miércoles, 5 de diciembre de 2018

(Día 693) Orgóñez quiere que Almagro mate a Hernando Pizarro y ataque a los pizarristas para liberar a sus mensajeros. Almagro se opone a la ejecución de Hernando. Orgóñez obedece, pero le profetiza lo que le va a ocurrir. El ejército de Almagro se pone en marcha.


     (283) Veamos el primer botón de muestra de la insistencia machacona de Orgóñez sobre un mismo tema. Cuando Almagro reunió a sus principales capitanes, les pidió su opinión sobre lo que convenía hacer puesto que todo indicaba que Alonso de Alvarado había apresado a sus enviados. Les planteó la situación: “Bien sabéis que, por consejo vuestro, envié al puente de Abancay a Diego de Alvarado y a los otros para que requiriesen a los capitanes que allí estaban que, cumpliendo las provisiones del Rey, me recibiesen como Gobernador, y, según veo, he deducido que ellos están presos y no pueden venir con la conclusión del negocio; por eso, os pido que digáis lo que os parece que debemos hacer”.
     Quien tomó la palabra fue Rodrigo Ordóñez: “Dijo que tenía por cosa cierta que estaban presos, y que, puesto que, ya la guerra había comenzado, que matase a Hernando Pizarro y que saliesen todos a liberarlos, pues tenían allá muchos amigos que, viendo sus banderas, se habían de pasar a ellas. A la mayoría de los capitanes les pareció muy bien el parecer de Orgóñez. Pero Almagro, deseando solamente tener la Gobernación sin mucho daño, que él creía pertenecerle, y como las guerras no estaban tan encendidas, ni se tenía en tan poco matar a los hombres como después, aunque él quisiese mal a Hernando Pizarro, temía que el Rey se airase y lo castigase, y en alguna manera se condolía del Gobernador Don Francisco Pizarro y no quería darle tan gran pesar. Por estas causas, dijo que no quería que se hablase más en lo referente a la muerte de Hernando Pizarro”.
     Como todos los conquistadores de las Indias, también Almagro era un hombre curtido en batallas implacables, y  nunca le tembló el pulso cuando tuvo que ahorcar a alguno de sus soldados, pero está demostrando ahora que siempre actuó noblemente como socio de Pizarro, quien, sin duda potenciado por la influencia de sus hermanos, sobre todo la del soberbio y duro Hernando, en varias ocasiones había sido injusto con él. También tenía razón al temer la ira del emperador si ejecutaba a Hernando Pizarro (quien luego sería castigado por matarlo a él), y, en teoría, no era ninguna insensatez tratar de evitar que el conflicto desembocara en terribles enfrentamientos. Pero quien lo veía todo claro, con la infalibilidad de un  profeta iluminado, era Rodrigo Orgóñez, militar de una sola pieza que había vivido demasiado para dejarse engañar por los sentimientos: “Le respondió a Almagro que no se mostrase tan piadoso, porque Hernando Pizarro era tal hombre que, si viviese, se vengaría a su voluntad. El Adelantado le respondió que no quería que lo tuviesen por cruel ni sanguinario. Le dijo que ordenara a la gente que se preparase y que se  tocaran los tambores para que saliesen las banderas el día siguiente. Rodrigo Ordóñez dijo que lo haría como se lo mandaba, e todos salieron de la ciudad dejando por teniente a Gabriel de Rojas, con recaudo convenible para que guardase a Hernando Pizarro y a su hermano Gonzalo Pizarro”.
      No vendrá mal oír ahora al ‘figura’ Don Alonso Enríquez de Guzmán hablar de lo que había ocurrido después de que Almagro apresara a Hernando Pizarro, puesto que fue protagonista importante en estos cruciales hechos, aunque, como siempre, hay que separar el trigo de la paja porque le encanta denigrar a quienes odia o desprecia.

     (Imagen) Algunos datos más sobre RODRIGO ORGÓÑEZ. Aquellos que se rebelaron contra la legalidad de la Corona en las guerras civiles, no solo perdieron sus bienes y fueron castigados con prisión, a galeras o desterrados, sino que, en muchos casos, perdieron la vida. Incluso, gran parte de su historial militar desapareció de los archivos históricos. Orgóñez lo sufrió todo. En la página de archivos PARES encuentro un dato referente a su llegada a las Indias en el mismo barco que el Gobernador de Santa Marta (Colombia), García  de Lerma, y junto a un sobrino de este al que ya conocemos, Pedro de Lerma. Veremos que los dos, Pedro y Rodrigo, murieron trágicamente al servicio de Almagro. Como muchos otros, Orgóñez, que desembarcó en las Indias ya muy zurrado de las guerras europeas, sufría las dificultades de quienes fueron hijos de nobles pero con los inconvenientes de la bastardía, y vivían obsesionados con alcanzar la gloria y la riqueza escribiendo páginas heroicas en el libro de la Historia. Pero, a veces, ni eso era suficiente: tuvo que enviarle mucho dinero a su padre para que lo legitimara, y así poder convertirse en Caballero de Santiago. Con varios amigos, partió en una nave desde Nicaragua atraído por el prometedor Perú. Se puso a las órdenes de Almagro y jamás lo traicionó, haciendo con él la frustrante campaña de Chile, de donde volvió ya convertido en el más importante capitán de aquella tropa. Nunca titubeó en su fidelidad a Almagro, ni siquiera en las guerras civiles, en las que los dos murieron como consecuencia de la batalla de las Salinas.



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