viernes, 21 de diciembre de 2018

(Día 707) Orgóñez se ríe con sarcasmo de que Almagro se haya echado atrás en la decisión de matar a Hernando y Gonzalo Pizarro, y le pone impresionantes ejemplos de grandes hombres que, venciendo, fueron perdonados de todas sus culpas.


     (297) Sus asesores le estaban aconsejando bien, porque Almagro ya había perdido antes gran parte de su legitimidad al apoderarse del Cuzco por la fuerza, y hacer lo mismo con Lima sería arruinar totalmente su prestigio ante el Rey: una flagrante rebeldía que le costaría cara. Le pidieron, pues, que desistiera: “Que no procurase otra cosa más que verse como Gobernador de la provincia que Su Majestad le asignaba. Don Diego de Almagro, siguiendo su parecer, aprobó su consejo (también renunció a ejecutar a los dos hermanos de Pizarro, a Alvarado y a Tordoya)”. Lo que, una vez más, sacará de quicio a su capitán general: “Rodrigo Orgóñez vino por la mañana a ver si se partiría hacia la Ciudad de los Reyes para hacer lo que se había hablado. Almagro le dijo que no pensaba guiar las cosas con tanto rigor, pues Su Majestad sería de ello muy deservido. Cuando lo oyó Orgóñez, le dijo que no lo acababa de entender, pues lo que se concertaba de noche, se olvidaba por la mañana, y que se reía con ganas de su justificación”.
     Orgóñez Le dijo también que Pizarro no iba a tener  tantas contemplaciones con él, y que no creyese que seguía viva la amistad que se habían tenido los dos, “porque ignorarlo era de muy poco juicio”. Le insistió en que aprovechara el tiempo, “porque, en los casos de honra, no ha de haber inconvenientes para que se deje de poner en ejecución lo que conviene”. Y luego quiso hacerle entender que el pragmatismo más absoluto hace que el ganador de las batallas salga limpio de toda culpa, para lo que le puso impresionantes ejemplos, que todos en Indias conocían, de cómo hasta los que habían desobedecido al rey, al conseguirle ricas tierras, recibieron su perdón y grandes títulos: “Le dijo también que se acordase del (terrible) Pedrarias Dávila y de la muerte que le dio al Adelantado Vasco Núñez de Balboa, siendo su yerno, e lo mismo hizo con Francisco Hernández de Córdoba, e que si él (Almagro) no hiciese lo mismo con Hernando Pizarro y los otros, solo Dios sabía el fin que sus negocios tuvieran, porque, en esta parte de Indias, aquel que se adelantaba y quedaba superior, siempre prevalecía; e que, cuando Cortés prendió a Narváez, este era Gobernador del Rey y nunca aquella muerte le costó nada a Cortés”. Cieza comete dos errores (sin duda por despiste), y hay que precisar que Narváez no era gobernador, sino que había sido enviado contra el amotinado Cortés por el gobernador de Cuba, Don Diego Velázquez, y que tampoco murió a manos de Cortés, sino en una expedición posterior. Pero todos conocían la historia: Cortés fue un rebelde contra la autoridad de Velázquez, o sea, en último término, contra el Rey. Eso suponía pena de muerte. Al derrotar a Narváez y conseguir la victoria definitiva contra los aztecas, el rey, sumamente agradecido, lo colmó de honores (aunque siempre lo tuvo bajo sospecha). Esa era la moraleja de Orgóñez: haz lo necesario para vencer, por cualquier medio, y, si lo consigues, conservarás lo obtenido con la bendición de todos.
 
     (Imagen)  RODRIGO ORGÓÑEZ va a morir pronto.  Resulta deprimente que, marginado por rebelde a la Corona, la documentación en la que aparece en PARES se refiera solo al pleito por su herencia, cuando, entre otros grandes méritos, había sido el bravo Mariscal del ejército de Almagro. A poco de morir Rodrigo, se consideró heredera su madre, Beatriz de Dueñas, como se ve en el documento de la imagen, en el cual se precisa lo siguiente: El procurador Tristán Calbete, en nombre de Beatriz de Dueñas, pide la herencia de su hijo Rodrigo Orgóñez. Deja constancia de que era viuda de Alonso Jiménez, sin hacer mención a que Rodrigo fuera hijo del linajudo Juan Orgoños. Presenta una demanda contra Diego Méndez, otro hijo suyo, que vivía entonces en el Cuzco como regidor de la ciudad y se había apropiado de todos los bienes de su fallecido hermano. Afirma que todos los derechos le corresponden a ella porque Rodrigo Orgóñez murió sin hijos y sin nombrar herederos, “y  el dicho Diego Méndez entró e ocupó todos los bienes y herencia que quedaron del dicho difunto, así oro como plata”. El pleito se enconó por la oposición de Méndez y una hermana suya. Hubo maniobras sucias; se buscó alguna relación de Beatriz, judía conversa, con un proceso en el que dos hechiceras fueron ejecutadas, y, dado que Rodrigo Orgóñez afirmaba ser hijo de Juan Orgoños, fue acusada también de adulterio. Más adelante veremos cómo Diego Méndez, acompañado de otros españoles, mató al gran Manco Inca, siendo a su vez masacrados cruelmente por un grupo airado de sus indios.



No hay comentarios:

Publicar un comentario