(293) Nos va contando Cieza los pormenores
de lo que sucedió después: “Rodrigo Orgóñez, que estaba malherido por el golpe
de piedra, pasó por el puente adonde estaba el Adelantado Almagro, habiendo
mandado antes al capitán Francisco de Chaves que fuese con cien hombres al real
de Alonso de Alvarado y cogiese a toda su gente, sin que ninguno huyese a
enterar de lo pasado al Gobernador Don Francisco Pizarro, y prendiendo a los
que no quisiesen dejar las armas. Al capitán Narváez le mandó que fuese con su
gente adonde estaba el capitán Garcilaso
de la Vega. Un hombre llamado Magallanes (el
portugués que ha citado recientemente), al ver la derrota y la prisión de
Alonso de Alvarado, subió con toda prisa a lo alto de la sierra, y le dijo al
capitán Diego Gutiérrez de los Ríos que venían contra él más de trescientos
almagristas. También llegaron Samaniego y algunos otros. Todos lo confirmaron,
y luego trataron sobre las decisiones que habían de tomar y sobre si convenía
ir a buscar al Gobernador D. Francisco Pizarro. Lo primero que hizo el capitán
Diego Gutiérrez de los Ríos fue ir presto adonde estaban (los pizarristas) Diego de Alvarado, Sosa, el contador Juan de
Guzmán, el factor Mercado y Don Alonso Enríquez de Guzmán, e los sacó de donde
estaban presos. Le dijo a Diego de Alvarado que, pues era su merced un
caballero, hablase a los capitanes de Almagro para que, ni en sus personas ni
haciendas, no les hiciesen daño alguno, porque, si no, se defenderían con sus
armas”.
Diego de Alvarado les dijo que lo haría
con gusto. Habló luego con los capitanes Vasco de Guevara y Chaves, capitanes
almagristas, y lo aceptaron con la condición de que obedeciesen las provisiones
reales y reconociesen a Almagro como Gobernador: “Los que estaban en el real
pizarrista, como no deseaban otra cosa, lo reconocieron como Gobernador, e
fueron leídas las Provisiones Reales. Todo lo cual pasó a doce días del mes de
julio de mil quinientos treinta y siete”.
Incluso malherido, el gran Rodrigo Orgóñez
no descuidaba ningún detalle. Así como luego veremos lo sanguinario que podía
ser Francisco de Carvajal (el Demonio de los Andes), las obsesiones de Orgóñez
eran implacables, pero no sádicas. Lo único que le guiaba era su obligación,
como capitán general, de asegurar las victorias. Una vez más va a tropezar con
los titubeos que sufría Almagro por humanidad o por debilidad: “Cuando llevaron
preso a Alonso de Alvarado, el capitán Rodrigo Orgóñez, pensando en el futuro,
e conociendo que no les convenía tener muchos enemigos porque la guerra ya se
había encendido y la tenían que seguir de tal manera que el partido de Almagro
prevaleciese sobre el de Pizarro, e que, por ello, sería cosa acertada quitar
la vida a Alonso de Alvarado, con gran prisa mandó que le fuese cortada la
cabeza junto al puente donde fueron desbaratados. Al saber Almagro su
intención, le dijo que no lo hiciese tan súbitamente, sin que antes se le
hubiese tomado su confesión y hecho un proceso contra él. Llegó entonces Alonso
de Alvarado, bien atribulado e lleno de congojas, y le echaron prisiones y le
pusieron guardas. Y también se robó e saqueó lo que tenían en su campamento los
de Alvarado, aunque asimismo es verdad que el Adelantado Almagro mandó después
que se devolviese gran parte de todo ello”.
(Imagen) Otro ‘anónimo’ que tuvo que ser
muy importante: FELIPE GUTIÉRREZ. En la carta de la imagen, le dice al Rey que
las cosas han sucedido muy torcidamente en el Cuzco. Felipe había ido desde
Veragua (zona próxima al Atlántico)
hasta Perú para ayudar a Pizarro contra el alzamiento general de Manco Inca con
sus indios. Comenta que, tras haber
logrado someterlos con mucho peligro, fue con la misma intención hacia el
Cuzco, que también estaba cercado. Y le pone al Rey en conocimiento de la
preocupante situación: “Salidos de Lima, tuvimos noticia de que el Adelantado
Don Diego de Almagro había entrado en el Cuzco y apresado a Hernando y Gonzalo
Pizarro”. Luego hace referencia a que Pizarro aceleró la marcha para alcanzar a Alonso de
Alvarado, que estaba ya muy cerca del Cuzco, con el fin de tener noticias más
precisas, para, “conforme a ello, guiar los negocios”. Pero le salieron al paso
más novedades desastrosas: “Y estando en ello, le vino la noticia de que
también Alonso de Alvarado había sido apresado por Almagro, y de que toda la
gente estaba de parte de este”. Le añade que, al ver que las guerras ya no eran
frente a los indios, sino entre cristianos, se sintió obligado a abandonar su
puesto de capitán general de Pizarro en la lucha contra los indios rebeldes,
para poder centrarse en pacificar a los españoles, aunque con poco éxito en sus
gestiones (‘no aprovechó mi diligencia’). Siempre apoyó la causa de Pizarro, y,
cuando lo asesinaron, Felipe fue apresado por los almagristas. Consta que cuatro
años después ya había muerto, porque está documentado que, en 1545, “Dña. María
de Pisa, madre de Felipe Gutiérrez, difunto, reclama los muchos bienes de oro,
plata y otras cosas que le pertenecen como heredera legítima suya”.
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