viernes, 8 de diciembre de 2017

(Día 559) La mayor parte de los que se quedaron en Jauja eran heridos o enfermos. En San Miguel, Belalcázar, sin el debido permiso y escudándose en que Alvarado se acercaba para conquistar, decide hacerlo él antes por la zona de Quito, confiando en que Pizarro lo aprobará.

     (149) En cuanto a la muerte de Túpac Hualpa, Cieza no se atreve a decir que fuera envenenado: “El nuevo emperador inca que se coronó en Cajamarca, adoleció en este valle de Jauja, de lo que murió. Le pesó mucho a Pizarro porque había dado muestras de buena amistad”.  Juan Ruiz de Arce precisa que, como solía ocurrir, la mayor parte de los que se quedaron en la nueva población estaban heridos o enfermos. También él partió con Soto, y era muy consciente de que no se trataba de un simple ‘viaje’ hacia el Cuzco, sino de un viaje con enfrentamientos: “Fuimos con Soto cuarenta de a caballo y veinte peones, en seguimiento de los indios”.
     Cieza se aparta temporalmente de lo que viene contando para explicar con detalle que entonces Belalcázar, que era un hombre de enorme valía, consiguió poner en marcha una expedición que le iba a dar un gran protagonismo posterior en la campaña de Perú. Como veremos, se sirvió para ello astutamente de la táctica de los hechos consumados. Recordemos que había ido a San Miguel para tomar posesión de su puesto como teniente de Pizarro: “Como Hernando Pizarro dio en Panamá la noticia de lo que habían descubierto y de las muchas riquezas de la tierra, todos los que podían procuraban navegar adonde tanto oro se había hallado. Y como San Miguel estaba en la costa, habían aportado a aquella ciudad muchos de estos con caballos y armas, lo que fue ocasión para que Belalcázar tomase ánimo de intentar la conquista del Quito, donde afirmaban que había mucho más oro que en Cajamarca y en el Cuzco”. Tenía sentido el intento porque ya había noticias de que al poderoso Pedro de Alvarado le rondaba por la cabeza la misma idea, y también porque Belalcázar aspiraba a mucho más de lo que hasta entonces había conseguido, pero dio el paso  de manera tan irregular que en el ánimo de Pizarro iba a sembrar ciertas dudas sobre su lealtad, aunque más tarde veremos que el asunto no llegó a enconarse. La confirmación de lo que tramaba Alvarado aceleró su deseo de lanzarse a la conquista: “Llegó en ese tiempo también a San Miguel Gabriel de Rojas, que venía con la prueba que había escrito el licenciado Castañeda sobre la campaña que quería hacer en Perú el Adelantado don Pedro de Alvarado, y se fue con Diego Palomino y algunos más que le acompañaron para poder llegar seguro adonde estaba Pizarro. Belalcázar tenía mano en el cabildo donde se juntaban los regidores y justicias de la ciudad. Deseaba que de ellos mismos saliese que fuese a la sierra (de Quito) a defenderla de los indios de guerra, pues se había derramado la noticia de que, indignados con la muerte de Atahualpa, hacían liga para atacar a los españoles  habitantes de la nueva ciudad de San Miguel. Y aun decía Belalcázar  que convenía mucho, así a Pizarro como a todos ellos, ir a ocupar Quito, pues, por tener fama de tanta riqueza, venía encaminado don Pedro de Alvarado a lo descubrir. A muchos les pareció bien, de tal manera que Benalcázar se puso alegre y escribió sus cartas al gobernador, con disculpas por dejar la ciudad sin su mandado y diciendo que los del cabildo de ella se lo habían requerido, mas que procuraría dar la vuelta brevemente”.


     (Imagen) La vida extrema de las Indias los convertía a todos en héroes que llevaban al límite lo mejor y lo peor de su carácter. Cada hombre, una intensa biografía. Vemos ahora, en 1533, que se va a incorporar al ejército de Pizarro otro tipo excepcional, Gabriel de Rojas; a pesar de llegar tan tarde, gracias a su veteranía en Indias jugará como capitán un papel muy importante en los azares peruanos. Era de Cuéllar (Segovia), localidad rezumante de historia, en la que también nacieron otros dos grandes de las Indias: Diego Velázquez y Juan de Grijalva. De ellos habló mucho Bernal Díaz del Castillo, gran admirador de Grijalva (el primero que recorrió la costa de México y supo de la existencia del imperio azteca), a quien trató injustamente su paisano Velázquez, conquistador y gobernador de Cuba, que a su vez fue desobedecido y eclipsado por Cortés. Veremos pronto a Rojas resistiendo en el Cuzco contra el tremebundo asedio de los indios, y más tarde luchando a favor de Almagro contra Pizarro. Pocas personas tuvieron tanta valía y sensatez como él en aquellos conflictos fratricidas, inmerso en la locura de unos y de otros pero tratando de pacificar a todos, lo que le fue reconocido y premiado librándole de la ejecución tras ser derrotado junto a Almagro. Obligado por Gonzalo Pizarro a unirse a su rebeldía contra el rey, supo encontrar la manera de abandonar aquel despropósito. Murió en 1549 alcanzado por una flecha envenenada en una batalla contra los indios. Dejó la mayor parte de su fortuna a su único hijo, y el importante resto, a los habitantes de Cuéllar.


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