lunes, 27 de enero de 2020

(Día 1015) El virrey reclutó quinientos hombres. Vasco de Guevara le convenció de que él no había entregado la artillería a los pizarristas. Cieza se irrita por la traición del clérigo Juan de Sosa.


     (605) Démosle al bueno de Cieza el gusto de mostrarnos su sensatez y, al mismo tiempo, sus conocimientos históricos: "Recuerda Dionisio Halicarnasio que los que tienen mayor experiencia, cuando han de hacer alguna cosa, antes de que la comiencen, miran el fin. Los tiranos de la ciudad de Jerusalén, Simón y Juan, según el historiador Josepho en De bello judaico, se hicieron más daño ellos mismos que el que los romanos pudieran hacerles. Los de Milán, por tomar como capitán a Guelpone, conde de Angleria, de capitán, se tornó tirano, y la ciudad de Milán fue destruida hasta los cimientos por Federico (Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano). No hay más libertad que la de vivir bajo el gobierno del Rey. Y, si no, pregúntenle a la ciudad de Arequipa cómo le fue en la batalla de Huarina, y a Quito en la de Iñaquito, y si les fuera mejor no haber conocido a Gonzalo Pizarro (que traía colores relucientes por fuera, y, por dentro, sucios y llenos de hollín), y que todos hubieran obedecido solamente al Rey como único señor".
     El virrey siguió con su idea de prepararse para la guerra. Hizo nombramientos de oficiales. Capitanes de caballería fueron el sevillano Don Alonso de Montemayor y Diego Álvarez de Cueto, cuñado del virrey; capitán de arcabuceros, el vizcaíno Diego de Urbina; maestre de campo, el asturiano Gonzalo Díaz de Pineda; capitantes de infantería, Pablo de Meneses, de Talavera de la Reina, y Martín de Robles, de Melgar de Fernamental, y, capitán de la guardia, Juan Velázquez Vela Núñez, hermano del virrey. Al parecer, varios vecinos de Lima, entre ellos Don Antonio de Ribera y Alonso  Palomino. le tenían al corriente a Gonzalo Pizarro de todo lo que ocurría en la ciudad. Rápidamente, el virrey consiguió que se alistaran en sus tropas más de quinientos hombres.
     Tras salir de Huamanga, como ya vimos, Vasco de Guevara, para no verse comprometido con los pizarristas que habían llegado a la ciudad, se presentó en Lima: "Entró para purgarse de lo que decían de él acusándole de haber entregado la artillería a los hombres de Gonzalo Pizarro. El virrey le miró con airado semblante, pero, oída su excusa, se le mostró sin dificultad favorable".
     Cieza, de repente, se vuelve irritado contra un clérigo al que acabo de 'retratar' en una imagen: "Francisco de Cárdenas, que estaba en Guáitara, le mandaba aviso a Gonzalo Pizarro de todo lo que sabía. El clérigo Juan de Sosa, que había ido con el obispo Loaysa, llegó a Huamanga. Según dicen, le envió cartas a Gonzalo Pizarro, en las cuales le decía que tuviese ánimo en seguir lo comenzado y que el virrey estaba mal visto, y otras osas no conformes con su profesión. Si yo tuviese que contar las bellaquerías que frailes y clérigos hicieron, sería nunca acabar, y las orejas cristianas, al oírlas, recibirían pena. También escribió el Sosa que no consintiesen que el obispo entrara en el Cuzco, porque los iba a engañar, y que él les avisaría con toda prisa de las cosas que les convenía saber". No es la primera vez que el cronista 'atiza' a los clérigos, pero tampoco se callaba cuando había que alabarlos. Lo que veremos después es que las sospechas de que el obispo estuviera de parte de Pizarro eran falsas, y asimismo, que el clérigo Juan de Sosa era un redomado traidor.

     (Imagen) Vamos con el cuarto y último oidor de la primera Audiencia de Lima: JUAN LISÓN DE TEJADA. Natural de Logroño, tenía el título de Doctor en Leyes, siendo solo licenciados los otros tres, aunque Cepeda era el presidente.  Como los otros oidores, hizo el viaje con su mujer, Catalina de Vergara, a diferencia de Vaca de Castro y del virrey Núñez Vela, muy conscientes de que iban a un infierno. Llegado a Lima, Tejada se hospedó en la casa del mercader Cristóbal de Burgos (al que ya dediqué una imagen). Ilusoriamente, se confabuló con el oidor Álvarez (otro que tal) para nombrar al oidor Cepeda Gobernador y Capitán General de Perú. No tardando mucho, tuvieron que rebajar su soberbia y cederle el puesto a Gonzalo Pizarro, a quien todos los oidores (salvo Pedro Ortiz de Zárate) apoyaron firmemente en su rebelión. Rematando la faena, Tejada se vio metido en otra locura. Gonzalo Pizarro, a base de premios y amenazas, le obligó a ir a España para que él, un letrado muy prestigioso y con influencias en la Corte, consiguiera que el Rey aprobara su rebelión contra el virrey. Tejada tuvo que aceptar, pero lleno de angustia, porque intuía que en España iba ser severamente castigado por Carlos V. Hay quien dice que tampoco Gonzalo esperaba un buen resultado, pero que su verdadera intención era acabar con el poder de la Audiencia de Lima, y hasta algún testigo declaró que también deseaba su alejamiento porque estaba enamorado de su mujer. Quizá con esos temores, Tejada, ya en viaje, le escribió a su mujer diciendo: "No he hecho otra cosa en esta vida de la que tanto me arrepienta como de no haberos traído. Nunca pensé acordarme tanto, ni que os quiero el doble". Pero a JUAN LISÓN DE TEJADA le pasó lo que menos esperaba: murió durante el trayecto, en 1545, navegando por aguas caribeñas. Y acertó con sus temores. La imagen muestra un trozo de las tremendas acusaciones que le hizo después el fiscal Villalobos al difunto por haberse aliado con "el traidor, rebelde y tirano Gonzalo Pizarro".



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