jueves, 13 de diciembre de 2018

(Día 700) En la breve versión del cronista Pedro Pizarro, Almagro, utilizando los consejos de los traidores, derrota a Alonso de Alvarado y lo apresa, llevándolo adonde están encarcelados Hernando y Gonzalo Pizarro. Cieza va a contarlo más extensamente.


     (290) La estrategia que Lerma le aconsejó a Almagro fue clave para el resultado de la batalla: “Pues haciéndolo Almagro así, estuvo todo el día sobre el puente peleando con algunos arcabuceros y ballesteros, y en esta pelea su gente mató a tres hombres de los de Alvarado. Llegando la noche, Almagro hizo grandes fuegos delante del puente, fingiendo asentar su real y querer acometer por allí. Dejando algunos hombres a la vista en el puente, al alba se fue al vado con el resto de la gente. Pasándolo sin riesgo, aunque hubo una débil resistencia por parte de algunos que no conocían el trato con los de Lerma, prendió a la gente que allí estaba, y, silenciosamente, dio sobre los que estaban guardando el puente, hirió a algunos, se rindieron los demás, y prendió a Alonso de Alvarado (que siempre recordó el percance herido en su orgullo de gran capitán); de aquí siguió hasta Cochacaxa, donde apresó a la gente que allí estaba. Después Almagro dio la vuelta hacia el Cuzco llevando a toda la gente consigo, unos voluntariamente, y otros a su pesar. Llevando preso con mucho recaudo a Alonso de Alvarado, y llegado que fue al Cuzco, lo metió en la prisión donde tenía a Hernando Pizarro y Gonzalo Pizarro. Esta fue la primera batalla entre españoles que en el Perú hubo (sin contar la ocupación violenta del Cuzco por parte de Almagro), y en esta batalla, según se dijo, afrentaron a muchos, y así Pedro de Lerma dio de palos a un Samaniego, y este Samaniego mató después a Pedro de Lerma cuando se dio la batalla de las Salinas”.
     Al igual que el cronista Pedro Pizarro, tampoco Cieza será demasiado extenso al hablar de la batalla de Abancay, pero dará más detalles, y no atribuirá exclusivamente la victoria de Almagro a la traición, aunque sí mencionará que le facilitaron las cosas desde el campo de Alonso de Alvarado: “Almagro llegó a la zona de Abancay, y mandó a cincuenta de a caballo que se acercasen al puente y viesen lo que había. Cuando se enteró del apresamiento del capitán Perálvarez Holguín (recordemos que fue sorprendido cuando iba hacia el Cuzco), recibió muy grande alegría, e mandó que lo tratasen muy bien. Viendo Diego de Alvarado que Almagro tardaba en llegar, le tornó a escribir, y, al recibir la carta, mandó Almagro a su gente que se diera prisa, y así llegaron al río Abancay. Alonso de Alvarado, sin turbarse al ver tan cerca las banderas del enemigo, animaba a su gente justificando su causa, mas todo esto era echar palabras al aire”. Lo que sigue narrando pone de relieve el protagonismo del capitán Rodrigo de Orgóñez, y el importante detalle de que continuaba participando en la lucha al lado de Almagro el inca Paullo con numerosos indios: “Rodrigo de Orgóñez mandó a Paullo que sus indios hiciesen grandes trincheras en un vado y doscientas balsas para pasar el río. El capitán Garcilaso de la Vega (pizarrista) estaba guardando aquel paso. Rodrigo de Orgóñez simuló querer pasar el río para sorprender a los enemigos desprevenidos, diciendo a sus hombres que en la guerra, con ardides,  las batallas eran vencidas sin muerte de mucha gente”.
     Parece evidente que los soldados tenían una gran confianza en la experiencia de su capitán general, Rodrigo de Orgóñez, porque nadie como él podía presumir de una hoja de servicios tan brillante, no solo en las Indias, sino, como ya dijimos, en las guerras europeas.

     (Imagen) SEBASTIÁN GARCILASO DE LA VEGA Y VARGAS, nacido en Badajoz, fue un extraordinario capitán que, curiosamente, es más conocido por ser el padre del cronista mestizo Inca Garcilaso,  a quien lo tuvo con la princesa peruana Isabel Chimpu Ocllo, hija nada menos que del emperador Huayna Cápac. Fiel a los Pizarro, lo vamos a ver pronto apresado por Almagro, y liberado después tras la definitiva derrota y ejecución de este. Su fidelidad a la Corona fue más dudosa. En la guerra de Chupas, Sebastián no tuvo problemas de lealtad porque los pizarristas y las fuerzas reales luchaban juntos contra Diego de Almagro el Mozo, quien fue derrotado y ejecutado. Sebastián superó entonces una grave herida. Lo tuvo más complicado después, cuando Gonzalo Pizarro se enfrentó abiertamente a la corona, pero optó por las leyes de la amistad, luchó junto a él en la batalla de Huarina, e incluso le salvó la vida. Sin embargo, cuando el magnífico y hábil Pedro de la Gasca recibió el encargo del Rey de acabar con las guerras civiles, y consiguió, tras muchos obstáculos, poner a Gonzalo Pizarro contra las cuerdas, Sebastián Garcilaso de la Vega, no solo se pasó a su bando con toda su tropa, sino que esa ayuda fue la clave de la derrota definitiva de Gonzalo. El hermano pequeño de Pizarro, que tan azarosa y sufrida biografía tuvo, perdió entonces la batalla de Jaquijahuana, y la vida, esa misma vida que Sebastián Garcilaso de la Vega le había salvado poco antes. Luego Sebastián continuó en otras aventuras, pero, cosa rara entre aquellos capitanes, disfrutó de su vejez, y murió tranquilamente en la ciudad del Cuzco el año 1559.



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