(1011) El caso de la huida de Diego de
Guzmán adonde los indios de Naguatex le da pie a Inca Garcilaso para hacer dos
reflexiones. En la primera dice: "Este pobre caballero tuvo esta flaqueza
por la ceguera del juego y la querencia hacia la mujer. Donde, en suma, se
podrá ver lo que del juego puede resultar, sobre lo cual tendríamos mucho que
decir quienes con propios ojos hemos visto esta pasión, si fuera de nuestra
profesión decirlo, pero quédese para los que la tienen de reprender los vicios".
Bien podría ser que estuviera pensando en el extraordinario Gonzalo Silvestre,
quien tanto le contó de la aventura de la Florida, pero del que se distanció
porque era muy derrochador (quizá ludópata), y le tuvo que prestar con
demasiada frecuencia dinero. La segunda reflexión que hace Inca Garcilaso sobre
el destino de Diego es la propia del clérigo que ya era cuando escribió la
crónica: "Y, volviendo a Diego de
Guzmán, decimos que, habiendo quedado con buena reputación entre los indios de
Naguatex, si les hubiese predicado la Fe Católica como debía un cristiano y
caballero, podríamos no solamente disculpar su mal hecho, sino también alabarlo
grandemente, porque obtendría mucho fruto con su doctrina, pero, como no
supimos más de él, no podemos decir nada de lo que entonces pasó".
La alternancia entre tribus amables y
otras feroces siguió ocurriendo: "Los españoles, después de la pérdida de
Diego de Guzmán, caminaron (hacia el
sudeste) cinco jornadas por la provincia de Naguatex, y al fin de
ellas llegaron a otra llamada Guancane, cuyos naturales eran diferentes que los
pasados, porque aquellos eran afables con los españoles, pero estos se les
mostraron enemigos, y, en todo lo que pudieron, mostraron el odio que les
tenían y desearon pelear con ellos, presentándoles la batalla muchas veces. Los
españoles la rehusaban, porque ya entonces traían pocos caballos, pues los
indios les habían matado más de la mitad de ellos, y deseaban conservar los que
quedaban por ser la mayor fuerza para la guerra, ya que los indios no
tenían ningún miedo a los infantes.
Tardaron los españoles ocho días en atravesar esta provincia de Guancane, casi
sin reposo, para evitar peleas con los
indios".
Los españoles, ya con ganas de perder de
vista a indios tan agobiantes, continuaron avanzando. Además, Hernando de Soto
sintió la urgencia de fundar una población junto al río Misisipi: "El
gobernador decidió volver hacia el Río Grande, que atrás había dejado, pero no
por el mismo camino que hasta allí había traído, sino haciendo un cerco largo
para descubrir otras nuevas tierras. El motivo fue su deseo de poblar antes de
que las fuerzas de su ejército se acabasen de gastar, porque, tanto en la gente
como en los caballos, con las batallas y enfermedades pasadas, se había gastado
más de la mitad, al menos, de los caballos, y sentía gran dolor de que se perdiese tanto trabajo como en
aquel descubrimiento habían pasado, y que tierras tan grandes y fértiles
quedasen sin que los españoles las poblasen, pues no dejaba de entender que, si
él moría sin haber poblado, pasarían muchos años hasta que se juntara tanta y
tan buena gente y tantos caballos y armas como él había metido en la conquista".
(Imagen) Inca Garcilaso nos cuenta algo
muy curioso, que fue consecuencia del
peregrinaje heroico de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y sus acompañantes a lo largo
de todo el extensísimo territorio que ahora es
norteamericano y fronterizo con México (aventura que tengo intención de
mostrar, siguiendo la crónica del propio Álvar, cuando terminemos con la
excepcional, pero fracasada, campaña de
La Florida). Para situarnos, diré qué él quedó perdido entre los indios por
aquellas lejanas tierras, pero acompañado por Andrés Dorantes de Carranza,
Alonso del Castillo Maldonado y un esclavo negro al que llamaban Estebanico (al
que siempre trataron, unidos en la desgracia, como un amigo más). Tardaron seis
años en volver a juntarse con españoles en territorio mexicano. Habían sido
tratados como esclavos por muchos indios, pero se ganaron un gran prestigio
como curanderos, y eso los salvó. Además, como indica Inca Garcilaso, su fama
de milagreros se extendió a lejanos poblados de indios. Por eso dice en su
crónica sobre La Florida: "En toda esta provincia (Guancane) había
muchas cruces de palo puestas encima de las casas. La causa fue que estos
indios tuvieron noticia de los beneficios y maravillas que Álvar Núñez Cabeza
de Vaca y sus compañeros, en virtud de Jesucristo Nuestro Señor, habían hecho
por las provincias que anduvieron los años que los indios los tuvieron por
esclavos, como el mismo Álvar Núñez lo dejó escrito. Y, aunque es verdad que
Álvar Núñez y sus compañeros no estuvieron en esta provincia de Guancane, ni en
otras muchas, sin embargo, pasando de boca en boca y de tierra en tierra, llegó
a ella la fama de las hazañas obradas por Dios por medio de aquellos hombres,
y, como estos indios lo supieron, y habían oído decir que todos los beneficios
que, en curar los enfermos, aquellos cristianos habían hecho los conseguían con
solo hacer la señal de la cruz sobre ellos, y que la traían siempre en sus
manos, se animaron a ponerla sobre sus casas, entendiendo que también las
libraría de todo mal y peligro, como había sanado a los enfermos. Lo cual
muestra la facilidad que generalmente los indios tuvieron, y estos tienen, para
recibir la Fe Católica cuando hay quien se la predique, principalmente con buen
ejemplo, pues ellos se fijan en eso más que en cualquier otra cosa".
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