(448) Coincidió que entonces regresó también a Lima Pizarro. Llegaba muy
cansado tras fundar las ciudades de Huamanga y Arequipa, y por haber visitado
toda la provincia del Collado. Era admirable que ni la vejez, ni los achaques,
ni la enorme preocupación por el clima de enemistad entre los españoles y de
rebeldía de los indios le impidieran mantener viva su responsabilidad de fundar
y de gobernar lo ya fundado. Lo primero que hizo en Lima fue llevar a cabo algo
que siempre fue conflictivo, el reparto de encomiendas de indios entre sus
hombres. Tema delicado porque hacía falta mucha honradez a la hora de aquilatar
los méritos de cada uno. El Rey había ordenado que todo fuera supervisado por
el obispo fray Vicente de Valverde, quien, como sabemos, tuvo gran protagonismo
hasta entonces en la historia de la conquista de Perú, y murió un año después, en 1541, al igual que
Pizarro. Pero, al parecer (Cieza, con su típica prudencia, a veces excesiva, no
se define) el reparto no fue justo: “El obispo y el Marqués Pizarro juraron
solemnemente hacer el repartimiento sin mirar
otra cosa que a los servicios que cada uno hubiese hecho, mas, aunque
esto juraron, dicen algunos que lo guardaron mal, porque a muchos
conquistadores dejaron pobres, y a muchos de sus criados dieron los mejores y
más ricos repartimientos”.
Se diría que los soldados andaban escasos de bienes, y hasta es posible
que fuera algo habitual en todas las Indias. Cada decisión que daba origen a
oportunidades, también provocaba malestar por agravios comparativos. Pizarro
quiso fundar una nueva ciudad, la de
Huánuco. Para nombrar al jefe de la campaña escogió a alguien que ya conocemos.
Cieza nos cuenta el porqué de su elección y las protestas que surgieron: “El
Marqués, mirando a quién mandaría como Capitán para que lo hiciese, pareciole
que Gómez de Alvarado, hermano del Adelantado D. Pedro de Alvarado, lo haría
bien, y que así ganaría su amistad (eso
explicaría también que antes Pizarro le perdonara la vida, a pesar de haber
luchado al lado de Almagro), e incluso ayudaría a que muchos de los de
Chile (almagristas) perdiesen el odio
que contra él (Pizarro) tenían por
causa de las diferencias pasadas”. Gómez aceptó, pero fueron inevitables las
protestas del cabildo y los vecinos de Lima, porque consideraban que la
fundacion de esa nueva ciudad se hacía a costa del territorio que le
correspondía a la suya. De nada sirvió la reclamación. Gómez de Alvarado partió
con su gente y logró hacer realidad el encargo de Pizarro, nombrando como
alcaldes de la nueva ciudad a Diego de Carvajal y a Rodrigo Núñez, quien en
otro tiempo había sido Maestre de Campo del difunto Diego de Almagro. Sin
embargo, Pizarro intentó calmar a los que protestaban, para lo que hizo un
gesto que tampoco sirvió de nada: “Los de Lima no dejaron de reclamar, y el
Marqués (para contentarlos) mandó que
(a Huánuco) se le quitara el nombre
de ciudad, poniéndole el de villa, e que fuese tributaria de la Ciudad de Los
Reyes. Sabiéndolo Gómez de Alvarado, vino de la nueva ciudad o villa de Huánuco
a Los Reyes con la determinación de, si no mandaban que fuese ciudad, no volver
a ella”. Lo que sí ocurrió, cuenta Cieza, fue que más tarde Pizarro dejó de
lado a Gómez de Alvarado y le otorgó el mando sobre Huánuco al capitán Pedro
Barroso.
(Imagen) Nos cuenta Cieza ahora que Pizarro, a pesar de su edad y de los
achaques, seguía pendiente de todo. En 1540, un año antes de ser asesinado,
estableció la peruana ciudad de AREQUIPA. Le encargó al capitán Garci Manuel de
Carvajal los últimos detalles. Veamos (resumido) el texto del acta de la
fundación: “A 15 días de agosto de 1540, el Capitán Garci Manuel de Carvajal,
en cumplimento de lo ordenado por el Gobernador Don Francisco Pizarro, fundó LA
VILLA HERMOSA DE LA ASUNCION DE NUESTRA SEÑORA (era la festividad del día) DEL VALLE DE AREQUIPA. Su Señoría mandó
poner una cruz en el sitio que viene señalado para iglesia, y puso la picota (donde eran públicamente avergonzados los
delincuentes) en la plaza. Mandó
pregonar que las personas que tienen solares en la dicha villa hermosa (el reparto que había hecho Pizarro creó
conflictos) los pueblen y edifiquen sus casas en ellos dentro de seis meses
cumplidos, bajo las penas que el señor Gobernador manda, de no hacerlo. Y así
pregonado por el pregonero Pedro Ires, Su Merced (el capitán Carvajal) lo firmó de su nombre, siendo testigos
Hernando de Silva, Hernando de Torres, Juan de la Torre, Luis de León, el Padre
Rodrigo Bravo, Fray Bartolomé de Ojeda, Fray Diego Manso, Diego Hernández y
otras muchas personas que estaban presentes. Todo lo cual pasó ante mí, Alonso
de Luque, escribano público”. Hay un detalle curioso. En la imagen anterior
vimos el triste final de Sebastián de
Torres. Pues ahora, dos años después, aparece en este documento una referencia
a su hermano mayor, HERNANDO DE TORRES. Firmó como testigo en el acta, siendo
uno de los recién nombrados regidores (concejales)
de Arequipa. Hay constancia también de que vivía en Granada en 1552 y de que
era cuñado del escribano Alonso de Luque, quien seguía residiendo en Arequipa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario