(442) Tiempo atrás, vimos cómo fue la muerte de Añasco y por qué. Él
había matado a un cacique de la zona, y su madre, la cacica Gaitana, consiguió
apresarlo y matarlo de manera especialmente sádica. Cieza deja de lado el
protagonismo de esta mujer, pero sí explica muy bien la tragedia de Añasco y la
brutalidad de aquellos terroríficos indios. Se enteraron de que los españoles,
que habían salido de Popayán bajo el mando de Añasco, se iban acercando, “y
desearon hartar sus malditos vientres de la carne humana y robarles lo que
traían”. Algo le habían avisado a Añasco, pero iba excesivamente confiado. Tomó
algunas precauciones, aunque escasas. Cuando detuvieron su marcha para el
descanso, envió de inspección a algunos hombres: “Los indios, antes de que
hubiese la claridad del día, dieron con grandísimo ruido contra los españoles
que estaban velando, los mataron, y, hechos pedazos, los llevaron para comer.
El capitán Pedro de Añasco, oyendo el ruido, cabalgó en su caballo con los
suyos, y, animándose unos a otros, aguardaron el furor de los indios. Añasco
era de crecido cuerpo e bien entendido, y de los caballeros principales de
Sevilla, y, por sus pecados (expresión
habitual), o permitiéndolo Dios, vino a morir de muerte cruelísima y muy
indigna de tal varón”.
Veamos el desastre: “Los indios, con gran tropel, habían ya dado contra
los cristianos, y el capitán Añasco e Baltasar del Río arremetieron con sus
caballos hacia ellos, pero no pudieron mostrar su fuerza frente a tanta
lancería como pusieron a los rostros de los caballos. El otro de a caballo
quedó muerto, y el capitán Añasco, que
salio herido y con el caballo desenfrenado, tornó a arremeter con su
ensangrentada lanza, y cargaran tantos sobre él, que, después de haberle matado
el caballo, lo tomaron vivo. Los demás españoles fueron todos muertos de heridas
espantosas, y, a otros que cayeron heridos, de presto los desollaban vivos, y a
otros les sacaban los ojos y las lenguas, y los empalaban por las partes
inferiores”. Solamente pudieron escapar dos españoles llamados Cornejo y
Mideros. Habían peleado valientemente, y consiguieron salir corriendo de aquel
infierno, “anduvieron cuatro días sin comer, si no era algunas hierbas, los
siguieron, y los cercaron muchas veces, y, siendo Dios servido, pudieron llegar
hasta Timaná”. Otros cuatro españoles que habían salido a comprobar la
situación fueron atacados cuando estaban durmiendo. Tres pudieron marcharse
espoleando los caballos, pero a su capitán le alcanzó la fatalidad: “Pedro de
Guzmán había maniatado el suyo, y, como no le dieron tiempo para soltarlo, fue
muerto de las muchas lanzadas que le dieron”.
Cieza detalla luego el horrendo destino de Pedro de Añasco: “Los indios
lo tenían vivo, y lo llevaban por la provincia para que en todas las plazas y
mercados fuese visto, diciéndole mil denuestos y haciendo en la persona del
esforzado capitán mil martirios. Le mataron con muerte larga y cruel, porque un
día le cortaban un brazo, y otro le sacaban un ojo, y en otro le cortaban los
labios, y así se fue consumiendo el ser que tenía de hombre, hasta que se le
acabó la vida y fue sepultado en el vientre de los que le mataron”.
(Imagen) Es dramático que PEDRO DE AÑASCO apenas haya dejado rastro de
su importante actividad como capitán en Colombia, y, sin embargo, sea
considerado, por su horrenda muerte, como un símbolo de la reacción indígena
contra la ocupación española. En PARES solo veo dos registros que lo mencionan.
Uno señala que era sevillano (ya lo dice Cieza), y que partió hacia México, en
1527, con el importante Gobernador de Yucatán Francisco de Montejo. En el otro,
fechado en 1539, Carlos V le escribe a Belalcázar recomendándole como capitán a
Pedro de Añasco. En mala hora, porque, un año después, Añasco entraría en las
crónicas como uno de los españoles que sufrieron muertes atroces. Pedro de
Añasco fundó la ciudad de Timaná, pero, para conseguirlo, quemó vivo por
rebelde al cacique principal, Timanco. Era un inhumano medio para lograr un
fin. Los indígenas, liderados por la brava cacica Gaitana, madre del abrasado,
reaccionaron con furia incontenible, atacaron a los españoles y mataron a casi
todos. Pedro de Añasco tuvo la mala suerte de que lo cogieran preso, porque lo
torturaron con refinado sadismo, gozando de su venganza morosamente mientras su
cuerpo resistiera vivo. Fray Pedro Simón describió su espantosa situación:
“Gaitana mandó sacarle los ojos. Luego ella misma le horadó por debajo de la
lengua, metió una soga y, dándole un grueso nudo, lo llevaba tirando de ella de
pueblo en pueblo, celebrando todos la victoria, hasta que, habiéndosele
hinchado el rostro con mostruosidad y desencajado las quijadas por la fuerza de
los tirones, viendo que se le acercaba la muerte, comenzaron a cortarle las
manos, los brazos, pies y piernas por las coyunturas, y las partes pudendas,
todo lo cual lo sufría el esforzado capitán con paciencia cristiana ofreciendo
a Dios su muerte”.
Soy colombiano y vivo muy cerca de Timana, la historia esta perfecta, a excepción de un detalle, Timanco no era el cacique principal, era la Gaitana, pero Añazco la desestimo por ser mujer, Timanco era segundo al mando.
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