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El cronista Pedro Pizarro explica también esa marcha hasta el Cuzco, pero no
pierde ocasión de acusarle a Soto por querer llegar el primero. Ya nos contó
que, cuando Pizarro se enteró de que Soto se adelantaba, envió a Almagro para que
le ordenase parar: “Pues partido Almagro, Soto tuvo noticia de que iba, y por
seguir su intención (de llegar antes que
nadie), fue doblando jornadas, fingiendo con la gente que llevaba que se
daba prisa para poder pasar antes de que los indios se juntasen, haciendo
hartos meses que estaban juntos allí. Se dio tanta prisa que cansó los caballos
y subió la cuesta con ellos cansados, de manera que a la mitad de la subida
dieron los indios contra ellos, mataron a cinco españoles e hirieron muchos
caballos”. Ya hemos visto la versión de otros cronistas, pero Pizarro (que
escribió su relato muchos años después) se olvida de que, según Diego de
Trujillo, los hombres de Soto estuvieron de acuerdo en ir sin esperar a
Almagro ni a Pizarro hasta el Cuzco
aunque fuera arriesgado.
Este
percance ralentizó la escapada de Soto, de manera que, como vimos, llegó pronto
Almagro para sacarlos del apuro, viendo el cielo abierto cuando oyeron la
trompeta de Arconchel. Más tarde les alcanzó Pizarro y, tras hacer huir a los
indios, siguieron todos los españoles juntos hacia el Cuzco. Faltando cuatro
leguas, se detuvieron en Jaquijaguana; el gran Gonzalo Pizarro, que, como dije,
iba adquiriendo notable protagonismo, no pudo saber que llegaba al lugar en el
que, años después, sufriría la derrota que le costó la vida.
Y
nos cuenta Pedro Pizarro: “Vino entonces de paz al Marqués don Francisco
Pizarro un hijo de Huayna Cápac llamado Manco Inca, diciendo que a él le
pertenecía aquel señorío, y le contestó que se informaría en el Cuzco y se lo
daría si le correspondiese. Y más tarde se lo concedió, que no debiera haberlo
hecho, porque los naturales querían que los mandase el Marqués, y ciertamente
habría sido así mejor, visto lo que este indio hizo después”.
Luego
da su versión, sin ninguna piedad por él, de lo que le pasó al gran capitán
Caracuchima: “En este lugar se descubrieron las traiciones que este Caracuchima
hacía a los españoles mandando a la gente de guerra que les aguardasen en los
pasos donde hubieron los enfrentamientos que tengo dichos; también se entendió
los venenos que había dado a Túpac Hualpa, y por estas causas y porque, si se
soltara, pusiera en aprieto a los españoles, acordó el Marqués y sus capitanes
matarle, y así, en aquel lugar, fue muerto. Cuando le sacaban para matarlo,
daba muy grandes voces llamando a su compañero Quizquiz y diciendo que cómo le
dejaban matar, porque creía que le oía, pues por los cerros de este lugar de Jaquijaguana
había gente de guerra del Quizquiz. Era Caracuchima indio bien dispuesto, de
miembros gruesos, moreno y muy animoso. Acuérdome que estando él en la plaza de
Cajamarca, salió don Diego de Almagro y, para espantarle, puso las piernas al
caballo, enderezando hacia él; Caracuchima se estuvo quedo, sin menearse aunque
llegó el caballo a ponerle la barba encima de la cabeza. Todos culpaban a Diego
de Almagro por no haberle atropellado. Era indio muy cruel”.
(Imagen) Digamos algo más de Caracuchima. El genial mestizo Poma de
Ayala lo dibujó junto a los chachapoyas en su asombrosa crónica. Parece ser que
hizo una lista de los grandes capitanes, porque le adjudicó el número diez y a
Rumiñahui el once. Caracuchima Había nacido en el Cuzco, pero, en la guerra
civil entre sus hermanos, abandonó a Huáscar y se pasó al bando del quiteño
Atahualpa. Fue quizá hasta más cruel de lo habitual entre aquellos despiadados
capitanes. Su venganza resultó terrible cuando ocupó el Cuzco. Un cacique de la
ciudad se lo echó en cara: “¿Cuándo
será el día que tú y aquella bestia fiera de tu capitán, Quizquiz, os hartaréis
de sangre humana?”. Al entrar Hernando Pizarro en Jauja,
encontró la huella de su terrible paso; vio una escena pavorosa en la plaza: un
bosque de lanzas clavadas verticalmente, en cuyas puntas había cabezas, lenguas
o manos, “que era cosa de espanto
ver las crueldades que tenía hechas”. Cuando fue ejecutado Atahualpa, los
españoles llevaron retenido a Caracuchima, y por temer que estuviera
conspirando, le hicieron un proceso en el que añadieron otras acusaciones más
dudosas, y lo ejecutaron. Y entonces,
ese personaje tan cruel demostró que era también un hombre muy valiente y de
gran dignidad: a diferencia de Atahualpa, él no aceptó un humillante bautismo
para salvarse de la hoguera.
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