(587) El licenciado León no solo
se alió con Gonzalo Pizarro, sino que, además, sirviéndose de su
prestigio como letrado, se atrevió a defender como justa su causa: "Afirmaba
también que, por leyes y derechos, Gonzalo Pizarro podía, con título de
Procurador General, ir a apelar las Ordenanzas, aunque fuese con mano armada,
para defenderse él y los que con él fuesen, si el virrey los quisiese prender.
Con los dichos de este letrado y de otros que aseguraban lo que él decía,
muchos simples siguieron a Pizarro, y les costó después perder las vidas y
haciendas, y quedar como traidores. Y quiero añadir que los vecinos del Cuzco y
de la Ciudad de los Reyes solo deseaban que el Rey suspendiese las Leyes
Nuevas. Si, en lugar de escoger a
Pizarro como procurador, hubieran nombrado a tres o cuatro conquistadores
cuerdos, para que le pidieran al virrey la apelación con mucha humildad, nunca
habrían acabado como acabaron. Pero, siendo ellos las ovejas, escogieron al
lobo para ser su guardián".
Después pone ejemplos históricos de cómo los pueblos que dieron el poder
a ambiciosos caudillos acabaron mal. Recojo solamente el último que menciona:
"En son de libertad peleaba Pompeyo, César decía lo mismo, y Octavio y
Marco Antonio, y quedaron ellos como señores, y, quienes les siguieron, los
unos muertos, y los otros vasallos". Y aplica la moraleja al Perú:
"Los del Cuzco y Lima querían que fuese Pizarro su procurador, y que
aventurara él la vida y la honra por la libertad de ellos, olvidando su
importancia, que era hermano de Hernando Pizarro, el otro movedor de las
guerras pasadas, y que muchos le oyeron decir, después de salir (fracasado)
de la campaña de la Canela, que el Rey no le quería bien, pues no le había dado
el gobierno de la provincia que dejó el Marqués a su muerte. Además, muchas
veces dijo que había de gobernar aunque pesase a todo el mundo. Desde que se
supo que llegaba el virrey, le escribían cartas a Gonzalo Pizarro para que
tomara el mando, y él se tuvo ya entonces por gobernador, aunque fingidamente
lo disimulaba, diciendo que solo deseaba el bien común de todos e su descanso,
pues harto tenía para poder vivir".
Veamos por dónde andaba el virrey: "Salido, pues, de la ciudad de
Trujillo, el virrey Blasco Núñez Vela se venía acercando a la Ciudad de los
Reyes, con gran deseo de verse en ella y
teniendo por cierto que, con su presencia, se amansarían los bullicios que por
todas partes había. De la ciudad salieron dos hombres bien cautelosos, llamados
Antón de León y Juan de León, que habían sido ofendidos por Vaca de Castro, y,
por ganar el favor del virrey, iban a darle cuenta de lo que pasaba. En el
pueblo de La Barranca, se encontró el virrey con el secretario Pedro López (nunca
lo indica Cieza, pero era pariente cercano suyo), quien le dio cuenta de lo
que Vaca de Castro le mandó. Dicen que el virrey escuchaba las cosas de Vaca de
Castro con prevención, pues lo tenía por hombre de mucha codicia".
(Imagen) RODRIGO DE OCAMPO formaba parte de los hombres que se unieron
de inmediato a Vaca de Castro. Nacido en Zamora el año 1476, Residió con Belalcázar
en Quito, donde fue regidor permanente del cabildo municipal. También pasó
algunos años en Pasto (actual Colombia). Por allí andaba Lorenzo de Aldana,
enviado por Francisco Pizarro para que evitase una rebelión de Belalcázar, pero
el sospechoso se había ido a España para que el Rey le concediera aquella
gobernación. Viendo la valía de Ocampo, fue nombrado por Aldana, en nombre de
Pizarro, Teniente de Gobernador en Pasto. En el fondo de su cotazón, la
fidelidad de Ocampo se inclinaba hacia Belalcázar, y, cuando este volvió de
España con los nombramientos del Rey, los acató inmediatamente. También
Belalcázar apreciaba sus grandes cualidades, por lo que le respetó su título de
Teniente de Gobernador, pero no en nombre de Pizarro, sino en el suyo propio.
Ocampo tenía, además, sentido práctico, y estableció en Pasto el primer molino
de trigo de lo que hoy es Colombia. Más tarde se trasladó de Pasto a Quito de
nuevo, pero entonces andaba rebelado Gonzalo Pizarro. Demostrando lealtad a la
Corona, Rodrigo de Ocampo se alistó en las tropas del virrey Blasco Núñez Vela,
ejerciendo el importante cargo de Maestre de Campo. Llegó la batalla de
Iñaquito, y, antes de ser asesinado, el virrey retrocedía desesperado porque
veía próxima su derrota. Atormentado por brotes de paranoia, sospechaba que
algunos soldados le estaban traicionando. Mató por ello a dos capitanes,
Jerónimo de la Serna y Gaspar Gil. Pero
también lo hizo, sin base suficiente, con RODRIGO DE OCAMPO, quien, cosa
admirable, ya era septuagenario. Diez años después, en 1556, sus hijos, Alonso
y Rodrigo, curiosamente todavía menores de edad, reclamaban los muchos bienes
en oro, plata y otras cosas que dejó su padre al morir.
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