(291) Se puso, pues, en práctica la estrategia
de Orgóñez: “Los indios de Paullo comenzaron a hacer muy gran ruido; cuando lo
oyeron los hombres de Alvarado y aunque la oscuridad de la noche fuese mucha,
acudieron a aquella parte creyendo que querían pasar, mas Rodrigo de Orgóñez no
tenía tal propósito. Al amanecer, habló con Almagro sobre la manera de pasar el
río sin que hubiese guerra ni muerte de hombres, porque, como ya sabían que
tenían de su parte a la mayoría de los que estaban con Alonso de Alvarado, les
parecía que sin muchos trabajos podrían prenderle a él y al capitán Garcilaso
de la Vega (padre del cronista Inca
Garcilaso), e que, con la gente que allí recogiesen, engrosarían su
ejército para pasar adelante si el Gobernador
Francisco Pizarro no quisiese desocupar los términos de la gobernación (de Almagro)”.
Después Cieza comenta, sin llegar a
asegurarlo, que también el capitán Tordoya le pasó recado a Almagro de que quería
ponerse a sus órdenes: “Estando en esto, dicen que vino un español, de origen
portugués, llamado Magallanes, de parte de Tordoya con el mensaje de que se
ofrecía a su servicio”. Por si acaso, Cieza
añade: “Otros cuentan que no lo hizo, pero lo que yo creo es que, salvo
Garcilaso de la Vega y algunos de los que estuvieron en las Chachapoyas, todos
los demás, eran aficionados a Almagro”. También surgió otra cuestión: “Entre
los hombres de Almagro se platicó que sería acertado enviar mensajeros al
capitán Alonso de Alvarado para que lo reconociese a él como General y
Gobernador y soltase a los presos (enseguida nos contará Enríquez, que era uno
de los encarcelados, su insoportable y constante miedo a que lo mataran).
Orgóñez mostró que no estaba de acuerdo,
diciendo que eran alargaciones, e que nunca se haría nada. Y venida la noche,
tornó a simular que quería pasar el río para luchar contra los de Alonso de Alvarado”.
Tras esa maniobra de despiste, lanzó el
ataque definitivo: “Habló a sus soldados de a pie y de a caballo, diciéndoles
que batallaran animosamente, pues la guerra no requiere compasión ni corazones
blandos. Tomando ochenta de a caballo y a los capitanes Cristóbal de Sotelo,
Vasco de Guevara y Francisco de Chaves, fue al río Abancay (Almagro se quedó con el resto a la espera de
atacar después). Yendo pasando el río, mandó Orgóñez que disparasen unos
versos (pieza de artillería ligera).
Uno de los de Alvarado lanzó una flecha de ballesta hiriendo malamente a un
soldado, que dijo a grandes voces: ‘Pese a tal, que no es este de los que han afirmado
estar de nuestra parte’. Como aquel río iba tan crecido y tan furioso, los de
Alvarado no podían creer que los enemigos lo hubiesen pasado, y andaba entre
ellos gran turbación. Habiendo llegado ya
algunos de los de a caballo, Juan Pérez de Guevara quiso ponerse en
defensa, e le dieron un picazo en el muslo. Los indios y los negros de los
españoles hacían tan gran tumulto, que no se podían entender unos a otros. Por
aquel gran ruido y estruendo, había conocido Alonso de Alvarado que los
enemigos estaban ya en su parte del río, y se vino hacia el puente para
juntarse con Gómez de Tordoya”.
(Imagen) Estar envuelto en el tóxico
ambiente de las guerras civiles era vivir al borde del precipicio. Nadie se
fiaba de nadie. Van apareciendo nombres de héroes sepultados en el olvido. Nos menciona
Cieza a varios capitanes de Almagro. El toledano VASCO DE GUEVARA, llegó a Perú
procedente de Nicaragua. Pronto veremos que, en la batalla de las Salinas, fue
apresado, pero después Pizarro, como hizo con otros de los capitanes derrotados,
tras ser ejecutado Diego de Almagro le confió una delicada misión, la de acabar
con el cerco que Manco Inca tenía puesto con sus indios a la villa de San Juan
de la Frontera. Lo hizo a la perfección, y, quizá por eso, lo nombró después
teniente de gobernador de la provincia de Huamanga. Tras el asesinato de
Pizarro, huyó de los almagristas, y se incorporó a las tropas leales al Rey
para luchar contra Diego de Almagro el Mozo. El zamorano CRISTÓBAL SOTELO fue
de los pocos que mantuvieron una fidelidad inalterable, en su caso, a los
almagristas. Resultó derrotado y herido en la batalla de las Salinas. Cuando
murió Pizarro, lo envió al Cuzco Diego de Almagro el Mozo para imponer allí la
autoridad de los almagristas (desplazando a los pizarristas), pero, en una
disputa, lo mató otro almagrista. Se trataba del capitán GARCÍA DE ALVARADO,
quien, a pesar de haber participado en el asesinato de Pizarro bajo las órdenes
de Diego de Almagro el Mozo, no le sirvió de mucho, pues el joven pero duro
sucesor de Almagro dio orden de ejecutarlo por haber matado a Cristóbal Sotelo.
Los horrores y las traiciones se encadenaban. Ojo por ojo…, y todos ciegos.
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