),
sin que se volviera a saber de ellos, con la excepción de Juan Ortiz, quien,
lamentablemente, morirá pronto, después de haber sido muy valioso como
intérprete y como persona. Quizá a Diego de Guzmán le fuera bien, porque la
india que le acompañaba era hija del cacique, y es probable que recibiese bien
a los dos. En la imagen vemos el emplazamiento de la provincia de Naguatex en
el territorio de Arkansas.
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