(436) Solucionado el problema, Jorge Robledo les hizo
prometer a todos los indios que no iban a pelear de nuevo entre ellos. Cieza,
con justo orgullo, habla del beneficio que le tocó: “El cacique Ancora y otros
principales se me dieron a mí en encomienda cuando se hizo el repartimiento,
como conquistador que soy de aquellas tierras, y el Capitán tomó posesión de
ellas en nombre de Su Majestad y para la Corona de Castilla”. Partieron después
hacia un lugar llamado Pozo, donde los nativos eran especialmente peligrosos:
“Son estos indios los más valientes que hay en todas las Indias de Perú.
Siempre tienen sus armas en la mano, eran temidos de todos sus comarcanos, y
con ninguno querían tener paz. Andan desnudos, lo mismo que sus mujeres. Cuando
tuvieron noticia de nuestra estancia en Picara, confiados en la fuerza de sus
brazos, teniendo en poco a los españoles, y después de haber hecho grandes
sacrificios a sus dioses, se juntaron en una cumbre más de seis mil de ellos
para defender el paso”.
Cieza nos revela algo que tuvo que ser habitual en las campañas de
Indias, la colaboración de indios amigos en las batallas: “Partimos, como digo,
de Picara, viniendo con nosotros más de cinco mil indios de aquella provincia,
y los principales caciques, todos con gran voluntad de asolar la provincia de
Pozo e de matar a los naturales de ella”. Envalentonados por contar con la
fuerza y la eficacia de los españoles, aquella era la ocasión de su vida para
poder vengarse de terribles enemigos a los que nunca pudieron vencer. Comenta
Cieza que iban casi como de excursión, descuidados y disfrutando del paisaje, pasando por una
tierras tan ricas en oro que serían maravillosas “si los indios no se comieran
los unos a los otros”. Da nombres de los que iban por delante con Robledo: los
capitanes Álvaro de Mendoza, Antonio Pimentel, Suer de Nava, Giraldo Gil de Estopiñán,
el trompeta Francisco de Cuéllar y el clérigo Francisco de Frías, “y entonces
oyeron el ruido que hacían los bárbaros”. Ante el inminente ataque, Robledo
mandó rápidamente aviso con varios soldados (uno era Cieza) a la caballería que
venía detrás. Los indios seguían gritando: “Nos llamaban umes, que quiere decir mujeres,
y otras palabras más feas”. Recordemos que Cieza se intereseba en las lenguas
nativas.
Va a resultar gravemente herido el capitán Jorge Robledo. Merecerá la
pena seguir de cerca lo que cuenta Cieza, por el dramatismo de la escena, y es
en esta ocasión cuando da a conocer lo que vimos en el texto de la imagen
anterior: el triste destino de los cuerpos de Jorge Robledo y sus tres
principales capitanes (aunque a estos no los menciona) después de haber sido
ejecutados por Belalcázar. Los indios amigos, que con tanto entusiasmo se habían
apuntado a luchar junto a los españoles contra los enemigos, ‘se arrugaron’ en
cuanto vieron la fiereza de los contrarios: “Los indios de Carrapa y Picara,
aunque pasaban de cinco mil, iban tan medrosos y con tanto miedo de los de
Pozo, que casi no osaban hablar. Los nuestros llegaron a un paso bien
difiultoso de la sierra, y el Capitán Jorge Robledo, con mucho esfuerzo y ánimo
de varón, hirió con las espuelas al caballo, e a pesar de los enemigos, llegó
casi a la cumbre”. Y fue entonces cuando
le pudo costar cara su osadía.
(Imagen) Cieza menciona al Capitán GIRALDO GIL DE ESTOPIÑÁN. Nombre tan
sonoro despierta la curiosidad, y la investigación aporta datos soprendentes.
En el archivo PARES hay un expediente que se refiere a una reclación hecha por
su madre, Inés García Franca. En el documento de la imagen (año 1553) dice que
es la viuda de Bartolomé de Estopiñán, y reclama una escritura en la que consta
que Sebastián de Belalcázar fue condenado a devolverle a su hijo, GIRALDO GIL
DE ESTOPIÑÁN (que aún vivía), muchos
pesos de oro que le quitó violentamente. He visto que los ESTOPIÑÁN fueron muy
importantes en Cádiz y en Jerez de la Frontera. Digamos también algo del capitán
BARTOLOMÉ DE ESTOPIÑÁN, padre de Giraldo (versión antigua de Gerardo). Fue un
gran militar en la conquista de Granada y en la de Tenerife, las isla canaria. Por
defender los intereses del Duque de Medina Sidonia, Bernardo bombardeó su
propia Ciudad, Cádiz, y se vio obligado a trasladar su residencia a Jerez. Allí
se casó con Inés y tuvieron su descendencia. Consta que, el año 1534, dos de
sus hjos, Giraldo y un hermano suyo, partieron para las Indias. Seguro que
llevaban en la sangre el espíritu luchador de sus antepasados. Por orden de
Jorge Robledo, Giraldo fundó en Colombia una población en el Valle del Cauca (Colombia), a la que le puso el nombre de su lugar de
origen, Villa de Jerez, aunque, con el tiempo, se cambió por el de Buga
(actualmente con más de 100.000 habitantes). Aparece en los archivos que, en
1563, Juana de Lezcano, viuda ya de Giraldo Gil, defendió, como tutora de su
hijo Giraldo Gil, los derechos que tenía a una encomienda de indios. Con el
tiempo, el nombre GIRALDO se ha convertido en un apellido bastante frecuente en
Colombia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario