sábado, 1 de junio de 2019

(Día 846) Robledo y los suyos (incluido Cieza) iban al encuentro de los temibles indios pozos. Los indígenas amigos querían castigarlos, pero, en cuanto oyeron su griterío, se amedrentaron. Jorge Robledo va a tener un percance grave.


      (436) Solucionado el problema, Jorge Robledo les hizo prometer a todos los indios que no iban a pelear de nuevo entre ellos. Cieza, con justo orgullo, habla del beneficio que le tocó: “El cacique Ancora y otros principales se me dieron a mí en encomienda cuando se hizo el repartimiento, como conquistador que soy de aquellas tierras, y el Capitán tomó posesión de ellas en nombre de Su Majestad y para la Corona de Castilla”. Partieron después hacia un lugar llamado Pozo, donde los nativos eran especialmente peligrosos: “Son estos indios los más valientes que hay en todas las Indias de Perú. Siempre tienen sus armas en la mano, eran temidos de todos sus comarcanos, y con ninguno querían tener paz. Andan desnudos, lo mismo que sus mujeres. Cuando tuvieron noticia de nuestra estancia en Picara, confiados en la fuerza de sus brazos, teniendo en poco a los españoles, y después de haber hecho grandes sacrificios a sus dioses, se juntaron en una cumbre más de seis mil de ellos para defender el paso”.
     Cieza nos revela algo que tuvo que ser habitual en las campañas de Indias, la colaboración de indios amigos en las batallas: “Partimos, como digo, de Picara, viniendo con nosotros más de cinco mil indios de aquella provincia, y los principales caciques, todos con gran voluntad de asolar la provincia de Pozo e de matar a los naturales de ella”. Envalentonados por contar con la fuerza y la eficacia de los españoles, aquella era la ocasión de su vida para poder vengarse de terribles enemigos a los que nunca pudieron vencer. Comenta Cieza que iban casi como de excursión, descuidados y  disfrutando del paisaje, pasando por una tierras tan ricas en oro que serían maravillosas “si los indios no se comieran los unos a los otros”. Da nombres de los que iban por delante con Robledo: los capitanes Álvaro de Mendoza, Antonio Pimentel, Suer de Nava, Giraldo Gil de Estopiñán, el trompeta Francisco de Cuéllar y el clérigo Francisco de Frías, “y entonces oyeron el ruido que hacían los bárbaros”. Ante el inminente ataque, Robledo mandó rápidamente aviso con varios soldados (uno era Cieza) a la caballería que venía detrás. Los indios seguían gritando: “Nos llamaban umes, que quiere decir mujeres, y otras palabras más feas”. Recordemos que Cieza se intereseba en las lenguas nativas.
     Va a resultar gravemente herido el capitán Jorge Robledo. Merecerá la pena seguir de cerca lo que cuenta Cieza, por el dramatismo de la escena, y es en esta ocasión cuando da a conocer lo que vimos en el texto de la imagen anterior: el triste destino de los cuerpos de Jorge Robledo y sus tres principales capitanes (aunque a estos no los menciona) después de haber sido ejecutados por Belalcázar. Los indios amigos, que con tanto entusiasmo se habían apuntado a luchar junto a los españoles contra los enemigos, ‘se arrugaron’ en cuanto vieron la fiereza de los contrarios: “Los indios de Carrapa y Picara, aunque pasaban de cinco mil, iban tan medrosos y con tanto miedo de los de Pozo, que casi no osaban hablar. Los nuestros llegaron a un paso bien difiultoso de la sierra, y el Capitán Jorge Robledo, con mucho esfuerzo y ánimo de varón, hirió con las espuelas al caballo, e a pesar de los enemigos, llegó casi a la cumbre”.  Y fue entonces cuando le pudo costar cara su osadía.

     (Imagen) Cieza menciona al Capitán GIRALDO GIL DE ESTOPIÑÁN. Nombre tan sonoro despierta la curiosidad, y la investigación aporta datos soprendentes. En el archivo PARES hay un expediente que se refiere a una reclación hecha por su madre, Inés García Franca. En el documento de la imagen (año 1553) dice que es la viuda de Bartolomé de Estopiñán, y reclama una escritura en la que consta que Sebastián de Belalcázar fue condenado a devolverle a su hijo, GIRALDO GIL DE ESTOPIÑÁN (que aún vivía),  muchos pesos de oro que le quitó violentamente. He visto que los ESTOPIÑÁN fueron muy importantes en Cádiz y en Jerez de la Frontera. Digamos también algo del capitán BARTOLOMÉ DE ESTOPIÑÁN, padre de Giraldo (versión antigua de Gerardo). Fue un gran militar en la conquista de Granada y en la de Tenerife, las isla canaria. Por defender los intereses del Duque de Medina Sidonia, Bernardo bombardeó su propia Ciudad, Cádiz, y se vio obligado a trasladar su residencia a Jerez. Allí se casó con Inés y tuvieron su descendencia. Consta que, el año 1534, dos de sus hjos, Giraldo y un hermano suyo, partieron para las Indias. Seguro que llevaban en la sangre el espíritu luchador de sus antepasados. Por orden de Jorge Robledo, Giraldo fundó en Colombia una población en el Valle del Cauca (Colombia),  a la que le puso el nombre de su lugar de origen, Villa de Jerez, aunque, con el tiempo, se cambió por el de Buga (actualmente con más de 100.000 habitantes). Aparece en los archivos que, en 1563, Juana de Lezcano, viuda ya de Giraldo Gil, defendió, como tutora de su hijo Giraldo Gil, los derechos que tenía a una encomienda de indios. Con el tiempo, el nombre GIRALDO se ha convertido en un apellido bastante frecuente en Colombia.


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