lunes, 24 de diciembre de 2018

(Día 709) Pizarro, muy preocupado, envía a Nicolás de Ribera para que le pida a Almagro que suelte a sus hermanos. Almagro se niega, pero le deja hablar con Hernando Pizarro. Francisco Pizarro se protege con una guardia personal. Se entera de que su capitán Alonso de Alvarado ha sido derrotado en Abancay.


     (299) Este último párrafo es dramático, porque, como veremos más tarde, Hernando ejecutará a Almagro, y a partir de ese momento, el corazón humanitario de Diego de Alvarado se convertirá en justiciero, partiendo para España, denunciando a Hernando y consiguiendo que lo condenaran a más de veinte años de cárcel.
     La lentitud de las comunicaciones hacía que Pizarro viviera una continua preocupación por lo que Almagro intentara seguir haciendo después de apoderarse del Cuzco y por la vida de sus hermanos Hernando y Gonzalo Pizarro, a lo que se añadían los peligros en que se podían ver envueltos Alonso de Alvarado y su tropa. Envió a Nicolás de Ribera (uno de ‘los trece de la fama’) adonde Almagro con una carta en la que le suplicaba que soltase a sus hermanos y a los demás capitanes que tenía apresados. Eran amigos y esperaba que eso facilitara las cosas. De nada sirvió, salvo para que Almagro se enterara de que Pizarro iba hacia el Cuzco con mucha gente de guerra en ayuda de Alonso de Alvarado (sin saber que ya había sido derrotado): “Almagro llamó a sus capitanes y les comunicó a qué había venido Ribera. Todos le respondieron que no se fiara del Gobernador Pizarro ni de sus cartas. Habló con Ribera y le dijo que tenía preso a Hernando Pizarro por delitos que cometió, e que, por entonces, no lo iba a soltar, e dándole una carta para Pizarro, le dijo que se volviese. En la carta le hablaba de que, puesto que siempre él y sus hermanos le trataban con reservas, no se fiaba de sus palabras, y no le convenía tener ya amistad verdadera con ellos, si no fuese desocupándole la parte de su gobernación que le tenía ocupada”.
     Ribera le pidió permiso a Almagro para ver a Hernando Pizarro: “Fue de ello muy contento y se lo concedió, mas, como Hernando Pizarro sabía que Nicolás de Ribera tenía mucha amistad con Almagro, no quiso ser largo en razones con él. Tras lo cual, Ribera, se puso en camino”.
     Pizarro, que era consciente del tremendo peligro que suponía Almagro, se dirigía hacia el Cuzco para reforzar las tropas de Alonso de Alvarado, y asimismo ordenó a los  que se habían quedado en Lima que se prepararan cuidadosamente para repeler un posible ataque de Almagro. Como se respiraba un clima de traiciones, hizo algo en lo que nunca antes había pensado y que tuvo que resultar chocante para la tropa: “Por consejo de sus amigos, escogió doce hombres valientes y determinados que, con sus arcabuces e alabardas, protegiesen su persona”.
     Dado que cualquier clase de rumor se propagaba rápidamente entre la población india, de esa manera le llegó  a Pizarro otro golpe contundente, confirmado después por algunos capitanes suyos: Alonso de Alvarado había sido derrotado y apresado por los hombres de Almagro. Pizarro se llenó de angustia al ver aumentado el peligro: “Fue muy triste esta noticia para el Gobernador, que nunca recibió ninguna que se le igualase. Temió en gran manera que Almagro viniese contra él, pues ya tendría suficiente pujanza para poderlo hacer”.

     (Imagen) Toca hablar de  NICOLÁS DE RIBERA, uno de los TRECE DE LA FAMA. Fue toda una institución entre los veteranos de Perú. Natural de Olvera (Cádiz), llegó a Indias en 1522. Casado con la criolla Elvira Dávalos, tuvieron  nueve hijos.  Murió en Lima en 1563, donde había sido regidor de la ciudad, dejando tan buen recuerdo, que, hoy en día, el puesto que ocupa su alcalde se conoce como ‘el asiento de Don Nicolás de Ribera’. Su vida fue muy ajetreada, pero satisfactoria y muy respetable, como la de un entrañable patriarca. El cronista Cieza consiguió de él mucha información histórica. Hizo siempre cuanto pudo por conseguir la paz entre Pizarro y Almagro. Cuando Pizarro fue a España, Nicolás de Ribera no estuvo ocioso. En ese tiempo abrió una nueva ruta para el paso del Atlántico al Pacífico por el río Chagres. Un nieto suyo, Diego de Vargas Carvajal,  lo comenta en su expediente de méritos y servicios, diciendo que por su cauce pudo pasar las anclas, jarcias y demás pertrechos necesarios para preparar las primeras naos que navegaron por la costa peruana, y explica cómo se convirtió en uno de los trece de la fama: “Don Francisco Pizarro hizo la raya en el suelo diciendo que, los que se habían de quedar en su compañía, la pasaran. Y al punto la pasó Nicolás de Ribera, y animó a los demás a que la pasasen, pero solo quedaron trece españoles en la isla del Gallo”. En 1533 Ribera volvió a Perú junto a Almagro, pero después del apresamiento de Atahualpa. Durante las guerras civiles, su respeto a la legalidad le obligó a luchar contra Gonzalo Pizarro. En un último gesto humanitario, dejó al morir gran parte de sus bienes para crear un hospital destinado a los indios.



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