martes, 28 de enero de 2020

(Día 1016) Francisco de Almendras, por orden de Gonzalo Pizarro, salió a interceptar a los emisarios del virrey, y estuvo a punto de matar a dos de ellos.


     (606) A pesar de las distancias, las noticias llegaban rápidamente: "Sabiendo Gonzalo Pizarro que Pedro de Puelles, Corregidor de Huánuco, estaba en la Ciudad de los Reyes, siendo recibido por el virrey con toda honra, y confirmado en el cargo que tenía desde el tiempo de Vaca de Castro, le envió cartas, rogándole que se juntase con él trayendo a todos los hombres que pudiese". En un princicio, Puelles se mostró algo reticente, pero una nueva carta lo convenció, "y hablaba mal de las cosas del virrey". Ya vimos que el aliarse con Pizarro le va a costar caro, porque, tras haber ahorcado en Quito a una mujer que daba vivas al Rey, Pedro de Puelles fue acribillado a puñaladas.
     También estaba al corriente Gonzalo Pizarro de la próxima llegada al Cuzco del obispo Loaysa y de los otros mensajeros del virrey. Le dio orden a Francisco de Almendras de que partiera con varios hombres, interceptara por el camino a los que venían y les quitara los documentos: "Habiendo pasado un puente pequeño, les salió al paso el capitán Francisco de Almendras, y preguntó con muy gran soberbia quién traía las provisiones. Le dijeron que Pedro López, y él le llamó, con voluntad de matarle, y lo metió por unas quebradas ásperas. Le preguntó que por qué se había atrevido a venir por un camino tan dificultoso. Le respondió que no había podido excusarse de traer los despachos porque se lo había mandado el virrey. Almendras, teniendo en cuenta que en el tiempo pasado Pedro López le había hecho alguna buena obra, determinó, por entonces, no matarlo. Tras quitarle los papeles del seno, llamó luego a Fancisco de Ampuero, y le dijo que mucho le maravillaba que viniera con aquellas cosas, pues sabía que no le acarreaban ningún bien a Gonzalo Pizarro, y que, si no fuera por el amor que el mismo Pizarro le tenía, le mataría". Como era de esperar, el encargo que les había hecho el virrey era un asunto envenenado, pero aél no debió de importarle mucho.
     Lo que también va a quedar claro es que Almendras era un mal bicho: "Pensando Francisco de  Almendras que no convenía dejar con vida a Pedro López, para que no diese testimonio de lo pasado, y, por otra parte, pareciéndole gran crueldad mandarlo matar él mismo, acordó decirle que fuesen él y Simón de Alzate solos, y que se quedase Ampuero, de manera que, viéndolos solos los indios, los mataran. Pedro López, que bien entendió la intención de Almendras, le dijo que tenia el caballo tan fatigado, que no se atrevía a ir en él, y que le dejase reposar dos o tres días. Francisco de Ampuero, valientemente, dijo que no irían Pedro López y Alzate sin él, y que solamente se quedaría forzado, porque luego sería mal contado".
     Es muy probable que los pormenores de esta situacion se los contara personalmente Pedro López a su primo, el cronista Cieza, quien nunca menciona ese parentesco. La respuesta que dio Ampuero le molestó mucho a Francisco de Almendras, pero, de momento, no decidió nada, sino que todos se fueron a dormir porque ya era tarde: "Y, al fin, aquella noche, Pedro López, temiendo que le matasen, la pasó sin dormir sueño alguno".

      (Imagen) Nos hemos dejado atrás al clérigo BALTASAR DE LOAYSA Y PRADO, quien se prestó a cumplir una misión sumamente arriesgada. Algunos que se habían entusiasmado con el liderazgo de Gonzalo Pizarro, se arrepintieron, y, para evitar represalias del virrey, le escribieron desde el Cuzco una carta pidiéndole perdón. Se prestó Loaysa a llevarla a Lima después de que le dijeran a Gonzalo Pizarro que haría allá un buen papel como espía. Esta vez le salió bien la aventura, y la repitió más tarde, huyendo de las tropas de Gonzalo Pizarro. Lo atraparon, pero no le encontraron la carta que llevaba para conseguir el perdón de algunos que querían pasarse al bando del virrey. Dieron por hecho que se la había tragado, y el temible Francisco de Carvajal lo metió en una cueva, lo desnudó y lo puso en el potro para que hablara, pero aguantó dos horas de tormento sin revelar nada. Ya iba a matarlo, cuando Gonzalo Pizarro le ordenó que lo dejara libre y fuera desterrado. Su heroicidad salvó a muchos de los implicados en la conjura, pero fueron ejecutados tres de ellos (de quienes ya hemos hablado), por ser muy sospechosos: Gaspar Rodríguez de Camporredondo (hermano del capitán Peransúrez), Juan Arias Maldonado y Felipe Gutiérrez, todos de gran prestigio. Baltasar de Loaysa y Prado pertenecía a una notable familia madrileña (como era el caso de Gutiérrez), y llegó a las Indias el año 1535. A pesar de ser clérigo de parroquia, y de afirmar que su principal deseo era adoctrinar a los indios, su conciencia le llevó a implicarse en lo que creyó justo, el servicio al Rey. Eso hizo que participara activamente contra los desleales, como Gonzalo Pizarro, y de ahí que, cosa rara en un clérigo, presentara en 1554 un expediente de méritos y servicios a la Corona (la imagen muestra un folio de los 261 que contiene). El heroico BALTASAR DE LOAYSA sobrevivió a todo aquel horror. El año 1571 andaba por España y preparaba su viaje de vuelta al Perú.





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