(290) La estrategia que Lerma le aconsejó
a Almagro fue clave para el resultado de la batalla: “Pues haciéndolo Almagro
así, estuvo todo el día sobre el puente peleando con algunos arcabuceros y
ballesteros, y en esta pelea su gente mató a tres hombres de los de Alvarado.
Llegando la noche, Almagro hizo grandes fuegos delante del puente, fingiendo
asentar su real y querer acometer por allí. Dejando algunos hombres a la vista
en el puente, al alba se fue al vado con el resto de la gente. Pasándolo sin
riesgo, aunque hubo una débil resistencia por parte de algunos que no conocían
el trato con los de Lerma, prendió a la gente que allí estaba, y,
silenciosamente, dio sobre los que estaban guardando el puente, hirió a
algunos, se rindieron los demás, y prendió a Alonso de Alvarado (que siempre recordó el percance herido en su
orgullo de gran capitán); de aquí siguió hasta Cochacaxa, donde apresó a la
gente que allí estaba. Después Almagro dio la vuelta hacia el Cuzco llevando a
toda la gente consigo, unos voluntariamente, y otros a su pesar. Llevando preso
con mucho recaudo a Alonso de Alvarado, y llegado que fue al Cuzco, lo metió en
la prisión donde tenía a Hernando Pizarro y Gonzalo Pizarro. Esta fue la
primera batalla entre españoles que en el Perú hubo (sin contar la ocupación violenta del Cuzco por parte de Almagro), y
en esta batalla, según se dijo, afrentaron a muchos, y así Pedro de Lerma dio
de palos a un Samaniego, y este Samaniego mató después a Pedro de Lerma cuando
se dio la batalla de las Salinas”.
Al igual que el cronista Pedro Pizarro, tampoco
Cieza será demasiado extenso al hablar de la batalla de Abancay, pero dará más
detalles, y no atribuirá exclusivamente la victoria de Almagro a la traición,
aunque sí mencionará que le facilitaron las cosas desde el campo de Alonso de
Alvarado: “Almagro llegó a la zona de Abancay, y mandó a cincuenta de a caballo
que se acercasen al puente y viesen lo que había. Cuando se enteró del
apresamiento del capitán Perálvarez Holguín (recordemos que fue sorprendido cuando iba hacia el Cuzco), recibió
muy grande alegría, e mandó que lo tratasen muy bien. Viendo Diego de Alvarado
que Almagro tardaba en llegar, le tornó a escribir, y, al recibir la carta,
mandó Almagro a su gente que se diera prisa, y así llegaron al río Abancay.
Alonso de Alvarado, sin turbarse al ver tan cerca las banderas del enemigo,
animaba a su gente justificando su causa, mas todo esto era echar palabras al
aire”. Lo que sigue narrando pone de relieve el protagonismo del capitán
Rodrigo de Orgóñez, y el importante detalle de que continuaba participando en
la lucha al lado de Almagro el inca Paullo con numerosos indios: “Rodrigo de
Orgóñez mandó a Paullo que sus indios hiciesen grandes trincheras en un vado y
doscientas balsas para pasar el río. El capitán Garcilaso de la Vega (pizarrista) estaba guardando aquel paso.
Rodrigo de Orgóñez simuló querer pasar el río para sorprender a los enemigos
desprevenidos, diciendo a sus hombres que en la guerra, con ardides, las batallas eran vencidas sin muerte de
mucha gente”.
Parece evidente que los soldados tenían
una gran confianza en la experiencia de su capitán general, Rodrigo de Orgóñez,
porque nadie como él podía presumir de una hoja de servicios tan brillante, no
solo en las Indias, sino, como ya dijimos, en las guerras europeas.
(Imagen) SEBASTIÁN GARCILASO DE LA VEGA Y
VARGAS, nacido en Badajoz, fue un extraordinario capitán que, curiosamente, es
más conocido por ser el padre del cronista mestizo Inca Garcilaso, a quien lo tuvo con la princesa peruana
Isabel Chimpu Ocllo, hija nada menos que del emperador Huayna Cápac. Fiel a los
Pizarro, lo vamos a ver pronto apresado por Almagro, y liberado después tras la
definitiva derrota y ejecución de este. Su fidelidad a la Corona fue más
dudosa. En la guerra de Chupas, Sebastián no tuvo problemas de lealtad porque
los pizarristas y las fuerzas reales luchaban juntos contra Diego de Almagro el
Mozo, quien fue derrotado y ejecutado. Sebastián superó entonces una grave
herida. Lo tuvo más complicado después, cuando Gonzalo Pizarro se enfrentó
abiertamente a la corona, pero optó por las leyes de la amistad, luchó junto a
él en la batalla de Huarina, e incluso le salvó la vida. Sin embargo, cuando el
magnífico y hábil Pedro de la Gasca recibió el encargo del Rey de acabar con
las guerras civiles, y consiguió, tras muchos obstáculos, poner a Gonzalo
Pizarro contra las cuerdas, Sebastián Garcilaso de la Vega, no solo se pasó a
su bando con toda su tropa, sino que esa ayuda fue la clave de la derrota
definitiva de Gonzalo. El hermano pequeño de Pizarro, que tan azarosa y sufrida
biografía tuvo, perdió entonces la batalla de Jaquijahuana, y la vida, esa
misma vida que Sebastián Garcilaso de la Vega le había salvado poco antes.
Luego Sebastián continuó en otras aventuras, pero, cosa rara entre aquellos
capitanes, disfrutó de su vejez, y murió tranquilamente en la ciudad del Cuzco
el año 1559.
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