sábado, 8 de diciembre de 2018

(Día 696) Don Alonso de Enríquez hace una crítica brutal de Gómez deTordoya. Al saberse que Almagro piensa atacar, Enríquez, esta vez sensato, consigue de Alonso de Alvarado que le deje ir a hablar con Almagro para que no se precipite.


     (286) Don Alonso de Enríquez nos cuenta lo que hizo entonces Alonso de Alvarado, al que vuelve a insultar, no dejando de tener su gracia las pestes que echa contra Tordoya: “Recibido el mensaje de Don Diego de Almagro,  el perezoso y cabezón capitán Alonso de Alvarado dijo que no quería tomar consejo con nadie sino con Gómez de Tordoya, un viejo bellaco que estuvo desterrado de todos los reinos y señoríos del Emperador  nuestro  señor, y sentenciado a mil muertes, condenada y confiscada toda su hacienda por traidor, un hombre de mala traición, codicioso de bregas y revueltas, enemigo de paz y de justicia, así por nacer en este signo (astrológico) y criarse en esta condición, como porque sabía que, teniéndola, le habían de hacer cuartos como a los malhechores, ejecutando las penas de sus sentencias por sus maleficios, lo cual le había consentido sin castigo Don Francisco Pizarro por ser de Extremadura, de donde es él, y por necesitar gente en la tierra, que estaba rebelada de indios. La respuesta de Alonso de Alvarado fue que ellos no conocían otro gobernador sino a Don Francisco Pizarro, y que no quería oír las provisiones de Su Majestad, ni entregar a los prisioneros, sino que, por el contrario, pensaba enviar al Cuzco a soltar por fuerza a los que Almagro tenía”.
     Sin duda, Enríquez, que tenía trato personal con Calos V y Felipe II (entonces Príncipe) rezumaba sentimientos de mucha superioridad sobre el común de la tropa. Se daba también la circunstancia de que, tanto los encarcelados Hernando y Gonzalo Pizarro, como Enríquez y sus compañeros en su papel de rehenes, se encontraban en alto riesgo de ser ejecutados. Fue un milagro que salvaran la vida.
     Aunque enseguida vamos a conectar con Cieza para ver en directo el desarrollo de la batalla de Abancay, voy a seguir un poco más con Enríquez porque nos muestra sus angustias personales en esa situación previa, y hasta su sensatez (que también la tenía):      
     “Entonces el Gobernador  Don Diego de Almagro, viendo su justicia y razón, partió con cuatrocientos cincuenta hombres, se puso de la otra parte del río Abancay, asentó su artillería, y envió a su confesor a decir a Alonso de Alvarado que no fuese causa de tanta muerte de españoles como allí se esperaba. Respondió el capitán que había mandado trece de a caballo para comunicar a don Francisco Pizarro el estado del negocio, y que no haría nada hasta que viniese o mandase lo que quisiese. Cuando supimos esto los prisioneros, considerando que Don Diego de Almagro se aventuraba a perder por nosotros su buena y justa justicia, como la mala e injusta que estos tenían, enviamos a decir al cabezón capitán que queríamos ir dos de nosotros al puente del Abancay a pedir a nuestro Gobernador que se volviese y esperase, pues ellos se concertarían. Lo cual consintió el capitán Alvarado, y fuimos el licenciado Prado y yo con él. Cuando bajamos por el camino, yo le dije al capitán: ‘Mirad, señor, que, aunque sea verdad que contra justicia estén presos los hermanos de vuestro dueño, a los que reclamáis con fuerza armada, no sois juez de esta causa ni os afecta a vos, y, aunque venzáis, seréis vencido, y, por los daños que de ello sucedieran, seréis castigado. Ni esta reprensión ni otros buenos consejos que le daba, no quiso tomar, como hombre desatinado, y así Dios le dio su pago”.

     (Imagen) A pesar de las críticas que le hizo Don Alonso de Enríquez en su apasionada crónica, Alonso de Alvarado era uno de los mejores capitanes de Perú. Fue precisamente su sensatez lo que le llevó a protagonizar un hecho escalofriante. Siempre fiel a los Pizarro y gran amigo suyo, tuvo que luchar contra Gonzalo Pizarro para no traicionar a la Corona Real. Veremos que, derrotado Gonzalo, el Rey les confió a Alonso y al licenciado Cianca que presidieran el proceso al que fue sometido. Hubo sentencia de muerte, como consta en la última página del expediente (la que muestra la imagen): “Condenamos a Gonzalo Pizarro a pena de muerte, que será dada en la forma siguiente: será sacado de la prisión caballero sobre una mula, atado de pies y manos, e traído públicamente a este real, con voz de pregonero que manifieste su delito. Será llevado al tablado que está hecho en este real. Allí será apeado, e cortada la cabeza por el pescuezo, e después de muerta naturalmente, mandamos que la dicha cabeza sea llevada a la Ciudad de los Reyes (Lima), como ciudad más principal de estos Reinos, e sea puesta clavada en el rollo de la dicha ciudad, con un rótulo de letra gruesa que diga: “Esta es la cabeza del traidor Gonzalo Pizarro, que en el valle de Jaquijaguana dio la batalla campal contra el Estandarte Real queriendo defender su traición e tiranía. Ninguno sea osado de la seguir, so pena de muerte natural”. Mandan también que se le confisque a Gonzalo bienes que consideran robados. Terminan diciendo: “Por esta  nuestra sentencia definitiva, así lo mandamos Alonso de Alvarado y el Licenciado Cianca”. Fue ejecutado en abril de 1548.



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