(153) Siguiendo el consejo del indio amigo, los españoles dejaron el
camino que iba hacia Riobamba por la parte en que estaban los hoyos llenos de
estacas con puntas agudas cubiertas de tierra y hierba para herir a los
caballos, y caminaron por la cumbre de unos collados algo costosos pero
seguros. Los indios se iban
desmoralizando porque todo les salía mal, llegando a creer supersticiosamente
que los dioses estaban del lado de los españoles, pero en lo que cuenta Cieza
se ve claramente que los capitanes de Atahualpa seguían más dispuestos a morir
que a estar sujetos a la tiranía de aquellos extraños: “Mostráronse muy
furiosos los indios unos con otros, se quejaban de su mala fortuna, y algunos
dijeron que sería saludable remedio ofrecerles la paz a los españoles, mas los
tiranos Rumiñahui y los otros capitanes lo reprobaron diciendo que mejor era
con la muerte descansar y no verse con vida ellos y sus mujeres e hijas en
poder de tan malvada gente. Los nuestros habían llegado a los tambos (refugios de paso) de Riobamba, asentados
en un muy hermoso campo, y alojáronse allí, saliendo Belalcázar con treinta de
a caballo a tener escaramuza con los indios, mas como habían cobrado gran temor,
comenzaron a huir, de manera que Belalcázar dio la vuelta dejando cinco de a
caballo por si los indios bajaban de los altos (Cieza da sus nombres porque hicieron una proeza: Vasco de Guevara, Ruy
Díaz, Hernán Sánchez, Morales Varela y Domingo de la Presa). Como vieron
que habían quedado cinco cristianos solos, los indios echaron (como cebo) cuatro hombres, contra los cuales salieron
para los alancear y se vieron metidos en un escuadrón donde había doce mil
hombres de guerra, pero pudieron tanto que, después de haber muerto a algunos,
los hicieron retraer y ellos pudieron volver a Riobamba. Y mandó Belalcázar que
todos los jinetes y peones y ballesteros saliesen para ir a dar en los
enemigos, los cuales, como vieron su determinación, perdiendo el ánimo,
volvieron las espaldas con gran silencio”.
Los
españoles continuaron la marcha; al tener que pasar un río peligroso,
Belalcázar, les envió a los indios un mensaje pometiéndoles que, si no les
atacaban, tampoco ellos lo harían. No hubo manera, porque, aunque los indios
querían aceptarlo, se opusieron sus capitanes. Así que se vieron obligados a pelear
nuevamente, y Cieza nos hace ver que, por sistema, cuando los indios insistían
en guerrear, los españoles no solo se defendían, sino que también procuraban
escarmentarlos: “Al llegar al susodicho río, los españoles defendieron el paso
poco más de media hora y, al ganar el alto que los indios tenían, huyeron. Entonces,
como era costumbre, los españoles, al verlos ir de huida a los indios, les
fueron siguiendo, y llegando a ellos, ásperamente mataron tantos de los que
alcanzaban, que era lástima verlos. No cayó ningún caballo ni cristiano, que
fue ventura porque se juntaron indios de una parte y de otra, a muchos de los
cuales abrían con las lanzas hasta enclavar los corazones con los agudos
hierros. Y duró el alcance hasta que llegaron a un furioso río lleno de grandes
piedras que echó de sí un gran volcán”. La cruda y casi homérica descripción de
Cieza impresiona.
(Imagen)
Cada día un sinvivir, cada hombre un héroe. Iban cinco jinetes de Belalcázar distanciados,
defendiendo la retaguardia, y los envolvió una nube de indios; consiguieron
repelerlos y unirse a la tropa. Solo nos quedan datos de cuatro de los participantes.
DOMINGO DE LA PRESA: Figura como escribano en la fundación de Lima y fue
testigo en el documento que delimitaba los territorios de Almagro y Pizarro,
que no logró evitar la guerra civil. Precisamente Domingo protegió mientras pudo
al hijo de Almagro cuando este fue ejecutado. RUY DÍAZ: Poco habrá que decir de
él ahora, porque lo iremos viendo como gran protagonista en esta historia. Manco
Inca lo tuvo preso hasta que fue liberado por una ofensiva de Almagro, pero
poco después, en 1538, falleció luchando a su lado en la batalla de Las
Salinas. HERNÁN SÁNCHEZ: Era extremeño y se lo llevó Pizarro a Perú al regresar
de su viaje a España. Tuvo la gloria de intervenir en la asombrosa captura de
Atahualpa. VASCO DE GUEVARA: Era de Toledo y también estuvo del lado de Almagro
en la batalla de Las Salinas. Fue apresado por Pizarro, pero luego, no solo lo
dejó libre, sino que le confió difíciles misiones. Le fue tan fiel que, cuando
Pizarro fue asesinado, se unió al ejército de los leales a la Corona y luchó
contra los rebeldes dirigidos por el hijo de Almagro. MORALES VARELA: ni rastro
de su memoria.
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