miércoles, 12 de junio de 2019

(855) Los vecinos de Cali reciben a Pascual de Andagoya como Gobernador (sin tener los derechos correspondientes). De manera sumamente imprudente, y fraudulenta, intentará arrebatarle al ausente Belalcázar varias poblaciones.


     (445) Andagoya partió por mar desde Panamá, llegó a la costa en el punto que le pareció apropiado, y se dirigió por tierra a la ciudad de Cali (fundada por Belalcázar). La travesía fue tan dura que se le murieron los caballos. Peró llegó, y, con insensata precipitación, dio su primer paso en falso: “Fue bien recibido por los vecinos de Cali, les presentó la provisiones reales que traía, prometiéndoles hacer a todos mucho bien, y, cuando las vieron, sin pedirle los documentos ni tener en cuenta que en aquella tierra no había ningún río que se llamase San Juan, lo recibieron como Gobernador e Capitán General, en lo cual actuaron muy neciamente”. Tuvo que haber mala fe en Andagoya porque iban con él pilotos habituados a las mediciones geográficas, e, incluso, él mismo (como ya dije) tenía tanta experiencia marinera, que estuvo a punto de ser el primero en descubrir el imperio inca.
     Pero no paró ahí la cosa. Con inmensa osadía, intentó arrebatarle, nada menos que al temible Belalcázar, otras ciudades fundadas por él, dejándole, de hecho, como un gobernador sin tierras. Se va a atrever incluso a utilizar como mensajero de sus pretensiones a quien Belalcázar había dejado al mando durante su ausencia: Miguel Muñoz. Y lo extraño fue que este, uno de los capitanes más veteranos, aceptara tan ridículo papelón. Quizá Andagoya, con sutiles trampas, iba convenciendo a todos de que el Rey le había dado poder sobre cualquier autoridad anterior. En lo que sigue veremos la confirmación de que estaba actuando como un estafador.
     Cuando supo Andagoya que también Robledo andaba descubriendo tierras, y que había fundado una ciudad en Anserma, tuvo el desparpajo de enviar allá a Miguel Muñoz para que tomase posesión de ella en su nombre. Y, ya el no va más, hizo lo mismo con Popayán, que era la capital de toda la gobernación de Belalcázar. Intentó también ‘comprar’ a Robledo, entonces solamente capitán a las órdenes de Belalcázar: “Andagoya fue reconocido sin ninguna oposición en Popayán. Con el capitán Miguel Muñoz, escribió una carta a Robledo, haciéndole en ella grandes ofrecimientos, y, llegado Miguel Muñoz a Anserma, presentó las provisiones de Andagoya, y fue reconocido como lo había sido en Cali (y en Popayán). Robledo y sus hombres estaban ya a punto de volver, y les llegaron estas noticias”.
     En medio de tanto ‘éxito’, le entró de repente a Andagoya el tembleque, y se dedicó al juego sucio: “Miguel Muñoz volvió para dar razón de lo que por él se había hecho, y Andagoya, como no tenía firme el fundamento con que había entrado en las ciudades, y temiese que Belalcázar vendría a ellas como Gobernador, por haberlas conquistado e poblado, dábase muy gran prisa en hacer pruebas y tomar testigos contra Belalcázar, creyendo que así le perjudicaría y Su Majestad y los del Consejo de Indias no le harían mercedes”.

     (Imagen) El capitán MIGUEL MUÑOZ  tuvo un gran currículum. En 1562, sus hijos presentaron (para pedir mercedes al Rey) su impresionante hoja de servicios (la de la imagen) a lo largo de  cuarenta años en las Indias. Veamos, resumido, lo que dicen. En la panameña ciudad de Natá, lo reclutó Pizarro, y estuvo presente en el apresamiento de Atahualpa. Luego, con Sebastián de Belalcázar, luchó en la conquista de Quito, y lo acompañó a pacificar la provincia de Popayán. Allí fundaron la ciudad y varias poblaciones, aportando Muñoz doce mil pesos de oro del botín de Atahualpa. Siendo Teniente de Gobernador de Belalcázar, pasó grandes peligros batallando. Enterado de que llegaba Vaca de Castro por orden del Rey, fue a recibirle al puerto de Buenaventura, donde lo halló desbaratado por el temporal (confirman lo que contaba Cieza), y le ayudó en todo lo que  necesitaba. Fundó la villa de Arma. Sabiendo que venía perseguido por Gonzalo Pizarro el virrey Blasco Núñez Vela, fue a socorrerlo. Estuvo a su lado en la batalla de Iñaquito, donde el virrey fue derrotado y muerto, teniendo él que huir. Luego se puso al servicio de Pedro de la Gasca hasta que Gonzalo Pizarro fue vencido y decapitado. Volvió después a Popayán, donde tuvo que salir a pacificar a unos indios rebeldes y murió luchando contra ellos. Sin embargo, los declarantes ocultan la parte brutal de su padre. Mató cruelmente a bastantes caciques. Es cierto que los indios de aquellas tierras eran implacables, pero consta que Muñoz fue condenado a tres años en galeras por sus frecuentes desmanes, aunque luego se suprimió la pena por el extraordinario historial de sus servicios a la Corona. Hasta el cronista versificador Juan de Castellanos ironiza en una estrofa por algo no muy honroso: Miguel Muñoz desvalijó a una anciana india que iba cubierta de joyas. Cara y cruz de todo un personaje.



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