martes, 5 de diciembre de 2017

(Día 556) Rumiñahui, para lograr el poder, liquida a gran parte de los parientes de Atahualpa. Pizarro tiene que frenar a Caracuchima para que no haga lo mismo con varios caciques. Noticias de que en la zona de Bombón están los indios en pie de guerra.

     (146) Y Rumiñahui preparó una escabechina para eliminar obstáculos. Quiso usurpar, como hermanastro de Atahualpa, un derecho de sucesión que no le correspondía. A los actos de enterramiento del emperador inca asistió la mayoría de sus familiares y de los personajes de su corte. Con la excusa de que convenía reunirse y tratar la manera de organizar el futuro del pueblo inca, los invitó a todos a una espléndida comida, dejándolos inconscientes con un brebaje que había preparado: “Cuando Rumiñahui vio a los capitanes y caciques caídos sin sentido alguno, los degolló a todos, y entre ellos a Quilliscacha, y a los muchachos hijos e hijas de Atahualpa”. Llegó al más puro sadismo: “Para que su rebelión atemorizase más, desolló a Quilliscacha, y con su pellejo cubrió una caja de tambor de guerra, y en ella dejó colgada la cabeza, porque este discípulo de Atahualpa pretendió hacerse obedecer por miedos y horrores, y no por amor”.
     Cieza dice que Pizarro y los suyos siguieron avanzando y fueron bien recibidos en Huamachuco. Pero Pedro Pizarro aclara que se debió a la autoridad de Caracuchima, quien, por otra parte, estaba dando muestras de ocultar algunos planes, y del que cuenta algo que revela su vengativa crueldad: “Llegados allí, no daban los indios ayuda para pasar adelante a causa de que Caracuchima  secretamente se lo mandaba, porque era más temido en toda aquella tierra que Túpac Hualpa, el nombrado nuevo emperador. Y esto lo hacía por dos cosas: para que viéramos que, yendo con él, hasta las piedras se tornarían indios para ayudarnos, y porque quería matar a algunos caciques con los que estaba enojado. Y hablando con el Marqués, le dijo: ‘Mira, señor, cuán poco caso hacen estos indios de Túpac Hualpa; déjame tú hacer a mí y verás cuán proveído estarás de todo’. El Marqués le dijo: ‘Haz lo que quisieres’. Habida esta licencia, el Caracuchima llamó a todos los caciques de la comarca, y haciendo traer tantas piedras grandes como caciques había, las hizo poner en orden. Mandó a todos los caciques que se tendiesen y pusiesen las cabezas encima de las piedras, y tomando otra piedra en las manos, la alzó cuanto pudo y dio con ella al primero en la cabeza, y se la hizo una tortilla, queriendo hacer así a todos los demás. Oída esta crueldad, el Marqués mandó que no siguiese. Y así se entendió su maldad, y ciertamente hubo luego muy mala situación en todos los lugares mientras vivió, porque no obedecían a Túpac Hualpa por miedo a él”.
     Pizarro y sus hombres, en su marcha hacia el Cuzco, querían hacer una primera etapa en Jauja. Nos cuenta Cieza: “Anduvieron los españoles por el camino real de los incas hasta llegar a Andamarca, sin hallar resistencia en ningún pueblo; mas teníase noticia de que más adelante, en Tarma y Bombón, había mucha gente con intención de darles guerra en venganza de la muerte de Atahualpa. Mandó Pizarro que saliesen para saber lo que había a un hijo de Huayna Cápac acompañado de algunos indios. Y cuentan algunos que fue muerto en Bombón por los capitanes y gente de guerra que allí estaba, llamándolo traidor a su tierra y a sus parientes”.


   (Imagen) El objetivo más importante era el Cuzco, la verdadera capital histórica de aquel imperio, y hacia allá iba Pizarro con su inquebrantable tenacidad. Sería el paso definitivo para desplazar una civilización de grandes logros. Era un enorme reino muy bien organizado, en el que estaban bien resueltas las necesidades físicas y espirituales de la población, aunque al precio de vivir sometida a una dictadura implacable. Los incas se regían por normas penales durísimas para los infractores, con una moral muy estricta, militarización forzosa y, en la guerra, represalias salvajes que dan escalofríos y son contadas por un cronista mestizo, el Inca Garcilaso de la Vega, nada sospecho de parcialidad y extraordinario personaje. Pero entristece el dolor de aquel pueblo al tener que admitir a un emperador títere, Túpac Hualpa, y verse dominado por otra cultura, aunque fuera más avanzada que la suya. A pesar de que Cieza habla como un enamorado que lo ve casi todo bien, no deja de impresionar lo que cuenta: “Yo me acuerdo haber visto a indios viejos, estando a vista del Cuzco, mirar hacia la ciudad y alzar un alarido grande, el cual se les convertía en lágrimas de tristeza contemplando el tiempo presente y acordándose del pasado, donde en aquella ciudad por tantos años tuvieron señores de sus naturales, que supieron atraerlos a su servicio y amistad de otra manera que los españoles».
     Adaptemos a Perú lo que dice una placa en México sobre la captura de Cuauhtémoc: NO FUE TRIUNFO NI DERROTA. FUE EL DOLOROSO NACIMIENTO DEL PUEBLO MESTIZO QUE ES EL PERÚ DE HOY.


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