(302) Ni que decir tiene que Orgóñez volvió
a su eterna canción: “Le dijo también a Almagro que, si Pizarro quería hacer
conciertos, no era sino por ver fuera de la prisión a Hernando Pizarro, y
hacerse tan pujante que pudiese resistir a quien contra él fuere. Por lo que le
parecía que debía mandar cortar la cabeza a Hernando Pizarro, salirse del Cuzco
con toda la gente e ir a la Ciudad de los Reyes contra el Gobernador”. Y añadió
algo bien sensato: “Le aconsejó que despachara luego (desde Lima) un navío a Panamá para que el obispo fray Tomás de
Berlanga viniese a marcar los límites de las gobernaciones, pues para ello
tenía comisión de Su Majestad”. Apoderarse de Lima era un claro atropello,
pero, como buen estratega, buscaba una posición de ventaja en las
negociaciones.
Ni que decir tiene tampoco que Almagro no le
hizo caso: “Le respondió a Orgóñez que no había ninguna razón evidente por la
que debiesen matar a Hernando Pizarro, que bastaba tenerle preso, e que, viendo
los poderes que traían los enviados de Pizarro, podría ser que hubiese la
manera de que, sin llevar las cosas a tanto rompimiento, quedase él (Almagro) apoderado de lo mejor de las
provincias hasta que el obispo de Panamá viniese”.
Como todo se va a ir complicando mucho,
procede resumir la situación ya vista, pero dejaré que lo haga (mucho mejor) el
mismo Cieza: “Y no me maravillo, mas presumo que será así, que se ha de ver el
lector en confusión para comprender esta historia que vamos describiendo hasta
que se dio la batalla en las Salinas, por ocurrir tantos acontecimientos en un
tiempo, que con mucha dificultad e gran trabajo yo he podido aclararlo. Como el
mandar e gobernar, aunque sea una muy corta provincia, nunca jamás puede sufrir
igualdad ni buena compañía, nacieron la discordia e grandes debates que se
recrecieron entre los Gobernadores Pizarro y Almagro, deseando cada uno
gobernar aquel reino, porque, a la verdad,
está poblado de las más ricas regiones
que hay en el mundo, e donde hay más metales de plata y oro. Y para entenderlo,
es necesario que el curioso lector tenga memoria de lo pasado, para que pueda
comprender lo que sigue”.
Pues sigamos con la película: “Tres días
después de llegar al Cuzco el licenciado Espinosa y sus compañeros, suplicaron
a Almagro que les diese licencia para ver a Hernando Pizarro e a Gonzalo
Pizarro. Se lo concedió muy contento, y fueron a visitarlos muy alegres”. Hubo
abrazos e intercambio de noticias. Pero, como de costumbre, a Rodrigo Orgóñez
no le gustaron estas delicadezas de Almagro, y volvió a la carga: “Como casi
adivinaba la venganza que iba a tomar de ellos Hernando Pizarro, le insistía a
Almagro en que les cortase la cabeza a Hernando Pizarro, a Gonzalo Pizarro y a
Alonso de Alvarado, diciéndole que no se engañase con los consejos vanos de
hombres que no entendían lo que era la guerra. Almagro, como tenía tanta
confianza en (la prudencia de) Diego
de Alvarado, no se apartaba un punto de lo que le aconsejaba, e bien se puede
creer que esto le salvó mucha veces la
vida a Hernando Pizarro”. Nunca cedió Almagro a las presiones de Orgóñez, y lo
más que hizo, sin duda para evitar o aplazar una decisión irreversible, fue abrir
un proceso contra Hernando Pizarro.
(Imagen) Durante los meses que HERNANDO
PIZARRO estuvo preso de Almagro, temiendo a diario que lo ejecutaran, tuvo que
incubar un odio sin freno. El ansia de venganza y su maquiavélico sentido
práctico hicieron que le cortara la cabeza después a su enemigo. Lo que nadie
le puede negar a Hernando (prepotencia aparte) es su excepcional carrera
militar. Se ganó merecidamente el prestigioso rango de Capitán del Rey (válido
en todo el Imperio) cuando solo tenía unos 18 años, en las guerras que
incorporaron definitivamente Navarra a España. El curioso documento de la
imagen (del año 1522), nos muestra que el Rey le reconoció al Capitán Hernando
Pizarro los derechos de la herencia de un tío suyo. El texto comete un lapsus.
Llama a su tío ‘Gonzalo’ Pizarro (era el nombre de su padre), pero al final lo
denomina correctamente: Juan Pizarro. Por su petición al Rey, sabemos que su
tío y su padre murieron en 1522, el primero en Santo Domingo, y el segundo luchando
en Maya (Navarra). También se aclara que le correspondían los bienes por ser el
único heredero legítimo. Y es de suponer que ese tío suyo, Juan Pizarro,
tendría mucho que ver con que el gran Francisco Pizarro se animara a ir a las
Indias, desembarcando hacia 1504 precisamente en Santo Domingo. El Rey ordena a
los oficiales de la Casa de la Contratación de Indias de Sevilla (poco antes
había muerto allí, como Tesorero, ‘mi’ entrañable Sancho Ortiz de Matienzo)
que, cuando reciban los bienes, se los entreguen a Hernando Pizarro (él llegó a
Perú ocho años después).
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