(593) Pero Pizarro quería más. Envió insistentemente cartas a Diego de
Maldonado y a Pedro de los Ríos, que residían en Andahuailas, para que fuesen
al Cuzco: "A pesar de que no
querían ir ni estar presentes en los levantamientos, no aprovechó su deseo,
porque, fueron tantas las cartas que les mandó, que tuvieron que ir al Cuzco.
Cuando se supo que Gonzalo Pizarro había sido nombrado capitán para luchar
contra Manco Inca, de todas partes llegaban soldados bien provistos de
arcabuces y pólvora para seguirle, pues deseaban que los bullicios se
convirtiesen en guerra, para salir de la pobreza que con la paz tenían".
Luego Gonzalo trabajó a fondo para conseguir más poderes: "Se
alegró en gran manera de haber sido nombrado capitán contra Manco Inca, porque
le pareció que era un escalón para subir adonde él deseaba. Habló con los más
principales pidiéndoles que, como el virrey quería ejecutar las ordenanzas y él
había salido de las Charcas para servirles a ellos, le nombrasen su procurador.
Los del cabildo, después de haber altercado sobre aquello, acordaron todos
juntos darle a Gonzalo Pizarro poder cumplido para que fuera a la Ciudad de los
Reyes a fin de que las ordenanzas fueran
apeladas ante Su Majestad. Hecho esto,
Gonzalo Pizarro andaba acompañado de gente de guerra, y mostraba ya por sus
palabras que su deseo se extendía a más que ser procurador".
Le quedaba un paso nás: "Habló con amigos suyos pidiéndoles
que convenciesen a los vecinos para que
lo aceptasen como Justicia Mayor, y esto lo hizo para tener entero mando sobre
todo. Cuando lo supieron los del cabildo, se alteraron en gran manera,
pareciéndoles que Gonzalo Pizarro, aprovechándose de ellos y dejándoles sin
mando, se quería alzar con el reino y oponerse al virrey. Pareciéndoles mala su
intención, acordaron no concedérselo. Gonzalo Pizarro, como entendió las voluntades
de algunos, decía falsamente que no quería ser procurador ni capitán de ciudad
tan ingrata, pero no dejaba de andar acompañado de arcabuceros y escopeteros".
El caso es que los del cabildo volvieron a reunirse, y Gonzalo Pizarro
se presentó ante ellos para hacerles una declaración, que Cieza vio tiempo
después en poder del notario, y la transcribe. Tenía fecha de 27 de junio de
1544. Era una auténtica farsa, con amenaza incluida, ya que empezaba por decir
que, puesto que se negaban a darle el cargo de Justicia Mayor, retiraba su
petición, pero que lo aceptaría gustoso si se lo daban, ya que convenía para
pacificar a la gente de guerra, de manera que, porque los soldados se lo habían
pedido, quería que le nombraran. La enredada argumentación no podía ser más
ridícula, pero los del cabildo, ya solos, sometieron el tema a votación, sin
duda amedrentados "porque los arcabuceros disparaban pelotas dando a
entender que lo mismo harían con ellos si no le obedeciesen a Gonzalo Pizarro".
Qué situación. Llegó la hora de votar si se le nombraba a Gonzalo
Capitán General yJusticia Mayor, y fue evidente que algunos, aterrorizados,
trataron de evitar el compromiso. Los abiertamente partidarios de Gonzalo
Pizarro lo aprobaron encantados. Hubo otros que se tragaron el sapo por miedo,
y también se mostraron conformes. Pero no faltaron los que, echándole mucho valor,
trataron de evitar el compromiso.
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