(447) Andagoya los recibió muy cordialmente, y Cieza explica la actitud
de Robledo como una ingenuidad, por parecer que buscó, o le agradó, la amistad
de Andagoya, con deslealtad a Belalcázar: “Robledo, teniendo tan poca
experiencia como los otros, no solamente ofreció al Adelantado Andagoya recibirlo
como Gobernador en las ciudades que había poblado (con permiso de Belalcázar), sino que le entregó cuatro mil pesos de
oro de aquellas joyas que le habían dado en la conquista; y Andagoya, por
tenerlo más fijo en su amistad, procuró de lo casar con una parienta de su
mujer”. Conviene aclarar la diferencia entre adelantado y gobernador.
Adelantado era quien tenía permiso para ir a descubrir nuevas tierras. Una vez
descubiertas, era el Rey quien se las concedía al adelantado (si lo tenía a
bien) para que mandara en ellas con el título de gobernador. Robledo sabía perfectamente que
solo Belalcázar tenía derecho a convertirse en el gobernador de lo que él, por
órdenes suyas, había descubierto y poblado. Por eso todo indica que Robledo se
aprovechaba de la lejanía de Belalcázar para ponerse al servicio de Andagoya,
quien estaba utilizando la misma jugada sucia. Es posible que Cieza, al decir
que Robledo fue un ingenuo, se refiera en realidad a que, con el tiempo, lo más
probable sería que el implacable Belalcázar le cortase la cabeza.
Después de estar unos días en Cali, Robledo volvió a Cartago para hacer
entre sus soldados los repartimientos de indios, y, al llegar, se encontró con que
había habido conflictos entre los dos alcaldes y su teniente en el lugar, por
causas poco importantes. Asumió de nuevo todo el mando y metió en prisión a los
dos alcaldes. Luego envió a Alvaro de Mendoza con algunos hombres a que inspeccionaran lo que había más allá de
lo alto de los Andes. Al llegar a la cumbre, les pareció que no tenía sentido
continuar la marcha sin caballos, y se volvieron. Comenta Cieza que entonces
Robledo se ocupó de hacer los repartimientos de indios para sus hombres, y,
dejándolo en esa tarea, nos dice: “Ahora volveremos a hablar del Marqués Don
Francisco Pizarro, y dejaremos esto hasta la venida del Gobernador Belalcázar”.
Que será tormentosa, porque va a llegar desde España con amplios poderes del
Rey, teniendo que enfrentarse a Pascual
de Andagoya y a Jorge Robledo, el primero, un aprovechado insensato, y, el
segundo, un hombre cabal, pero atrapado en un grave error que el duro
Belalcázar no va a perdonar.
Así que, abandonemos la extensa Colombia para presentarnos en la lejana
Lima: “En el tiempo en que estuvo ausente Don Francisco Pizarro de la ciudad,
salieron de ella dos vecinos principales, Francisco de Vargas, natural de
Tierra de Campos (en realidad, parece ser
que era de La Guardia, en la provincia de Toledo), y Sebastián de Torres, que
tenían una encomienda en Guaylas, y fueron muertos allá por sus indios.
Entonces el Cabildo de la Ciudad de los Reyes mandó a castigarlos al Capitán
Francisco de Chaves con muchos españoles e hicieron mucho daño a los indios
porque los hallaron alzados; se les hizo tan cruel guerra, que, temerosos de
ser todos muertos, pidieron la paz, la cual les fue otorgada por el capitán
Francisco de Chaves, pareciéndole que bastaba el daño que les había hecho, y,
acabada aquella guerra, se volvió a Los Reyes”.
(Imagen) En algunas ocasiones,
los propios indios de las encomiendas asesinaban a sus encomenderos españoles.
Así le ocurrió a SEBASTIÁN DE TORRES y a
Francisco de Vargas, de quienes dice Cieza que eran vecinos importantes de
Lima. Me voy a centrar en Sebastián. En 1537 tenía el cargo de Alcalde de la
ciudad, y una historia cuajada de éxitos, truncada trágicamente en 1539. En la
imagen vemos el registro de su salida de España hacia las Indias: “En 18 de agosto (de 1512), dimos licencia a Hernando de
Torres (hermano mayor) y a Sebastián
de Torres, hijos de Hernando de Torres y de Beatriz de Muriel, vecinos de
Chiclana, los cuales pasan en la nao de la que es maestre Gregorio Martínez”.
En 1538, un año antes de morir, sus ansias de renombre tuvieron una satisfacción
porque el Rey le concedió un honroso escudo de armas. Se lo había solicitado
exponiendo sus méritos. Sirviendo a Pedrarias Dávila, estuvo en la fundación de
las ciudades de Panamá, Acla y Natá, y lo envió después a la conquista de
Nicaragua, bajo el mando de Francisco Hernández de Córdoba (no comenta que
luego lo ejecutó Pedrarias). Más tarde se unió a la campaña peruana de Pizarro,
y participó en el apresamiento de Atahualpa. En otro documento, se ve que Sebastián
tuvo un hijo llamado Hernando de Torres (como su abuelo), quien, transcurridos
23 años desde su muerte, aparece, como heredero suyo, en un pleito contra el
médico Álvaro de Torres (quizá fuera un pariente) y contra el capitán Ruy Barba
Cabeza de Vaca, reclamando los derechos de posesión que tenía su padre sobre un
repartimiento de indios situado en el pueblo de Chuquiracoay (que era,
precisamente, donde lo habían asesinado).
No hay comentarios:
Publicar un comentario