sábado, 22 de diciembre de 2018

(Día 708) Almagro le dijo a Orgóñez que no había que preocuparse, porque tenían una fuerza superior a la de Pizarro. Acatando sus órdenes sin estar de acuerdo con ellas, Ordóñez se limitó a preparar más armamento. Hernando Pizarro, para ganarse a Diego de Alvarado, le perdonó una deuda de juego.


     (298) Pero Almagro tenía pánico a decisiones tan traumáticas, y buscaba estrategias más suaves: “Le respondió a Orgóñez: ‘Tengo presos a Hernando y Gonzalo Pizarro, Alonso de Alvarado, Gómez de Tordoya, y otros a quienes Don Francisco Pizarro tiene en gran aprecio, y tenemos nuestro ejército tan engrosado con la gente a la que hemos ganado, que, si él no quisiese desocupar mi gobernación, que se extiende hasta el valle de Lima, será cosa muy fácil ir contra él y hacer lo que decís, o aguardar que el obispo fray Tomas de Berlanga venga a establecer los límites que cada uno ha de tener. Ruégoos que no os acongojéis, que Dios guiará las cosas de tal manera que no habrá más enfrentamientos”.
     Lo más sensato de lo que dijo fue el recurso a un mediador enviado por el rey, y ninguno más ecuánime que el obispo Berlanga. Pero eso era en teoría. Nada va a tener arreglo porque, tanto Pizarro como Almagro, querían salirse con la suya. Habrá mil   cansinas discusiones a través de mediadores, todas abocadas al fracaso. Con tanta apasionada ceguera, solo podía haber resuelto el problema alguien que estaba demasiado lejos: Carlos V.
     Como se suele decir, Orgóñez era ‘mucho’ Orgóñez, con un historial militar impresionante, que empezó en las guerras europeas, pero Almagro jugaba con la ventaja de la disciplina militar a la que estaban sujetos todos los conquistadores. Lo único que se permitió Orgóñez fue desahogarse de palabra,y acató la voluntad de Almagro diciéndole: “Dios quiera que así sea, pero se debería ir a la Ciudad de los Reyes, porque Don Francisco Pizarro, en cuanto sepa lo que acá ocurre, se rehará de gente, e no le faltarán hombres bien expertos que sepan continuar la guerra e tratarla sin temores”.
     Descartadas las ejecuciones, Almagro mandó que se enviara a los capitanes derrotados al Cuzco para retenerlos allá en presidio. Él llegó más tarde y trató de ganarse la confianza de los vecinos de la ciudad que habían estado bajo la autoridad de Pizarro: “A los que consideraba neutrales, o veía que no seguían con gusto su partido, les hacía grandes ofertas, gastando mucho dinero con unos e con otros”. Rodrigo Orgóñez, con visión de futuro, sabía bien lo que tenía que hacer: “Recogía todas las armas y se ocupaba en aderezarlas, y en hacer pólvora e arcabuces, y otras municiones necesarias para la guerra”.
     Hernando Pizarro sintió sobremanera la derrota de Alonso de Alvarado, pero se alegró de la llegada de Diego de Alvarado, quizá con la intención de aprovecharse de la nobleza de su carácter. De hecho se empeñó en caerle simpático. Diego lo visitó en su prisión. Jugaron a las cartas y perdió una suma considerable de dinero: “Hernando Pizarro, como hombre mañoso e que veía que le convenía procurar amigos, le devolvió los dineros, suplicándole que los recibiera. Diego de Alvarado, viendo la voluntad de Hernando Pizarro y su mucha liberalidad, le tomó de allí adelante mucha amistad, y ayudó después a que conservara la vida, pues muchas veces se la quisieron quitar”.

     (Imagen) Nadie recuerda ya a RODRIGO ORGÓÑEZ como lo que fue, uno de los mejores capitanes de las Indias. Hasta su apellido colabora en ese ocultamiento. Como ‘Orgóñez’, el archivo PARES solo registra un dato, el de su llegada  a Indias con el gobernador de Santa Marta (Colombia) García de Lerma, al cual acompañaba también su sobrino Pedro de Lerma. Cuando este se pasó al bando de Almagro, luchó al lado de su viejo amigo Rodrigo Orgóñez, y murieron casi al mismo tiempo, tras el desastre de la batalla de las Salinas. Como ‘Orgoños’, existe de él bastante documentación, pero centrada solamente en los pleitos por su herencia. Hay un escrito (el de la imagen) que confirma el rumor de que fue procesado por matar a alguien en 1526, de lo que tuvo que salir absuelto, porque dos años después ya estaba en América. El documento es de 1538, el mismo año en que murió, lo que muestra la celeridad con que empezó la disputa sobre su herencia. El Rey le dice al reverendo Sebastián Ramírez, Obispo de Tuy y Presidente de la Audiencia de Granada, “que ha sido informado por el Licenciado Villalobos, Fiscal del Consejo de las Indias, que en aquella Audiencia se trató un pleito criminal el año mil quinientos veintiséis contra don Rodrigo Orgoños, natural de la villa de Oropesa, en el que el dicho don Rodrigo Orgoños alegó ser hijodalgo e hijo de un Orgoños, vecino de la dicha villa, y que sobre ello y otras cosas hizo cierta probanza. Porque conviene que el dicho proceso venga a poder de Juan de Sámano, nuestro Secretario, yo os encargo que con toda diligencia busquéis el dicho pleito y me enviéis una copia autorizada”.



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