(599) Gonzalo Pizarro hizo con prisa ciertos nombramientos en el Cuzco.
Con el primero salió chasqueado, porque eligió sorprendentemente a alguien que
ya había dejado claro que no quería comprometerse: "Pensó en darle el
cargo de Alférez General a Diego de Maldonado el Rico, el cual, con razones
exquisitas, se apartó de recibirlo, explicándole que sería cosa más acertada
dejarlo en la ciudad. Los mismos del cabildo le pidieron a Pizarro que se
quedase como alcalde y capitán de la
ciudad, y, tras aceptarlo, nombró Maese de Campo a Alonso de Toro, natural de
Trujillo, Alférez General a Antonio de Altamirano, natural de Hontiveros,
Capitanes de Infantería, a Diego Gumiel, natural de Villadiego, y a Juan Vélez
de Guevara, natural de Málaga, Capitán de Arcabuceros a Cermeño, natural de San
Lúcar de Barrameda, Capitán de Artillería a Hernando Bachicao y Capitán de
Caballería a Pedro de Portocarrero". Pasado algún tiempo, Alonso de Toro
será desplazado, con gran disgusto suyo, del puesto de Maese de Campo por el
temible Francisco de Carvajal, figura clave de la rebelión, quien, al parecer,
quedó en un segundo plano cuando se hicieron estos nombramientos, a pesar de
que ya había sido maese de campo con Vaca de Castro.
No pierde ocasión Cieza de criticar a Gonzalo Pizarro, aunque nunca le
negó sus méritos: "A los pocos días de los nombramientos hechos por el
nocivo Gonzalo Pizarro, salían a la plaza las nefandas banderas, y las ondeaban
los alféreces que querían seguir aquella guerra tan malvada y tan atroz. ¡Qué
alegre se mostraba el tirano Gonzalo Pizarro viendo que tenía pujanza para
oponerse al virrey, pareciéndole fácil hacerse con el gobierno del
reino!".
Gonzalo Pizarro no se olvidó de que, cuando Vaca de Castro venció en la
batalla de Chupas, se quedó allí retenida, en la ciudad de San Juan de la
Victoria de Huamanga, la artillería del derrotado Diego de Almagro el Mozo, y le
encargó al capitán Francisco de Almendras que fuera a traerla. Su llegada al
lugar iba a ser un problema para las
autoridades: "Estaba allí como alcalde Vasco Suárez, y, sabiendo que iba
Francisco de Almendras, se juntó con los regidores, y hablaron sobre la orden
que tenían de que la artillería no se sacara de allí. Vasco de Suárez dijo que se iba a oponer
contra Almendras y los suyos; Juan de Berrio, regidor, estuvo de acuerdo, y aseguró
que ayudaría con su persona, armas y caballos a que el alcalde lograra su leal intención. Diego Gavilán dijo
lo mismo; el capitán Vasco de Guevara (fundador de la ciudad) fingió
estar indispuesto, y que, por ello, no pudo dejar de estar en su lecho. Francisco
de Almendras, con grandes voces, decía que a qué esperaban para entregarle la
artillería, y los de Huamanga le respondían equívocamente, sin querer darle
razón de dónde estaba".
La artillería la tenía guardada Vasco de Guevara: "Al saber Almendras que se había marchado, estuvo a
lunto de destruir el pueblo. Fue con gran ira a su casa, y, atormentando a
algunos indios, supo dónde estaba la artillería. Hecho esto, la cargó a hombros
de los indios, y fue llevada a la ciudad del Cuzco".
(Imagen) DIEGO
DE GUMIEL fue una víctima más de las kafkianas guerras civiles de Perú, en las
que casi nadie estaba libre de sospecha, y se castigaba sin las debidas
comprobaciones, por aquello del 'piensa mal y te quedarás corto'. Cieza nos
indica que era natural de la burgalesa Villadiego. Cuando llegó a Perú, en
1528, estuvo al servicio de Pizarro, como criado suyo, lo que indicaría que era
de familia importante y, además, joven, aunque hizo el viaje con su esposa, Catalina de Santa Cruz, dejando en España a
una hija recién nacida, María de Gumiel, al cuidado de sus abuelos. Ahora le
vemos como capitán, recién nombrado por Gonzalo Pizarro. Aunque las apariencias
engañan, porque Diego le había escrito una carta al Rey, explicándole que, de no
haber aceptado el cargo, le habrían matado. Cierto o no, eso manchó su nombre,
y le trajo muchos problemas a su familia. Es cierto que luchó contra el virrey
Blasco Núñez Vela, pero, en algún momento determinado, no pudo seguir
soportando su impostura y comenzó a criticar abiertamente a los oidores por
haberle dado a Gonzalo Pizarro el cargo de Gobernador y apresado al virrey. Fue
una desesperación suicida, porque Gonzalo Pizarro lo apresó, y acabó con su
vida de manera denigrante. Por si fuera poco, terminadas las guerras civiles,
Diego de Gumiel fue incluido en el grupo de traidores a la Corona, juzgado y
condenado a la pérdida de su honra y de todos sus bienes, parte de los cuales
ya se los había requisado Gonzalo Pizarro. Pero entonces actuaron judicialmente
dos bravas mujeres. No su viuda, porque se había vuelto a casar, sino su madre,
Constanza de Ubierna, y su hija, María de Gumiel. En la imagen vemos un
documento procesal en el que se hace referencia, sucesivamente, a la viuda, la
madre y la hija, y se menciona a Diego de Gumiel. ¿Resultado?: Se recuperó el
buen nombre de DIEGO DE GUMIEL, y hubo que devolverles a las dos infatigables
mujeres todos los bienes confiscados.
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