(166) Se hizo el reparto de aquella
extraordinaria riqueza, en el que Cieza da por hecho que hubo robos, y se
organizó la ciudad al estilo español: “Pizarro mandó que se recogiese el oro y
plata en una casa principal, y así se hizo. Se recogió todo en un gran montón,
y habiéndose robado lo que buenamente se puede creer, se hicieron cuatrocientas
ochenta partes que se repartieron entre los españoles. Dicen algunos que fueron
de cuatro mil pesos cada una (unos 16
kilos de oro)”. No precisa Cieza que antes se había apartado la quinta
parte del total para el rey, ni que Pizarro, Almagro y los capitanes tenían
mayor botín que los soldados de a pie. Lo que resulta notable es que se respetó
lo acordado en Cajamarca, de manera que el reparto fue igual para los veteranos
y para los que llegaron con Almagro después del apresamiento de Atahualpa.
Tras la concesión a la avaricia, se dedicaron a cosas más respetables:
“Pareciole a Pizarro que estaría bien entender en lo principal, que tocaba al
servicio de Dios, y así, luego que entró en la ciudad del Cuzco, la limpió de
la suciedad de los ídolos, señalando iglesia en un lugar decente para decir
misa y que el evangelio fuese predicado, para que el nombre de Jesucristo fuese
loado, y además por los caminos se pusieron cruces, que fueron gran terror para
todos los demonios, pues les quitaban el dominio que tuvieron en aquella
ciudad. Y hecho esto, dijo a un escribano que le diese por testimonio cómo
tomaba posesión de aquella ciudad, como cabeza de todo el reino de Perú, en
nombre del emperador don Carlos, quinto de este nombre, rey de España, y de
ello señaló testigos, nombrando alcalde y regidores, con lo que quedó
reedificada la ciudad del Cuzco”. Juan Ruiz de Arce añade un dato que nos hace
comprender cómo funcionaba la ocupación de las tierras: “Juntose aquí mucho oro
y plata, y fue tan buena esta fundición como la primera (la de Cajamarca). Fundamos allí un pueblo, en la misma ciudad del
Cuzco, de sesenta vecinos, y repartiose toda su tierra. Hubo conquistador al
que le dieron de repartimiento cuarenta
mil vasallos; a todos los que allí quedaron (como vecinos permanentes), les dieron por lo menos cinco mil
vasallos”. Todo un drama para los incas, aunque consecuencia de una ley de la
historia humana, al menos en los viejos tiempos. Así nos dominaron, entre
otros, los romanos, los visigodos, los árabes…, pero también los que invaden,
hasta sin pretenderlo, aportan beneficios.
Los grandes capitanes incas no podían resignarse y echaban pestes de sus
derrotas y de los españoles. Añade Cieza: “Incoravayo y Quizquiz estaban
todavía acompañados de mucha gente de guerra, así de los vecinos del Cuzco como
de los mitimaes (indios trasladados de
otras zonas y al servicio obligatorio de los incas). Tenían crecido dolor
de ver que los españoles se habían apoderado de la ciudad, quejábanse de sus
dioses y gemían por los incas; maldecían el nacimiento de Huáscar y Atahualpa,
pues por sus pendencias y vanas porfías pudieron los españoles haber ganado tan
gran tierra”. Los dos capitanes incas buscaron alianzas de otros pueblos indios
para atacar a los españoles.
(Imagen) Lo que vemos en la imagen podía ser algún lugar español de las
provincias de León o Cuenca, o Valladolid… pero es el Cuzco, con su hermosa
catedral. Fue una ciudad ‘refundada’ por Pizarro sobre la rutilante capital
incaica, la joya de la corona, en la que se diseñó un trazado europeo con
preeminencia del edificio de la iglesia y con parcelas para que edificaran
casas los vecinos que se iban a quedar en el lugar bajo el gobierno de las autoridades
nombradas, mientras la tropa seguía adelante dedicada a lo suyo, ampliar la conquista y asegurar su defensa.
Así una y otra vez, sin parar nunca. Los españoles destruyeron en las Indias gran
parte de un mundo y de su cultura, pero establecieron un nuevo mundo y una
nueva cultura, y además, mestiza. Casi todo lo que crearon, quedó en pie para
siempre. Asombra saber que, desde los tiempos de Colón hasta la llegada de los españoles al
Cuzco en 1534, en solo 42 años se habían fundado en las Indias 137 poblaciones,
de las que solamente han desaparecido 27. Y el frenético impulso continuó. Cuarenta
años más, y toda la tarea quedó terminada: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia,
Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua,
Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Pasión por
conquistar y pasión por dejar poblaciones vivas que duraran eternamente. Eran
grupos tan minúsculos y vulnerables como las semillas de las plantas, pero
demostraron ser igualmente fecundos.
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