viernes, 14 de diciembre de 2018

(Día 701) Rodrigo Orgóñez hace maniobras fingidas para desconcertar a Alonso de Alvarado, y se niega a la idea de proponerle que se rinda, pues lo considera perder el tiempo. Cieza opina que, salvo Garcilaso de la Vega y unos pocos más, el resto de los pizarristas deseaban pasarse al bando de Almagro. Orgóñez lanza el ataque definitivo.


     (291) Se puso, pues, en práctica la estrategia de Orgóñez: “Los indios de Paullo comenzaron a hacer muy gran ruido; cuando lo oyeron los hombres de Alvarado y aunque la oscuridad de la noche fuese mucha, acudieron a aquella parte creyendo que querían pasar, mas Rodrigo de Orgóñez no tenía tal propósito. Al amanecer, habló con Almagro sobre la manera de pasar el río sin que hubiese guerra ni muerte de hombres, porque, como ya sabían que tenían de su parte a la mayoría de los que estaban con Alonso de Alvarado, les parecía que sin muchos trabajos podrían prenderle a él y al capitán Garcilaso de la Vega (padre del cronista Inca Garcilaso), e que, con la gente que allí recogiesen, engrosarían su ejército para pasar adelante si el Gobernador  Francisco Pizarro no quisiese desocupar los términos de la gobernación (de Almagro)”.
     Después Cieza comenta, sin llegar a asegurarlo, que también el capitán Tordoya le pasó recado a Almagro de que quería ponerse a sus órdenes: “Estando en esto, dicen que vino un español, de origen portugués, llamado Magallanes, de parte de Tordoya con el mensaje de que se ofrecía a su servicio”.  Por si acaso, Cieza añade: “Otros cuentan que no lo hizo, pero lo que yo creo es que, salvo Garcilaso de la Vega y algunos de los que estuvieron en las Chachapoyas, todos los demás, eran aficionados a Almagro”. También surgió otra cuestión: “Entre los hombres de Almagro se platicó que sería acertado enviar mensajeros al capitán Alonso de Alvarado para que lo reconociese a él como General y Gobernador  y soltase a los presos (enseguida nos contará Enríquez, que era uno de los encarcelados, su insoportable y constante miedo a que lo mataran). Orgóñez  mostró que no estaba de acuerdo, diciendo que eran alargaciones, e que nunca se haría nada. Y venida la noche, tornó a simular que quería pasar el río para luchar contra  los de Alonso de Alvarado”.
     Tras esa maniobra de despiste, lanzó el ataque definitivo: “Habló a sus soldados de a pie y de a caballo, diciéndoles que batallaran animosamente, pues la guerra no requiere compasión ni corazones blandos. Tomando ochenta de a caballo y a los capitanes Cristóbal de Sotelo, Vasco de Guevara y Francisco de Chaves, fue al río Abancay (Almagro se quedó con el resto a la espera de atacar después). Yendo pasando el río, mandó Orgóñez que disparasen unos versos (pieza de artillería ligera). Uno de los de Alvarado lanzó una flecha de ballesta hiriendo malamente a un soldado, que dijo a grandes voces: ‘Pese a tal, que no es este de los que han afirmado estar de nuestra parte’. Como aquel río iba tan crecido y tan furioso, los de Alvarado no podían creer que los enemigos lo hubiesen pasado, y andaba entre ellos gran turbación. Habiendo llegado ya   algunos de los de a caballo, Juan Pérez de Guevara quiso ponerse en defensa, e le dieron un picazo en el muslo. Los indios y los negros de los españoles hacían tan gran tumulto, que no se podían entender unos a otros. Por aquel gran ruido y estruendo, había conocido Alonso de Alvarado que los enemigos estaban ya en su parte del río, y se vino hacia el puente para juntarse con Gómez de Tordoya”.

     (Imagen) Estar envuelto en el tóxico ambiente de las guerras civiles era vivir al borde del precipicio. Nadie se fiaba de nadie. Van apareciendo nombres de héroes sepultados en el olvido. Nos menciona Cieza a varios capitanes de Almagro. El toledano VASCO DE GUEVARA, llegó a Perú procedente de Nicaragua. Pronto veremos que, en la batalla de las Salinas, fue apresado, pero después Pizarro, como hizo con otros de los capitanes derrotados, tras ser ejecutado Diego de Almagro le confió una delicada misión, la de acabar con el cerco que Manco Inca tenía puesto con sus indios a la villa de San Juan de la Frontera. Lo hizo a la perfección, y, quizá por eso, lo nombró después teniente de gobernador de la provincia de Huamanga. Tras el asesinato de Pizarro, huyó de los almagristas, y se incorporó a las tropas leales al Rey para luchar contra Diego de Almagro el Mozo. El zamorano CRISTÓBAL SOTELO fue de los pocos que mantuvieron una fidelidad inalterable, en su caso, a los almagristas. Resultó derrotado y herido en la batalla de las Salinas. Cuando murió Pizarro, lo envió al Cuzco Diego de Almagro el Mozo para imponer allí la autoridad de los almagristas (desplazando a los pizarristas), pero, en una disputa, lo mató otro almagrista. Se trataba del capitán GARCÍA DE ALVARADO, quien, a pesar de haber participado en el asesinato de Pizarro bajo las órdenes de Diego de Almagro el Mozo, no le sirvió de mucho, pues el joven pero duro sucesor de Almagro dio orden de ejecutarlo por haber matado a Cristóbal Sotelo. Los horrores y las traiciones se encadenaban. Ojo por ojo…, y todos ciegos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario