sábado, 29 de diciembre de 2018

(Día 714) Muchos cambian de idea y prefieren seguirle a Pizarro, quien va preparando su ejército a conciencia. Almagro, dejando de lado la idea de apoderarse de Lima, les dice a los emisarios de Pizarro que se conformaría con extender su gobernación hasta Mala.


     (304) Nos cambia de escenario Cieza para que veamos la frenética actividad de Pizarro en aquellos momentos tan críticos: “Acordó retirarse a la Ciudad de los Reyes para que, si no tuviese efecto lo que fueron a hacer sus mensajeros en el Cuzco, pudiese engrosar su ejército. Yendo caminando hacia Lima, le llegaba gente de los que fueron desbaratados en el puente de Abancay, y aun algunos de la ciudad del Cuzco, que contaban las vejaciones que hacían a los amigos de Pizarro Almagro, sus capitanes y más gente. Oyendo esto, hubo quienes, deseando servir a Almagro por su fama de generoso, apartaron de sí aquel deseo poniéndolo al servicio de Pizarro, y también porque veían que podría llegar a tener más pujanza que Almagro. Porque en esta tierra la condición de la gente es tan mudable (se supone que durante las guerras civiles) que lo que prometen hoy, lo niegan mañana, mirando solo su interés”.
     Pizarro se preparó a conciencia para consolidar las defensas de la ciudad de Lima, incorporando incluso gente de la de Trujillo. Dejó claro que estaba dispuesto a mantener a cualquier precio lo que ya retenía e incluso a ir al Cuzco para recuperarlo. Según Cieza llegó a decir que “si fuese posible, le cortaría la cabeza a Almagro”, lo que  no parece muy sensato sabiendo que pendían de un hilo las de sus hermanos. Al hacer el nombramiento de sus capitanes, se dio cuenta de que necesitaba recuperar a uno de sus hombres al que había tratado con poca consideración: “Antes de este tiempo había venido Pedro de Vergara, hombre valiente y experto en la guerra, y, como gobernadores y capitanes suelen valorar poco a un hombre por más méritos que tenga, Pizarro no le quiso dar dineros para pagar unos fletes, de lo cual quedó muy sentido, y aun con voluntad de irse al Cuzco para unirse a Almagro. Teniendo noticia el Gobernador Pizarro de cuán bien entendía la guerra, le habló graciosamente, lo atrajo a su amistad e lo eligió como capitán de arcabuceros”. Luego cita otros nombramientos, entre ellos el del excepcional Pedro de Valdivia: “Como capitán de piqueros, a Diego de Urbina, de los ballesteros a Juan Pérez, como maestre de campo a Pedro de Valdivia, que después fue Gobernador de Chile (eso le permitió librarse de varias de las guerras civiles), como sargento mayor a Villalba, y por alférez general a Jerónimo de Aliaga”.
     Damos un salto de 1.100 km con Cieza y volvemos desde Lima al Cuzco para saber lo que está pasando. Después de hablar con Hernando Pizarro, los emisarios del Gobernador Pizarro fueron adonde Almagro para intentar lograr un acuerdo, pero ya había cambiado los planteamientos tras hablar otra vez con sus capitanes. Y les dijo: “Me parece muy corto el espacio que me queda hasta la Nasca para poder poblar una ciudad, que por fuerza se ha de situar en los llanos, e puesto que la Ciudad de los Reyes tiene muy anchos términos, déseme a mí hasta el pueblo de Mala, e de esta manera vendremos en los conciertos”.

     (Imagen) Se queja Cieza de que a muchos magníficos capitanes no se les reconoció su enorme valía, y se refiere en este caso a PEDRO DE VERGARA. Rastreo en PARES para hacerle justicia, y veo que también los archivos fueron cicateros con él. Pero algo hay. A pesar de su apellido, no nació  en tierra vasca. Se portó tan eficazmente en la guerra de las Salinas (de la que hablaremos pronto), que Pizarro lo premió reservándole la conquista de la región peruana de los bravos indios bracamoros, ya en zona andina. Logró establecer allí una población, que, años más tarde, fue refundada por el jiennense  Diego Palomino con el nombre de JAÉN DE BRACAMOROS; como casi todo lo que crearon los españoles, la ciudad sigue viva. No tuvo que optar por Gonzalo Pizarro o por las fuerzas del Rey, ya que la última guerra civil que protagonizó fue la de Chupas, en la que el único ‘villano’ fue Diego de Almagro el Mozo (pagándolo con su vida).  Pedro de Vergara se libró de las otras porque resultó herido en la batalla, y, una vez recuperado, volvió de nuevo a la zona de Bracamoros. En 1542, el Rey tuvo un detalle con él: “Real Cédula al capitán Pedro de Vergara contestando a su carta de 1/10/1542 en que avisa de los sucesos y batallas entre el licenciado Vaca de Castro y D. Diego de Almagro, agradeciéndole los servicios prestados y prometiéndole alguna merced”. Es de suponer que fue ‘palabra de rey’. Y, de haberlo conocido, le habría resultado muy gratificante el elogio que Cieza le dedica en su crónica: “Llegó PEDRO DE VERGARA, hombre valiente y experto en la guerra, aunque los gobernadores y capitanes suelen valorar poco a un hombre por más méritos que tenga”.



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