jueves, 6 de junio de 2019

(Día 850) Los indios admiraban a los españoles, pero superaban su miedo y atacaban. Normalmente terminaban por rendirse ante su poderío. Cieza iba en aquella expedición. Vieron zonas donde el oro abundaba. Prendieron a un hermano del cacique Maytama.


     (440) Tuvo noticias Robledo de que, cerca de allí, estaba la zona de Arma (que, según Cieza, era la más extensa, poblada y rica de Perú, con abundancia de oro). Con intencion de pacificarla y fundar una nueva ciudad, se puso en marcha acompañado de sus hombres, de algunos caciques de Paucura y de muchos indios. Es un claro ejemplo de que en las campañas de Perú, Ecuador y Colombia, como ocurría con frecuencia en las Indias, muchos pueblos nativos se asociaron a los españoles para poder vencer a sus propios enemigos locales. El cronista también nos informa, por propia experiencia, del habitual efecto que causaban los rumores que, por primera vez, les llegaban a los indios: “Ya sabían todos los pueblos de aquella gran provincia que llegaban los españoles, y engrandecían nuestros hechos diciendo que, de un golpe de espada, hendíamos a un indio; y lo que más les espantaba era oír de la manera que la saeta salía de la ballesta, y la furia tan veloz que llevaba, y de los caballos admiraban también su ligereza”.
     No obstante, venciendo su miedo, los indios decidieron probar fortuna atacando: “Llegando a la vista de una cumbre, oímos gran ruido de muchos tambores y bocinas, pues, tras esconder sus haciendas y poner en lugar seguro a sus mujeres e hijos, acordaron salir a hacer apariencia de guerra. El Capitán Robledo mandó que todos se pusiesen en orden con sus armas, y empezamos a caminar hacia ellos. La grita de los indios crecía, y nosotros, sin darnos mucha prisa, seguíamos avanzando. Aunque procuraron espantarnos con su estruendo, y echaban rodando por la sierra abajo crecidas piedras, no bastó, porque el valor de los españoles es tan grande, que no teme a ninguno de los del mundo, y así, a su pesar, llegaron a lo alto e hicieron huir a los indios”. Siguieron tras ellos y mataron a algunos, pudiendo comprobar que trabajaban el oro: “Vimos que estaban adornados de muy hermosas piezas de oro, con bandas de este metal, plumajes, coronas e grandes patenas, y hasta se vieron algunos indios armados de oro de pies a cabeza. Nos aposentamos en dos casas, muy alegres de ver que Dios, nuestro Señor, era servido de depararnos tierra tan rica y bien poblada, para que, siendo por nosotros descubierta, fuera su nombre adorado y el sacro Evangelio predicado”.
     Partieron al día siguiente, y se repitió la escena en otros poblados. Consiguieron doblegar a más indios, y, en un punto determinado, Robledo le encargó a Hernán Rodríguez de Sosa que fuera  con gente hasta el pueblo de Maytama, ‘la capital’ del entorno, donde residía el cacique más importante (llamado  Maytama), y que lo apresara: “Hallaron a los indios a punto de guerra, e, dando en ellos hasta que era de día, los hicieron huir, y prendieron a un hermano de Maytama. La espesura de los maizales era tan grande, que los indios pudieron escapar con todo el oro”. Llegó entonces Robledo con el resto de la gente, y la mayoría de los indios de aquella comarca siguieron con sus dudas: paz o guerra. En ese momento hubo una oleada de indios y caciques que venían de todas partes con actitud amistosa y abundantes regalos de objetos y adornos de oro.

     (Imagen) Veamos más datos que amplían, confirman y corrigen algunas cosas que  anoté en la imagen anterior. JORGE ROBLEDO estuvo muy poco tiempo casado con MARÍA DE CARVAJAL, solamente dos años, pero su apoyo fue decisivo para que saliera bien librado del juicio al que le sometieron en España, e incluso,  ya fallecido, para que se condenara a muerte a Belalcázar por haberlo ejecutado. Cuando Jorge volvió a las Indias con María tras haberse casado en Úbeda (Jaén), las rivalidades entre los dos capitanes fueron inevitables. Los intentos de negociación de Robledo, ofreciéndole a su contrario que casara a alguno de sus hijos con familiares de su esposa, resultaron inútiles. Hubo pelea, y perdió Robledo la batalla y la vida. Resulta que Francisco Briceño, el tercer marido de María, era hermano del segundo, el también fallecido Pedro Briceño, y, a su vez, quien fue encargado por el Rey de llevar a cabo la investigación de las acusaciones que ella había hecho contra Belalcázar  por ejecutar a Jorge Robledo. Salta a la vista que la mano oculta de tan corajuda dama tuvo que influir para que el sospechoso saliera malparado en el informe final, lo que le costó una pena de muerte (que no llegó a sufrir porque falleció inesperadamente). Belalcázar había ejecutado a Robledo junto a tres de sus capitanes. Uno de ellos era HERNÁN RODRÍGUEZ DE SOSA (del que he hablado recientemente). Tan gran capitán ha dejado un romántico recuerdo  en Sonsón (Colombia), casi el único que de él queda (salvo en las viejas crónicas). Se tata de un sencillo teatro (el de la imagen) que lleva el nombre de ITARÉ, una princesa indígena tan enamorada de Hernán, que, por evitar tener que casarse con un importante cacique, prefirió morir ahogada en un río al que la arrojaron como castigo.





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