viernes, 29 de diciembre de 2017

(Día 577) Belalcázar entra en Quito. Antes, Rumiñahui, con gran crueldad, mata a las princesas incas que no quisieron abandonar la ciudad. Gran decepción de los españoles por no encontrar el oro esperado. Salen en busca de Rumiñahui. Los indios preparan un gran ataque.

     (167) Cieza deja de momento a los dos capitanes incas con sus preparativos de guerra, y enlaza de nuevo con las peripecias de Belalcázar en su lucha contra otro gran rebelde, Rumiñahui, de quien nos muestra su estilo brutal. En un enfrentamiento con un grupo de indios, Belalcázar los hizo retroceder hasta Quito: “Los indios de guerra, aunque habían sido desbaratados antes, hacían rostro a los españoles, y cerca de Quito se hicieron fuertes en una quebrada algo áspera, desde donde tiraron tantos tiros que les hicieron detener a los españoles algún rato, pero juntándose subieron a ganarles el fuerte, y los indios, que lo tuvieron que dejar sufriendo muchas muertes, fueron a la ciudad de Quito dando grandes voces a los que allí estaban para que sin más dilación se fuesen a la sierra. Y así lo hicieron, con gran turbación, pareciéndoles que los caballos estaban encima de ellos. Había muchas señoras principales de los templos y de las que habían sido mujeres de Huayna Cápac y de Atahualpa. Rumiñahui las habló cautelosamente (astutamente), diciéndoles que, como los españoles iban a entrar en la ciudad, que las que quisiesen salir con él se pusiesen en camino, y las demás mirasen por sí, porque eran tan malos y lujuriosos que las tomarían a todas para deshonrarlas. Algunas salieron sin más aguardar; las otras, que eran más de trescientas, dijeron que no querían salir de Quito, sino quedarse y aguardar lo que sus hados de ellas ordenasen. Rumiñahui, llamándolas pampairunas (en quechua, prostitutas), las mandó matar a todas, según me contaron, siendo algunas demasiadamente hermosas y gentiles mujeres”.
     Rumuñahui partió con su ejército, y los españoles entraron en Quito sin ninguna resistencia. Habían llegado por fin a su objetivo: una ciudad a la que se consideraba llena de tesoros. Pero fue  un fiasco: “Los andaban buscando, pero no hallaron ninguno, y fue causa de que su alegría se volviese en tristeza. Preguntaba Belalcázar a los indios dónde estaba el tesoro de Quito, y respondían como espantados que Rumiñahui se lo había llevado y ninguno de los que lo sacaron en cargas estaba vivo, porque se dice que los mató a todos para no pudiesen descubrir dónde se puso tanta grandeza. Los españoles estaban llenos de melancolía, pues, por venir a aquella jornada, habían gastado y trabajado mucho. Tenían grande odio a Rumiñahui, de quien llegó noticia a la ciudad de que estaba hecho fuerte a poco más de tres leguas de allí. Cuando lo supo Belalcázar, mandó a Pacheco que con cuarenta hombres saliese una noche y procurase de lo prender”. Le informaron a Rumiñahui sus espías de esta salida y se refugió en una población llamada Cayambo: “Mandó Belalcázar que entonces fuese Ruy Díaz contra él con setenta españoles de a pie. Había entre los anaconas (criados indios) algunos que avisaban a los indios de todo lo que los españoles determinaban, y les comunicaron que los españoles que quedaban eran pocos y la mayoría enfermos. Se juntaron  más de quince mil hombres de guerra para ir contra la ciudad de Quito y matarlos, y llegaron allí a la segunda vigilia de la noche”.


    (Imagen) Allá donde el dios Sol reina a más altura, en la línea equinoccial, fue fundada Quito (varias veces). A los quiteños les alcanzó la expansión inca, aunque se resistieron tanto que solo pudo someterlos definitivamente Huayna Cápac, nacido en territorio cercano y padre de Atahualpa. Los incas convirtieron la ciudad en la capital de la mitad norte de todo su territorio, pero después de haber tratado a los derrotados pueblos indígenas con una dureza implacable. El historiador quiteño Jorge Salvador Lara dice: “El bárbaro sistema de la dominación incaica, aunque traía consigo notables avances culturales, fue también expresión de una implacable ferocidad, verdaderos genocidios que significaron el exterminio de las poblaciones rebeldes. No alcanzamos a imaginar la magnitud de los destierros de la población ecuatoriana mediante el sistema de los ‘mitimaes’; provincias enteras quedaron despobladas, yendo sus habitantes a vivir y morir en lejanos confines de Bolivia y Perú. En algunas zonas, las masacres fueron terribles. Se dio el caso de etnias enteras en las que sobrevivieron apenas los niños. El exterminio de la batalla de Yahuarcocha marca un jalón del heroísmo quitense en su lucha contra el imperialismo incaico, que solo admite parangón con la tragedia en Massada  de los israelitas contra Roma”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario