(289) Tras lo dicho, Cieza entra de lleno
en la batalla de Abancay. Alonso de Alvarado
bajó con varios de sus capitanes al puente del río Abancay para defender
el paso, ordenándoles que todos los soldados estuviesen con las armas
preparadas por si llegaban los enemigos: “Diego de Alvarado, Gómez de Alvarado
e los otros presos, al saber que el capitán Alonso de Alvarado estaba situado
en el río, enviaron un escrito a Almagro con un negro del licenciado Prado para
que se viniese con toda prisa, y supiese que entre los de Alvarado tenía muchos
amigos. Dicen que Pedro de Lerma, el capitán Diego Gutiérrez de los Ríos y
otros tenían sus pláticas con los presos, y que hablaban mal de Alonso de
Alvarado, y otras cosas que callo. El cual se enteró, y queriendo castigar a
aquellos perturbadores, subió al real, donde vio que había algún alboroto entre
los españoles, diciendo unos a otros que
quién les metía a tener batalla contra
Almagro por amor de Pizarro, y otras palabras de esta suerte. Al saberlo,
Alonso de Alvarado determinó prender a Pedro de Lerma, quien, barruntando su
intención, salió huyendo del real durante la noche, y con mucho trabajo llegó
al río, logrando pasarlo con ayuda de los que lo guardaban, de los que algunos
se fueron con él. Desde allí, corriendo su vida mucho riesgo, fue a juntarse
con el Adelantado Almagro”. La escapada de Pedro de Lerma fue un gran disgusto
para Alonso de Alvarado. Mandó a varios capitanes en su persecución, pero no
logaron alcanzarlo.
En la versión del cronista Pedro Pizarro
(que estaba preso en el Cuzco con Hernando Pizarro, bastantes de sus hombres y
su hermano Gonzalo) los datos son algo diferentes, pero aclaran las
circunstancias, y hasta lo que dio origen a la traición de Lerma. Aunque su
breve relato nos revela también el final de la batalla de Abancay, vendrá bien
encajarlo ahora y completarlo después con la crónica de Cieza. Oigamos a Pedro
Pizarro: “Ya dije que Antonio Picado le quitó el mando a Pedro de Lerma y se lo dio a Alonso de
Alvarado, porque, siendo secretario de Don Francisco Pizarro, podía tanto como
él, pues no ordenaba más que lo que Alvarado quería, y fue la causa de harto
mal en esta tierra. Pedro de Lerma venía con Alonso de Alvarado disconforme en
su pecho, sin darlo a entender, por la afrenta que le había hecho Pizarro de
quitarle el cargo de General y habérselo dado a Alonso de Alvarado. Traía
muchos amigos y hombres principales el Pedro de Lerma, y visto que tenía
coyuntura para vengarse, dicen que trató con ellos que le escribiesen a Almagro
pidiéndole que atacase sin miedo, pues ellos le ayudarían a tomar presos a
Alonso de Alvarado y a su gente”.
Le mandaron el escrito a Almagro, y,
aunque antes había dudado en lanzar el ataque, se fio de Lerma, poniendo en
marcha su ejército de inmediato. La colaboración de los traidores va a ser
decisiva. Pedro Pizarro deja claro que, en el inicio del ataque, hubo una
colaboración activa de Lerma y sus hombres con Almagro: “Sabido por Pedro de
Lerma y sus amigos la venida de Almagro, fingieron estar muy del lado de Pizarro,
procurando que los pusiesen en la parte del vado, para señalarse más a su
servicio (por ser el sitio de más peligro),
y, lográndolo, dieron aviso de ello a Almagro, diciéndole que acometiera en el
puente y, al cuarto del alba, se volviese al vado, y que lo hallaría sin
obstáculos”.
(Imagen) Concentrando datos: El mencionado
DIEGO GUTIÉRREZ DE LOS RÍOS pertenecía a una ilustre familia cordobesa. Su tío,
Pedro Gutiérrez de los Ríos, fue un extraño caso de gobernador (de Castilla del
Oro, en la costa colombiana) que llegó a Indias para someter a juicio al
terrible Pedrarias Dávila, pero no estuvo a la altura de su cargo, y decidió irse
a batallar a las órdenes de Pizarro en Perú. Tío y sobrino lucharon juntos,
aunque, como sospecha Cieza, el sobrino estuvo un tiempo bajo el mando de
Almagro. Lo confirma el documento de la imagen, ya que en él el Rey ordena que
el hijo de Almagro (a quien solo le quedaban unos meses de vida) le pague a
Diego una deuda de su padre, se supone
que por los servicios que le prestó. Poco antes (en 1540), Diego estuvo en
España, y declaró como testigo en una causa contra Hernando Pizarro, en la que una
tal Leonor Becerra lo hacía responsable de la muerte de su hijo, el extremeño Hernando
Alvarado de Mirandilla (del bando almagrista),
porque un criado suyo lo mató de un arcabuzazo. Diego volvió a las Indias, y,
sin duda por influencia de su tío, el viejo exgobernador, que siempre permaneció
fiel a la legalidad, lucharon juntos en la batalla de Chupas contra Diego de Almagro
el Mozo, quien perdió la batalla y fue
ejecutado. Por otra parte, Hernando Pizarro, cuando decidió venir a España se
libró (quizá intuyéndolo) de las guerras civiles posteriores, y sobrevivió
mucho tiempo a sus tres hermanos, Francisco, Juan y Gonzalo, pero, al llegar,
lo abrasaron a procesos sus enemigos, siendo condenado, por lo que estuvo preso
en el Castillo de la Mota más de veinte años (aunque con ciertas comodidades).
No hay comentarios:
Publicar un comentario