(298) Pero Almagro tenía pánico a
decisiones tan traumáticas, y buscaba estrategias más suaves: “Le respondió a
Orgóñez: ‘Tengo presos a Hernando y Gonzalo Pizarro, Alonso de Alvarado, Gómez
de Tordoya, y otros a quienes Don Francisco Pizarro tiene en gran aprecio, y
tenemos nuestro ejército tan engrosado con la gente a la que hemos ganado, que,
si él no quisiese desocupar mi gobernación, que se extiende hasta el valle de
Lima, será cosa muy fácil ir contra él y hacer lo que decís, o aguardar que el
obispo fray Tomas de Berlanga venga a establecer los límites que cada uno ha de
tener. Ruégoos que no os acongojéis, que Dios guiará las cosas de tal manera
que no habrá más enfrentamientos”.
Lo más sensato de lo que dijo fue el
recurso a un mediador enviado por el rey, y ninguno más ecuánime que el obispo
Berlanga. Pero eso era en teoría. Nada va a tener arreglo porque, tanto Pizarro
como Almagro, querían salirse con la suya. Habrá mil cansinas discusiones a través de mediadores,
todas abocadas al fracaso. Con tanta apasionada ceguera, solo podía haber
resuelto el problema alguien que estaba demasiado lejos: Carlos V.
Como se suele decir, Orgóñez era ‘mucho’
Orgóñez, con un historial militar impresionante, que empezó en las guerras
europeas, pero Almagro jugaba con la ventaja de la disciplina militar a la que
estaban sujetos todos los conquistadores. Lo único que se permitió Orgóñez fue
desahogarse de palabra,y acató la voluntad de Almagro diciéndole: “Dios quiera
que así sea, pero se debería ir a la Ciudad de los Reyes, porque Don Francisco
Pizarro, en cuanto sepa lo que acá ocurre, se rehará de gente, e no le faltarán
hombres bien expertos que sepan continuar la guerra e tratarla sin temores”.
Descartadas las ejecuciones, Almagro mandó
que se enviara a los capitanes derrotados al Cuzco para retenerlos allá en
presidio. Él llegó más tarde y trató de ganarse la confianza de los vecinos de
la ciudad que habían estado bajo la autoridad de Pizarro: “A los que
consideraba neutrales, o veía que no seguían con gusto su partido, les hacía
grandes ofertas, gastando mucho dinero con unos e con otros”. Rodrigo Orgóñez,
con visión de futuro, sabía bien lo que tenía que hacer: “Recogía todas las
armas y se ocupaba en aderezarlas, y en hacer pólvora e arcabuces, y otras
municiones necesarias para la guerra”.
Hernando Pizarro sintió sobremanera la
derrota de Alonso de Alvarado, pero se alegró de la llegada de Diego de
Alvarado, quizá con la intención de aprovecharse de la nobleza de su carácter.
De hecho se empeñó en caerle simpático. Diego lo visitó en su prisión. Jugaron
a las cartas y perdió una suma considerable de dinero: “Hernando Pizarro, como
hombre mañoso e que veía que le convenía procurar amigos, le devolvió los
dineros, suplicándole que los recibiera. Diego de Alvarado, viendo la voluntad
de Hernando Pizarro y su mucha liberalidad, le tomó de allí adelante mucha
amistad, y ayudó después a que conservara la vida, pues muchas veces se la
quisieron quitar”.
(Imagen) Nadie recuerda ya a RODRIGO
ORGÓÑEZ como lo que fue, uno de los mejores capitanes de las Indias. Hasta su
apellido colabora en ese ocultamiento. Como ‘Orgóñez’, el archivo PARES solo
registra un dato, el de su llegada a
Indias con el gobernador de Santa Marta (Colombia) García de Lerma, al cual
acompañaba también su sobrino Pedro de Lerma. Cuando este se pasó al bando de
Almagro, luchó al lado de su viejo amigo Rodrigo Orgóñez, y murieron casi al
mismo tiempo, tras el desastre de la batalla de las Salinas. Como ‘Orgoños’,
existe de él bastante documentación, pero centrada solamente en los pleitos por
su herencia. Hay un escrito (el de la imagen) que confirma el rumor de que fue
procesado por matar a alguien en 1526, de lo que tuvo que salir absuelto,
porque dos años después ya estaba en América. El documento es de 1538, el mismo
año en que murió, lo que muestra la celeridad con que empezó la disputa sobre
su herencia. El Rey le dice al reverendo Sebastián Ramírez, Obispo de Tuy y
Presidente de la Audiencia de Granada, “que ha sido informado por el Licenciado
Villalobos, Fiscal del Consejo de las Indias, que en aquella Audiencia se trató
un pleito criminal el año mil quinientos veintiséis contra don Rodrigo Orgoños,
natural de la villa de Oropesa, en el que el dicho don Rodrigo Orgoños alegó
ser hijodalgo e hijo de un Orgoños, vecino de la dicha villa, y que sobre ello
y otras cosas hizo cierta probanza. Porque conviene que el dicho proceso venga
a poder de Juan de Sámano, nuestro Secretario, yo os encargo que con toda
diligencia busquéis el dicho pleito y me enviéis una copia autorizada”.
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