(451) El detalle de que Antonio
Picado concediera puestos importantes a cambio de regalos, confirmaría que,
como dijo el cronista Pedro Pizarro, su poder en los asuntos de la gobernacón
de Pizarro era muy grande. Sin embargo, Cieza asegura que, aunque Tapia llegara
a Anserma, nadie le aceptaría como teniente de Belalcázar, prefiriendo todos a
Jorge Robledo.
Gonzalo Pizarro llegó con su provisión, encontró allá a Lorenzo de
Aldana, y fue reconocido como Gobernador de Quito, San Miguel, Puerto Viejo,
Guayaquil y Pasto. Desembarcó en la zona Pedro de Puelles, que había ejercido
como Teniente de Gobernador, y acató de inmediato la autoridad de Gonzalo, a
quien siempre le va ser fiel, incluso
cuando este se rebeló contra la Corona. Recordemos que esa fidelidad le costó
la vida, porque se la quitó un capitán apellidado Salazar al enterarse de que
había ahorcado a una mujer que daba, contra la rebeldía de Gonzalo, vivas al
Rey.
En la demarcación de Quito se hablaba mucho de dos tierras soñadas, que
llenaban de ilusiones a aquellos ambiciosos conquistadores. La de La Canela y
la del Dorado. No solo era muy preciada la canela que esperaban encontrar, sino
que también se aseguraba que había gran cantidad de oro, tanto de minas como de
tesoros incas allá enterrados. Todo resultó un fiasco y se perdieron muchas
vidas. Aquellos rumores tuvieron su origen en versiones fantasiosas o
malintencionadas de los indios. Se decía que aquellas riquezas estaban en
territorio amazónico, y el primero que se atrevió a dirigir una expedicion por
aquellas trabajosas profundidades fue el capitán Gonzalo Díaz de Pineda. Nadie
había penetrado tanto en la selva amazónica, pero lo único que encontraron
fueron indios muy belicosos que mataron a varios soldados y a un clérigo, por
lo que el resto de la tropa volvió a Quito.
Pero el sueño perduraba, y quien se lo tomó más en serio fue Gonzalo
Pizarro, dispuesto a lograr con un fuerte expedición superar esa asignatura
pendiente. Era su gran oportunidad para ser un Pizarro rutilante por méritos
propios. Había en Quito un clima de euforia al respecto: “Gonzalo Pizarro juntó
en pocos días doscientos veinte españoles de a pie y a caballo, nombró por
Maestre de Campo a D. Antonio Rivera, y por Alférez General a Juan de Costa. Se
prepraron para salir, y dejó en Quito como Teniente e Justicia Mayor a Pedro de
Puelles (como dije, le sería fiel hasta a
muerte a Gonzalo)”. Cieza comenta que los indios de Quito, por perderlos de
vista, les hablaban maravillas de lo que iban a encontrar, “e los españoles ya
lo tenían delante de sus ojos y así lo creían”.
Merece la pena, y es de justicia, recoger las sinceras palabras de
admiración que escribe después Cieza. Le salen de improviso porque la campaña
que le espera a Gonzalo Pizarro fue durísima, y él, que vivió en sus carnes
situaciones parecidas, rinde ahora un homenaje a todos los españoles de Indias
en general. De ninguna manera le avergüenza que se conquiste a otros pueblos.
Le parece algo natural, y con ese criterio menciona a Alejando Magno y a los
romanos.
(Imagen) Cristóbal Colón consiguió casi lo imposible: encontrar un nuevo
e inmenso continente. Luego los españoles lo recorrieron sin cesar buscando la
gloria, la riqueza, la expansón del cristianismo y aumentar el poderío de
España. En el balance, fue grande el peso de los sufrimientos y las
frustraciones, pero conquistar imperios tan poderosos como el azteca y el inca
fue como un milagro que llenó de esperanzas. Surgieron rumores de que había más
lugares maravillosos, y se convirtieron en mitos jamás hechos realidad. Así ocurrió
con ELDORADO. Contaban los indios que, en un lugar impreciso de la (terrible)
Amazonía, se hallaba una población tan rica, que su cacique se espolvoreaba a
diario todo el cuerpo con oro molido. Y la creencia cuajó entre los españoles.
Ahora le vemos a Gonzalo Pizarro preparándose para encontrar ese lugar de ensueño. Fracasará, y
resulta asombroso que, durante siglos, se haya seguido buscándolo. Entre la
lista de otros que lo intentaron (por distintos sitios, porque el territorio
amazónico es inmenso), escojo estos: Alonso de Alvarado, Francisco de Orellana,
Felipe Von Hutten, Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre (juntos), Pedro Malaver,
Diego Hernández de Serpa, Juan Ponce de León, Gonzalo Jiménez de Quesada,
Antonio Berrio, Domingo de Vera, el pirata inglés Walter Raleigh, José Cabarte
y Manuel Centurión. Queda otro: el increíble británico PERCY FAWCETT, un
prodigio de tenacidad y obsesión. Desapareció el año 1925 en su empeño de dar
con Eldorado por tierras de la Amazonía brasileña. La imagen es la portada de
un libro muy interesante (“La ciudad perdida de Z”), donde se muestra que su
autor, David Grann, investiga deslumbrado (recorriendo en persona la aventura
de Percy), en un intento de saber con certeza qué fue de él. Qué tipos da la
naturaleza.
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