(303) Habló luego Almagro con los
embajadores de Pizarro, y ya de entrada les dijo que él sabía que su gobernación
se extendía hasta la ciudad de Lima, pero después, con la idea de ocupar de
inmediato el máximo terreno posible hasta que llegara el obispo de Panamá para
establecer los límites de las gobernaciones, consultó la opinión de sus
capitanes y sus consejeros. Hubo distintas propuestas, pero se escogió un
límite que dejaba en poder de Pizarro la ciudad de Lima.
Llamó a los emisarios de Pizarro, los
recibió rodeado de sus consejeros, y les dijo: “A todos estos caballeros que
conmigo están, les parece que, si yo tengo por límite el territorio del cacique
de Navarro, podemos estar en paz hasta que venga el obispo de Panamá”. Le
respondieron que les convenía consultar la
opinión con Hernando Pizarro, y Almagro se lo autorizó, pero, cuando
salieron, comentó con los suyos: “Si esto se ha de hacer siguiendo el parecer
de Hernando Pizarro, bien creo que ninguna cosa que buena sea se hará”. Rodrigo
Orgóñez, erre que erre, dijo: “Yo sé que la venida de estos licenciados es solo
para alargaciones, e que habría sido
mejor cortarle la cabeza a Hernando Pizarro y estar nosotros ya en el cabo de
La Nazca”.
En la visita de los negociadores a Hernando Pizarro, vamos a ver una magnífica
actuación del Licenciado Gaspar de Espinosa, llena de sensatez y sin morderse la lengua: “Le dijeron lo que
había pasado con Almagro e hasta dónde pedía que fuesen sus términos.
Hernando Pizarro les respondió que se
concertasen de la mejor manera que pudiesen, con condición de que él fuese
suelto de la prisión. El licenciado Espinosa le habló así: ‘Yo tengo
experiencia de que en las Indias, siempre que se contiende en diferencias,
algunos gobernadores pierden sus haciendas, y la mayoría pasan por grandes
calamidades e ásperas prisiones, y aun mueren en ellas. Yo aseguro que, si el
Gobernador Pizarro no se concierta con el Adelantado Almagro, no les faltarán
penas muy grandes, y Su Majestad, viendo sus disensiones, pondrá remedio por
fuerza en esta tierra, que es suya”.
Luego le reprochó a Hernando su egoísmo:
“Que vuestro parecer no sea dado como hombre que, por desear su libertad,
acepta cualquier concierto, e después cualquier cosa le vale para vengar sus
enojos viejos y enciende la guerra. Así que, el parecer que se diere sea
deseando la paz, e no solamente verse suelto para seguir la guerra”. La
respuesta de Hernando Pizarro fue que su voluntad solo era servir a Su
Majestad, y le dijo al licenciado
Espinosa que llevara el asunto según su criterio, con tal de que dejara
intactos los derechos del Gobernador Pizarro. Cieza termina el párrafo
dejando claro que Hernando solo tenía
una idea fija: “Después el licenciado Espinosa y sus compañeros se marcharon,
quedando Hernando Pizarro muy deseoso de que se concertasen con el Adelantado
Don Diego de Almagro de tal manera que él fuese liberado de la prisión”.
(Imagen)
Hay que alabar a GASPAR DE ESPINOSA por su prioritario deseo al aconsejar a
Pizarro y a Almagro sobre sus violentas diferencias: puso por encima de todo el
logro de la paz. Había sido muy duro como conquistador bajo las órdenes del
temible Pedrarias Dávila, pero, en este conflicto, sus planteamientos fueron de pura
sensatez, tratando de que se impusieran la razón, el bien general y el servicio
a la Corona, y de que se refrenaran las ambiciones personales. Acabo de ver un
documento en el que el Rey, el año 1527, lo nombró juez de residencia, con la
misión de pedir cuentas a los oidores de la Audiencia de Santo Domingo. Era un
trámite habitual pero de mucha responsabilidad. Lo veo como una carambola porque
el hecho tocó de lleno a un sobrino de mi biografiado SANCHO ORTIZ DE MATIENZO.
Se trataba de JUAN ORTIZ DE MATIENZO. Él y los demás oidores estaban inmersos
en la corrupción. Había mucha porquería que limpiar. Aunque Gaspar de Espinosa
era un hombre brillante y enérgico, muy zurrado en la guerra y en los
laberintos legales, no se atrevió a destituirlos. Eso ocurriría años después,
cuando continuaron haciendo desmanes en la Audiencia de México, de la que
fueron sus fundadores. Y, para variar, quienes los sustituyeron fueron unos de
los mejores oidores de toda la historia de las Indias, entre los que se
encontraba un dechado de humanidad y sabiduría: VASCO DE QUIROGA; dejó tan buen recuerdo entre los nativos, que aún lo
llaman en Michoacán TATA VASCO, y hasta tienen allá un colegio con ese nombre.
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