jueves, 13 de mayo de 2021

(1420) En Naguatex, los españoles apresaron a muchos indios, que luego dejaron libres al ver que el cacique era un hombre pacífico. Entonces ocurrió que Diego de Guzmán decidió quedarse para siempre en aquel poblado.

 

     (1010) Instalados en el pueblo de Utiangue, del que había huido el cacique con sus indios, los españoles pasaron el invierno relativamente tranquilos: "Aunque tenían guerra con los naturales, nunca sufrieron un daño importante. Después de que el rigor de las nieves se fue aplacando, salió Hernando de Soto con cien de a caballo y ciento cincuenta infantes para hacer una correría y prender indios, porque los necesitaban para su servicio. Caminó con ellos veinte leguas hasta que llegó a los confines de otra provincia, llamada Naguatex, tierra fértil y abundante, llena de gente muy hermosa y bien dispuesta. En el primer pueblo de esta provincia, entró de improviso el gobernador y, como hallase a los indios desapercibidos, prendió mucha gente, hombres y mujeres de todas edades, y con ella se volvió a su alojamiento, la cual repartió por los capitanes y soldados que habían menester gente de servicio". Está claro que, si no se trataba de indios amigos, era habitual en las conquistas de las Indias coger por la fuerza todo lo que se necesitaba, personas incluidas. Pero también que, de no hacerlo así, aquellas campañas serían imposibles.

     Los españoles permanecieron más de cinco meses invernando, sin demasiados problemas, en Utiangue: "Llegado el mes de abril de mil quinientos cuarenta y dos, le pareció al gobernador que era el momento de seguir adelante descubriendo tierras nuevas. Pasados siete días, llegaron al pueblo principal de la provincia de Naguatex, donde se alojaron durante dos semanas tomando la comida que habían menester y con poca o ninguna resistencia de los indios. Pasados seis días, envió el cacique una embajada al gobernador suplicándole que le perdonase no haberle esperado en su pueblo para servirle como hubiera sido razón, pero prometiéndole que, dentro de pocos días iría a besarle las manos y reconocerle por señor, y, entre tanto, mandaría a sus vasallos que le sirviesen en todo lo que les mandase. Al día siguiente, vinieron cuatro indios principales, parientes muy cercanos del cacique, con más de quinientos indios, para ponerse al servicio de los españoles. El gobernador les dijo buenas palabras agradeciendo la venida de los indios y mandó a los españoles que en las correrías no prendiesen más indios, como hasta entonces se había hecho. Pero el cacique nunca vino a ver al gobernador, por lo cual se creyó que había enviado los indios principales y los de servicio por temor de que le talasen los campos y quemasen los pueblos, y para impedir que le cautivasen más gente de la que habían apresado. No obstante, los indios principales y todos los demás sirvieron a los castellanos con mucho deseo de darles contento. El gobernador, habiéndose informado de lo que en aquella provincia y su comarca había, así por relación de los indios como por la de los españoles que habían recorrido las tierras, salió del pueblo Naguatex con su ejército, acompañado de los cuatro indios principales y otra mucha gente de servicio que el cacique envió con provisiones que les durasen a los castellanos hasta llegar a otra provincia". Pero entonces se descubrió que había ocurrido un curioso incidente.

 

     (Imagen)  Según caminaban los españoles, se dieron cuenta de que les faltaba un compañero. Se trataba del sevillano DIEGO DE GUZMÁN, un hombre de familia noble y rico. Hernando de Soto dio orden de apresar a los cuatro indios notables que les acompañaban hasta saber qué había pasado. Pero también hizo una investigación entre sus soldados, y se fue aclarando el asunto: "Se supo que Diego había jugado a los naipes cuanto tenía, hasta perder los vestidos, las armas y un muy buen caballo, y que había perdido también a una india de su servicio. Pagó todo lo que había perdido, salvo la india, y le había dicho al ganador que pronto se la entregaría, pero no lo hizo. Por lo cual,  se sospechó que por no darla, y por la vergüenza de haberse jugado las armas y el caballo, que entre soldados se tiene por cosa vilísima, se hubiese quedado entre los indios. Se supo también que la india era hija del cacique de Naguatex, moza de dieciocho años y hermosa en extremo, las cuales cosas pudieron haberle cegado para dejar a los suyos y quedarse  con los indios". Hernando de Soto estuvo de acuerdo en que volvieran a su pueblo tres de los indios principales, quedando otro de rehén, para que trajeran a Diego de Guzmán, pero la gestión fue un fracaso, porque, según ellos, el español se encontraba muy a gusto entre los nativos. Hernando de Soto, temiendo que lo hubiesen matado, envió a otro de los indios con un escrito para Diego, en el que le pedía que contestara de su puño y letra: "Volvió el indio con la misma carta que había llevado, y en ella trajo el nombre de DIEGO DE GUZMÁN escrito con carbón, que lo escribió para que viesen que estaba vivo, pero no respondió otra palabra. El gobernador, habiendo gastado tres días en hacer estas diligencias, viendo que el español no quería volver, decidió seguir adelante, y soltó a los indios principales y a los de servicio, todos los cuales le sirvieron con mucho amor y voluntad hasta sacarlo de su territorio y ponerlo en el ajeno". Como ya vimos, hubo varios casos de huidos o capturados por los indios (también esclavos negros), sin que se volviera a saber de ellos, con la excepción de Juan Ortiz, quien, lamentablemente, morirá pronto, después de haber sido muy valioso como intérprete y como persona. Quizá a Diego de Guzmán le fuera bien, porque la india que le acompañaba era hija del cacique, y es probable que recibiese bien a los dos. En la imagen vemos el emplazamiento de la provincia de Naguatex en el territorio de Arkansas.




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