miércoles, 13 de diciembre de 2017

(Día 563) Los indios se desmoralizan, pero Rumiñahui y sus capitanes prefieren morir a rendirse. En un nuevo enfrentamiento, los indios huyen, pero vuelven contra cinco de a caballo; tampoco pueden con ellos. No aceptan la paz, huyen en otro ataque y son perseguidos para escarmentarlos.

     (153) Siguiendo el consejo del indio amigo, los españoles dejaron el camino que iba hacia Riobamba por la parte en que estaban los hoyos llenos de estacas con puntas agudas cubiertas de tierra y hierba para herir a los caballos, y caminaron por la cumbre de unos collados algo costosos pero seguros. Los indios  se iban desmoralizando porque todo les salía mal, llegando a creer supersticiosamente que los dioses estaban del lado de los españoles, pero en lo que cuenta Cieza se ve claramente que los capitanes de Atahualpa seguían más dispuestos a morir que a estar sujetos a la tiranía de aquellos extraños: “Mostráronse muy furiosos los indios unos con otros, se quejaban de su mala fortuna, y algunos dijeron que sería saludable remedio ofrecerles la paz a los españoles, mas los tiranos Rumiñahui y los otros capitanes lo reprobaron diciendo que mejor era con la muerte descansar y no verse con vida ellos y sus mujeres e hijas en poder de tan malvada gente. Los nuestros habían llegado a los tambos (refugios de paso) de Riobamba, asentados en un muy hermoso campo, y alojáronse allí, saliendo Belalcázar con treinta de a caballo a tener escaramuza con los indios, mas como habían cobrado gran temor, comenzaron a huir, de manera que Belalcázar dio la vuelta dejando cinco de a caballo por si los indios bajaban de los altos (Cieza da sus nombres porque hicieron una proeza: Vasco de Guevara, Ruy Díaz, Hernán Sánchez, Morales Varela y Domingo de la Presa). Como vieron que habían quedado cinco cristianos solos, los indios echaron (como cebo)  cuatro hombres, contra los cuales salieron para los alancear y se vieron metidos en un escuadrón donde había doce mil hombres de guerra, pero pudieron tanto que, después de haber muerto a algunos, los hicieron retraer y ellos pudieron volver a Riobamba. Y mandó Belalcázar que todos los jinetes y peones y ballesteros saliesen para ir a dar en los enemigos, los cuales, como vieron su determinación, perdiendo el ánimo, volvieron las espaldas con gran silencio”.
     Los españoles continuaron la marcha; al tener que pasar un río peligroso, Belalcázar, les envió a los indios un mensaje pometiéndoles que, si no les atacaban, tampoco ellos lo harían. No hubo manera, porque, aunque los indios querían aceptarlo, se opusieron sus capitanes. Así que se vieron obligados a pelear nuevamente, y Cieza nos hace ver que, por sistema, cuando los indios insistían en guerrear, los españoles no solo se defendían, sino que también procuraban escarmentarlos: “Al llegar al susodicho río, los españoles defendieron el paso poco más de media hora y, al ganar el alto que los indios tenían, huyeron. Entonces, como era costumbre, los españoles, al verlos ir de huida a los indios, les fueron siguiendo, y llegando a ellos, ásperamente mataron tantos de los que alcanzaban, que era lástima verlos. No cayó ningún caballo ni cristiano, que fue ventura porque se juntaron indios de una parte y de otra, a muchos de los cuales abrían con las lanzas hasta enclavar los corazones con los agudos hierros. Y duró el alcance hasta que llegaron a un furioso río lleno de grandes piedras que echó de sí un gran volcán”. La cruda y casi homérica descripción de Cieza impresiona.


     (Imagen) Cada día un sinvivir, cada hombre un héroe. Iban cinco jinetes de Belalcázar distanciados, defendiendo la retaguardia, y los envolvió una nube de indios; consiguieron repelerlos y unirse a la tropa. Solo nos quedan datos de cuatro de los participantes. DOMINGO DE LA PRESA: Figura como escribano en la fundación de Lima y fue testigo en el documento que delimitaba los territorios de Almagro y Pizarro, que no logró evitar la guerra civil. Precisamente Domingo protegió mientras pudo al hijo de Almagro cuando este fue ejecutado. RUY DÍAZ: Poco habrá que decir de él ahora, porque lo iremos viendo como gran protagonista en esta historia. Manco Inca lo tuvo preso hasta que fue liberado por una ofensiva de Almagro, pero poco después, en 1538, falleció luchando a su lado en la batalla de Las Salinas. HERNÁN SÁNCHEZ: Era extremeño y se lo llevó Pizarro a Perú al regresar de su viaje a España. Tuvo la gloria de intervenir en la asombrosa captura de Atahualpa. VASCO DE GUEVARA: Era de Toledo y también estuvo del lado de Almagro en la batalla de Las Salinas. Fue apresado por Pizarro, pero luego, no solo lo dejó libre, sino que le confió difíciles misiones. Le fue tan fiel que, cuando Pizarro fue asesinado, se unió al ejército de los leales a la Corona y luchó contra los rebeldes dirigidos por el hijo de Almagro. MORALES VARELA: ni rastro de su memoria.


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