lunes, 17 de diciembre de 2018

(Día 703) Rodrigo Orgóñez, en medio de la lucha, sigue organizando sus tropas. Diego Gutiérrez de los Ríos suelta a los almagristas presos y les pide que le digan a Almagro que no tome represalias. Orgóñez quiere ejecutar a Alonso de Alvarado, pero Almagro lo impide, y se limita a apresarlo.


     (293) Nos va contando Cieza los pormenores de lo que sucedió después: “Rodrigo Orgóñez, que estaba malherido por el golpe de piedra, pasó por el puente adonde estaba el Adelantado Almagro, habiendo mandado antes al capitán Francisco de Chaves que fuese con cien hombres al real de Alonso de Alvarado y cogiese a toda su gente, sin que ninguno huyese a enterar de lo pasado al Gobernador Don Francisco Pizarro, y prendiendo a los que no quisiesen dejar las armas. Al capitán Narváez le mandó que fuese con su gente  adonde estaba el capitán Garcilaso de la Vega. Un hombre llamado Magallanes (el portugués que ha citado recientemente), al ver la derrota y la prisión de Alonso de Alvarado, subió con toda prisa a lo alto de la sierra, y le dijo al capitán Diego Gutiérrez de los Ríos que venían contra él más de trescientos almagristas. También llegaron Samaniego y algunos otros. Todos lo confirmaron, y luego trataron sobre las decisiones que habían de tomar y sobre si convenía ir a buscar al Gobernador D. Francisco Pizarro. Lo primero que hizo el capitán Diego Gutiérrez de los Ríos fue ir presto adonde estaban (los pizarristas) Diego de Alvarado, Sosa, el contador Juan de Guzmán, el factor Mercado y Don Alonso Enríquez de Guzmán, e los sacó de donde estaban presos. Le dijo a Diego de Alvarado que, pues era su merced un caballero, hablase a los capitanes de Almagro para que, ni en sus personas ni haciendas, no les hiciesen daño alguno, porque, si no, se defenderían con sus armas”.
     Diego de Alvarado les dijo que lo haría con gusto. Habló luego con los capitanes Vasco de Guevara y Chaves, capitanes almagristas, y lo aceptaron con la condición de que obedeciesen las provisiones reales y reconociesen a Almagro como Gobernador: “Los que estaban en el real pizarrista, como no deseaban otra cosa, lo reconocieron como Gobernador, e fueron leídas las Provisiones Reales. Todo lo cual pasó a doce días del mes de julio de mil quinientos treinta y siete”.
      Incluso malherido, el gran Rodrigo Orgóñez no descuidaba ningún detalle. Así como luego veremos lo sanguinario que podía ser Francisco de Carvajal (el Demonio de los Andes), las obsesiones de Orgóñez eran implacables, pero no sádicas. Lo único que le guiaba era su obligación, como capitán general, de asegurar las victorias. Una vez más va a tropezar con los titubeos que sufría Almagro por humanidad o por debilidad: “Cuando llevaron preso a Alonso de Alvarado, el capitán Rodrigo Orgóñez, pensando en el futuro, e conociendo que no les convenía tener muchos enemigos porque la guerra ya se había encendido y la tenían que seguir de tal manera que el partido de Almagro prevaleciese sobre el de Pizarro, e que, por ello, sería cosa acertada quitar la vida a Alonso de Alvarado, con gran prisa mandó que le fuese cortada la cabeza junto al puente donde fueron desbaratados. Al saber Almagro su intención, le dijo que no lo hiciese tan súbitamente, sin que antes se le hubiese tomado su confesión y hecho un proceso contra él. Llegó entonces Alonso de Alvarado, bien atribulado e lleno de congojas, y le echaron prisiones y le pusieron guardas. Y también se robó e saqueó lo que tenían en su campamento los de Alvarado, aunque asimismo es verdad que el Adelantado Almagro mandó después que se devolviese gran parte de todo ello”.

     (Imagen) Otro ‘anónimo’ que tuvo que ser muy importante: FELIPE GUTIÉRREZ. En la carta de la imagen, le dice al Rey que las cosas han sucedido muy torcidamente en el Cuzco. Felipe había ido desde Veragua (zona próxima  al Atlántico) hasta Perú para ayudar a Pizarro contra el alzamiento general de Manco Inca con sus indios. Comenta que,  tras haber logrado someterlos con mucho peligro, fue con la misma intención hacia el Cuzco, que también estaba cercado. Y le pone al Rey en conocimiento de la preocupante situación: “Salidos de Lima, tuvimos noticia de que el Adelantado Don Diego de Almagro había entrado en el Cuzco y apresado a Hernando y Gonzalo Pizarro”. Luego hace referencia a que Pizarro  aceleró la marcha para alcanzar a Alonso de Alvarado, que estaba ya muy cerca del Cuzco, con el fin de tener noticias más precisas, para, “conforme a ello, guiar los negocios”. Pero le salieron al paso más novedades desastrosas: “Y estando en ello, le vino la noticia de que también Alonso de Alvarado había sido apresado por Almagro, y de que toda la gente estaba de parte de este”. Le añade que, al ver que las guerras ya no eran frente a los indios, sino entre cristianos, se sintió obligado a abandonar su puesto de capitán general de Pizarro en la lucha contra los indios rebeldes, para poder centrarse en pacificar a los españoles, aunque con poco éxito en sus gestiones (‘no aprovechó mi diligencia’). Siempre apoyó la causa de Pizarro, y, cuando lo asesinaron, Felipe fue apresado por los almagristas. Consta que cuatro años después ya había muerto, porque está documentado que, en 1545, “Dña. María de Pisa, madre de Felipe Gutiérrez, difunto, reclama los muchos bienes de oro, plata y otras cosas que le pertenecen como heredera legítima suya”.



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