sábado, 15 de mayo de 2021

(1421) Entonces Hernando de Soto pensó en fundar una población. Inca Garcilaso hace una crítica del abandono de Diego de Guzmán, ya que se debió a que lo perdió todo por ludópata. Y expresa su deseo de que evangelizara a los indios, como hizo Álvar Núñez Cabeza de Vaca.

 

     (1011) El caso de la huida de Diego de Guzmán adonde los indios de Naguatex le da pie a Inca Garcilaso para hacer dos reflexiones. En la primera dice: "Este pobre caballero tuvo esta flaqueza por la ceguera del juego y la querencia hacia la mujer. Donde, en suma, se podrá ver lo que del juego puede resultar, sobre lo cual tendríamos mucho que decir quienes con propios ojos hemos visto esta pasión, si fuera de nuestra profesión decirlo, pero quédese para los que la tienen de reprender los vicios". Bien podría ser que estuviera pensando en el extraordinario Gonzalo Silvestre, quien tanto le contó de la aventura de la Florida, pero del que se distanció porque era muy derrochador (quizá ludópata), y le tuvo que prestar con demasiada frecuencia dinero. La segunda reflexión que hace Inca Garcilaso sobre el destino de Diego es la propia del clérigo que ya era cuando escribió la crónica:  "Y, volviendo a Diego de Guzmán, decimos que, habiendo quedado con buena reputación entre los indios de Naguatex, si les hubiese predicado la Fe Católica como debía un cristiano y caballero, podríamos no solamente disculpar su mal hecho, sino también alabarlo grandemente, porque obtendría mucho fruto con su doctrina, pero, como no supimos más de él, no podemos decir nada de lo que entonces pasó".

     La alternancia entre tribus amables y otras feroces siguió ocurriendo: "Los españoles, después de la pérdida de Diego de Guzmán, caminaron (hacia el  sudeste) cinco jornadas por la provincia de Naguatex, y al fin de ellas llegaron a otra llamada Guancane, cuyos naturales eran diferentes que los pasados, porque aquellos eran afables con los españoles, pero estos se les mostraron enemigos, y, en todo lo que pudieron, mostraron el odio que les tenían y desearon pelear con ellos, presentándoles la batalla muchas veces. Los españoles la rehusaban, porque ya entonces traían pocos caballos, pues los indios les habían matado más de la mitad de ellos, y deseaban conservar los que quedaban por ser la mayor fuerza para la guerra, ya que los indios no tenían  ningún miedo a los infantes. Tardaron los españoles ocho días en atravesar esta provincia de Guancane, casi sin reposo, para  evitar peleas con los indios".

     Los españoles, ya con ganas de perder de vista a indios tan agobiantes, continuaron avanzando. Además, Hernando de Soto sintió la urgencia de fundar una población junto al río Misisipi: "El gobernador decidió volver hacia el Río Grande, que atrás había dejado, pero no por el mismo camino que hasta allí había traído, sino haciendo un cerco largo para descubrir otras nuevas tierras. El motivo fue su deseo de poblar antes de que las fuerzas de su ejército se acabasen de gastar, porque, tanto en la gente como en los caballos, con las batallas y enfermedades pasadas, se había gastado más de la mitad, al menos, de los caballos, y sentía gran dolor  de que se perdiese tanto trabajo como en aquel descubrimiento habían pasado, y que tierras tan grandes y fértiles quedasen sin que los españoles las poblasen, pues no dejaba de entender que, si él moría sin haber poblado, pasarían muchos años hasta que se juntara tanta y tan buena gente y tantos caballos y armas como él había metido en la conquista".

 

     (Imagen) Inca Garcilaso nos cuenta algo muy curioso, que fue consecuencia  del peregrinaje heroico de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y sus acompañantes a lo largo de todo el extensísimo territorio que ahora es  norteamericano y fronterizo con México (aventura que tengo intención de mostrar, siguiendo la crónica del propio Álvar, cuando terminemos con la excepcional, pero fracasada,  campaña de La Florida). Para situarnos, diré qué él quedó perdido entre los indios por aquellas lejanas tierras, pero acompañado por Andrés Dorantes de Carranza, Alonso del Castillo Maldonado y un esclavo negro al que llamaban Estebanico (al que siempre trataron, unidos en la desgracia, como un amigo más). Tardaron seis años en volver a juntarse con españoles en territorio mexicano. Habían sido tratados como esclavos por muchos indios, pero se ganaron un gran prestigio como curanderos, y eso los salvó. Además, como indica Inca Garcilaso, su fama de milagreros se extendió a lejanos poblados de indios. Por eso dice en su crónica sobre La Florida: "En toda esta provincia (Guancane) había muchas cruces de palo puestas encima de las casas. La causa fue que estos indios tuvieron noticia de los beneficios y maravillas que Álvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros, en virtud de Jesucristo Nuestro Señor, habían hecho por las provincias que anduvieron los años que los indios los tuvieron por esclavos, como el mismo Álvar Núñez lo dejó escrito. Y, aunque es verdad que Álvar Núñez y sus compañeros no estuvieron en esta provincia de Guancane, ni en otras muchas, sin embargo, pasando de boca en boca y de tierra en tierra, llegó a ella la fama de las hazañas obradas por Dios por medio de aquellos hombres, y, como estos indios lo supieron, y habían oído decir que todos los beneficios que, en curar los enfermos, aquellos cristianos habían hecho los conseguían con solo hacer la señal de la cruz sobre ellos, y que la traían siempre en sus manos, se animaron a ponerla sobre sus casas, entendiendo que también las libraría de todo mal y peligro, como había sanado a los enfermos. Lo cual muestra la facilidad que generalmente los indios tuvieron, y estos tienen, para recibir la Fe Católica cuando hay quien se la predique, principalmente con buen ejemplo, pues ellos se fijan en eso más que en cualquier otra cosa".






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