viernes, 14 de junio de 2019

(Día 857) Sorprendentemente, Jorge Robledo pareció reconocer la autoridad de Andagoya. Cieza cambia de tema y cuenta cómo dos encomenderos fueron asesinados en Lima por sus indios.


     (447) Andagoya los recibió muy cordialmente, y Cieza explica la actitud de Robledo como una ingenuidad, por parecer que buscó, o le agradó, la amistad de Andagoya, con deslealtad a Belalcázar: “Robledo, teniendo tan poca experiencia como los otros, no solamente ofreció al Adelantado Andagoya recibirlo como Gobernador en las ciudades que había poblado (con permiso de Belalcázar), sino que le entregó cuatro mil pesos de oro de aquellas joyas que le habían dado en la conquista; y Andagoya, por tenerlo más fijo en su amistad, procuró de lo casar con una parienta de su mujer”. Conviene aclarar la diferencia entre adelantado y gobernador. Adelantado era quien tenía permiso para ir a descubrir nuevas tierras. Una vez descubiertas, era el Rey quien se las concedía al adelantado (si lo tenía a bien) para que mandara en ellas con el título de  gobernador. Robledo sabía perfectamente que solo Belalcázar tenía derecho a convertirse en el gobernador de lo que él, por órdenes suyas, había descubierto y poblado. Por eso todo indica que Robledo se aprovechaba de la lejanía de Belalcázar para ponerse al servicio de Andagoya, quien estaba utilizando la misma jugada sucia. Es posible que Cieza, al decir que Robledo fue un ingenuo, se refiera en realidad a que, con el tiempo, lo más probable sería que el implacable Belalcázar le cortase la cabeza.
     Después de estar unos días en Cali, Robledo volvió a Cartago para hacer entre sus soldados los repartimientos de indios, y, al llegar, se encontró con que había habido conflictos entre los dos alcaldes y su teniente en el lugar, por causas poco importantes. Asumió de nuevo todo el mando y metió en prisión a los dos alcaldes. Luego envió a Alvaro de Mendoza con algunos hombres  a que inspeccionaran lo que había más allá de lo alto de los Andes. Al llegar a la cumbre, les pareció que no tenía sentido continuar la marcha sin caballos, y se volvieron. Comenta Cieza que entonces Robledo se ocupó de hacer los repartimientos de indios para sus hombres, y, dejándolo en esa tarea, nos dice: “Ahora volveremos a hablar del Marqués Don Francisco Pizarro, y dejaremos esto hasta la venida del Gobernador Belalcázar”. Que será tormentosa, porque va a llegar desde España con amplios poderes del Rey,  teniendo que enfrentarse a Pascual de Andagoya y a Jorge Robledo, el primero, un aprovechado insensato, y, el segundo, un hombre cabal, pero atrapado en un grave error que el duro Belalcázar no va a perdonar.
     Así que, abandonemos la extensa Colombia para presentarnos en la lejana Lima: “En el tiempo en que estuvo ausente Don Francisco Pizarro de la ciudad, salieron de ella dos vecinos principales, Francisco de Vargas, natural de Tierra de Campos (en realidad, parece ser que era de La Guardia, en la provincia de Toledo), y Sebastián de Torres, que tenían una encomienda en Guaylas, y fueron muertos allá por sus indios. Entonces el Cabildo de la Ciudad de los Reyes mandó a castigarlos al Capitán Francisco de Chaves con muchos españoles e hicieron mucho daño a los indios porque los hallaron alzados; se les hizo tan cruel guerra, que, temerosos de ser todos muertos, pidieron la paz, la cual les fue otorgada por el capitán Francisco de Chaves, pareciéndole que bastaba el daño que les había hecho, y, acabada aquella guerra, se volvió a Los Reyes”.

     (Imagen) En algunas ocasiones, los propios indios de las encomiendas asesinaban a sus encomenderos españoles. Así le ocurrió a SEBASTIÁN DE TORRES y  a Francisco de Vargas, de quienes dice Cieza que eran vecinos importantes de Lima. Me voy a centrar en Sebastián. En 1537 tenía el cargo de Alcalde de la ciudad, y una historia cuajada de éxitos, truncada trágicamente en 1539. En la imagen vemos el registro de su salida de España hacia las  Indias: “En 18 de agosto (de 1512), dimos licencia a Hernando de Torres (hermano mayor) y a Sebastián de Torres, hijos de Hernando de Torres y de Beatriz de Muriel, vecinos de Chiclana, los cuales pasan en la nao de la que es maestre Gregorio Martínez”. En 1538, un año antes de morir, sus ansias de renombre tuvieron una satisfacción porque el Rey le concedió un honroso escudo de armas. Se lo había solicitado exponiendo sus méritos. Sirviendo a Pedrarias Dávila, estuvo en la fundación de las ciudades de Panamá, Acla y Natá, y lo envió después a la conquista de Nicaragua, bajo el mando de Francisco Hernández de Córdoba (no comenta que luego lo ejecutó Pedrarias). Más tarde se unió a la campaña peruana de Pizarro, y participó en el apresamiento de Atahualpa. En otro documento, se ve que Sebastián tuvo un hijo llamado Hernando de Torres (como su abuelo), quien, transcurridos 23 años desde su muerte, aparece, como heredero suyo, en un pleito contra el médico Álvaro de Torres (quizá fuera un pariente) y contra el capitán Ruy Barba Cabeza de Vaca, reclamando los derechos de posesión que tenía su padre sobre un repartimiento de indios situado en el pueblo de Chuquiracoay (que era, precisamente, donde lo habían asesinado).



No hay comentarios:

Publicar un comentario