(445) Andagoya partió por mar desde Panamá, llegó a la costa en el punto
que le pareció apropiado, y se dirigió por tierra a la ciudad de Cali (fundada
por Belalcázar). La travesía fue tan dura que se le murieron los caballos. Peró
llegó, y, con insensata precipitación, dio su primer paso en falso: “Fue bien recibido
por los vecinos de Cali, les presentó la provisiones reales que traía,
prometiéndoles hacer a todos mucho bien, y, cuando las vieron, sin pedirle los
documentos ni tener en cuenta que en aquella tierra no había ningún río que se
llamase San Juan, lo recibieron como Gobernador e Capitán General, en lo cual
actuaron muy neciamente”. Tuvo que haber mala fe en Andagoya porque iban con él
pilotos habituados a las mediciones geográficas, e, incluso, él mismo (como ya
dije) tenía tanta experiencia marinera, que estuvo a punto de ser el primero en
descubrir el imperio inca.
Pero no paró ahí la cosa. Con inmensa osadía, intentó arrebatarle, nada
menos que al temible Belalcázar, otras ciudades fundadas por él, dejándole, de
hecho, como un gobernador sin tierras. Se va a atrever incluso a utilizar como
mensajero de sus pretensiones a quien Belalcázar había dejado al mando durante
su ausencia: Miguel Muñoz. Y lo extraño fue que este, uno de los capitanes más
veteranos, aceptara tan ridículo papelón. Quizá Andagoya, con sutiles trampas,
iba convenciendo a todos de que el Rey le había dado poder sobre cualquier
autoridad anterior. En lo que sigue veremos la confirmación de que estaba
actuando como un estafador.
Cuando supo Andagoya que también Robledo andaba descubriendo tierras, y
que había fundado una ciudad en Anserma, tuvo el desparpajo de enviar allá a
Miguel Muñoz para que tomase posesión de ella en su nombre. Y, ya el no va más,
hizo lo mismo con Popayán, que era la capital de toda la gobernación de
Belalcázar. Intentó también ‘comprar’ a Robledo, entonces solamente capitán a
las órdenes de Belalcázar: “Andagoya fue reconocido sin ninguna oposición en
Popayán. Con el capitán Miguel Muñoz, escribió una carta a Robledo, haciéndole
en ella grandes ofrecimientos, y, llegado Miguel Muñoz a Anserma, presentó las
provisiones de Andagoya, y fue reconocido como lo había sido en Cali (y en Popayán). Robledo y sus hombres
estaban ya a punto de volver, y les llegaron estas noticias”.
En medio de tanto ‘éxito’, le entró de repente a Andagoya el tembleque,
y se dedicó al juego sucio: “Miguel Muñoz volvió para dar razón de lo que por
él se había hecho, y Andagoya, como no tenía firme el fundamento con que había
entrado en las ciudades, y temiese que Belalcázar vendría a ellas como Gobernador,
por haberlas conquistado e poblado, dábase muy gran prisa en hacer pruebas y tomar
testigos contra Belalcázar, creyendo que así le perjudicaría y Su Majestad y
los del Consejo de Indias no le harían mercedes”.
(Imagen) El capitán MIGUEL MUÑOZ tuvo un gran currículum. En 1562, sus hijos presentaron
(para pedir mercedes al Rey) su impresionante hoja de servicios (la de la
imagen) a lo largo de cuarenta años en
las Indias. Veamos, resumido, lo que dicen. En la panameña ciudad de Natá, lo reclutó
Pizarro, y estuvo presente en el apresamiento de Atahualpa. Luego, con
Sebastián de Belalcázar, luchó en la conquista de Quito, y lo acompañó a
pacificar la provincia de Popayán. Allí fundaron la ciudad y varias poblaciones,
aportando Muñoz doce mil pesos de oro del botín de Atahualpa. Siendo Teniente de
Gobernador de Belalcázar, pasó grandes peligros batallando. Enterado de que
llegaba Vaca de Castro por orden del Rey, fue a recibirle al puerto de
Buenaventura, donde lo halló desbaratado por el temporal (confirman lo que contaba Cieza), y le ayudó en todo lo que necesitaba. Fundó la villa de Arma. Sabiendo
que venía perseguido por Gonzalo Pizarro el virrey Blasco Núñez Vela, fue a
socorrerlo. Estuvo a su lado en la batalla de Iñaquito, donde el virrey fue
derrotado y muerto, teniendo él que huir. Luego se puso al servicio de Pedro de
la Gasca hasta que Gonzalo Pizarro fue vencido y decapitado. Volvió después a
Popayán, donde tuvo que salir a pacificar a unos indios rebeldes y murió
luchando contra ellos. Sin embargo, los declarantes ocultan la parte brutal de
su padre. Mató cruelmente a bastantes caciques. Es cierto que los indios de
aquellas tierras eran implacables, pero consta que Muñoz fue condenado a tres
años en galeras por sus frecuentes desmanes, aunque luego se suprimió la pena
por el extraordinario historial de sus servicios a la Corona. Hasta el cronista
versificador Juan de Castellanos ironiza en una estrofa por algo no muy
honroso: Miguel Muñoz desvalijó a una anciana india que iba cubierta de joyas.
Cara y cruz de todo un personaje.
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