jueves, 6 de diciembre de 2018

(Día 694) Pintoresca versión (como siempre) de Don Alonso Enríquez de Guzmán sobre cómo él y otros enviados de Almagro fueron apresados por Alonso de Alvarado, del que hace una caricatura partidista.


     (284) Ya de entrada, muestra Don Alonso Enríquez de Guzmán un total y tendencioso convencimiento de que el Cuzco le correspondía por derecho a Almagro, cuando, en realidad, el asunto era sumamente confuso: “El Gobernador Don Francisco Pizarro pretendía corresponderle esta provincia del Cuzco por haberla descubierto y conquistado. Sin embargo, el que ahora era Gobernador de ella (evita decir que la ocupó por la fuerza), Don Diego de Almagro, colaboró en descubrirla y conquistarla con su persona y hacienda, porque en trabajos e intereses han sido compañeros desde hace mucho tiempo, y el Emperador nuestro señor le había hecho gobernador de esta provincia a Don Diego de Almagro, declarando en su provisión que se cumpliesen los límites con la gobernación de su compañero. Pero  Don Francisco Pizarro creyó que Don Diego había muerto cuando fue a descubrir a Chile, y quiso poseerlo todo, no solo por lo que tengo dicho, sino también por la compañía con la que nos criamos, que es la señora Codicia. Don Francisco Pizarro, por socorrer a sus hermanos, Hernando y Gonzalo, y a los cristianos que estábamos en el Cuzco cercados por los indios (Enríquez no había traicionado todavía a los Pizarro), reunió gran cantidad de gente, y, quedándose él en Lima con gran refuerzo porque la ciudad estaba rodeada y apretada por los indios, envió quinientos hombres con un capitán montañés (cántabro) y necio, cabezón sin medios ni remedio, como adelante veréis. Su nombre, Alonso de Alvarado (en realidad, como vimos, era uno de los más brillantes capitanes y de las mejores personas de la campaña de Perú)”.
     Y sigue desprestigiando a Alonso de Alvarado: “Cuando Don Diego de Almagro supo que este perezoso capitán y su gente estaban a veinticinco leguas del Cuzco, acordó salir a recibirlos con otros quinientos hombres, y, a seis leguas de ellos, envió a decirles que no era menester que socorrieran la dicha ciudad, porque ya lo había hecho él, pero que eran bienvenidos. Para lo cual tomó como mensajeros a Juan de Guzmán, Diego Mercado, el licenciado Francisco Prado, Diego de Alvarado, Gómez de Alvarado, Hernando de Sosa, escribano, para que diese fe de todo lo que pasara, y a mí. Caminamos una  noche y llegamos donde ellos, que estaban en una sierra muy fuerte, con un río de grandes corrientes (el Abancay), que se pasaba por un puente, en el cual tenían mucha cantidad de artillería y gente. El capitán Alonso de Alvarado nos recibió con gran cortesía y amor. Nos convidó a comer y después, estando presentes sus principales, nos dijo: ‘Señores, yo venía a socorrer la ciudad del Cuzco por orden del gobernador Don Francisco Pizarro, mi dueño, porque lo tiene como de su gobernación, y porque creyó que don Diego de Almagro había muerto cuando fue a descubrir Chile. Ahora hemos sabido que ha entrado por fuerza en dicha ciudad, tomándola y haciéndose obedecer como gobernador de ella, apresando a Hernando y Gonzalo Pizarro, hermanos de nuestro dueño, para cortarles la cabeza. Por lo cual, nos ha parecido necesario prender a vuestra mercedes hasta que Su Señoría nos los dé”.

     (Imagen) La situación entre los pizarristas y los almagristas se iba enturbiando tanto que hasta el intachable Alonso de Alvarado, para evitar que fueran ejecutados Hernando y Gonzalo Pizarro, dejó de lado su caballerosidad y apresó a los mensajeros que le había enviado Almagro. Más tarde, todos se verían libres (también los Pizarro). Dos de ellos eran JUAN DE GUZMÁN y HERNANDO DE SOSA. El primero fue siempre un almagrista sin fisuras. Había sido uno de los que apresaron a Hernando Pizarro en su casa del Cuzco. En la batalla de los Salinas fue encarcelado, y, aunque luego lo dejaron libre, mantuvo su deseo de venganza hasta el punto de formar parte del grupo que preparó el asesinato de Pizarro, por lo que el representante del rey, Vaca de Castro, lo procesó, pero no fue condenado. Después pudo actuar dentro de la ley luchando en las fuerzas leales a Carlos V contra Gonzalo, el único que quedaba en las Indias de su odiada familia de los Pizarro. Por su parte, el madrileño Hernando de Sosa, aunque era escribano, estuvo entre los soldados que apresaron a Atahualpa. Había sido secretario de Pizarro, pero luego lo fue de Almagro. Algo serio tuvo que ocurrir para que se cambiara de bando. Francisco Pizarro lo expulsó después del Cuzco, y él se fue a España para dar una versión muy crítica contra la actuación de los Pizarro en Perú, especialmente virulenta en lo que se refería al comportamiento de Hernando Pizarro, a quien estas denuncias, junto a otras, como las de Diego de Alvarado, le supondrían más de veinte años de cárcel.



No hay comentarios:

Publicar un comentario