(160) Después cuenta Pedro Pizarro que llegaron sin dificultad a su
objetivo: “Entramos en el Cuzco y fue tanta la gente que salió a vernos, que
los campos estaban cubiertos. El Marqués se quedó en unos aposentos que eran de
Huayna Cápac, Gonzalo Pizarro y Juan Pizarro en los de al lado, Almagro junto a
lo que es ahora la iglesia mayor y Soto en otros cercanos; la demás gente se
aposentó en un galpón que estaba junto a la plaza. El Marqués mandó dar un
pregón de que ningún español fuese osado de entrar en casa de los naturales a
tomarles nada”. El hecho de que cite a Gonzalo antes que a Juan Pizarro, a
pesar de ser más joven, quizá confirme que su valía le estaba dando más
ascendiente.
Es
sorprendente que el Inca Garcilaso de la Vega haga un comentario que no tiene
base para sostenerse. Niega que Caracuchima fuera quemado por los españoles,
algo que rebate lo ya dicho por Pedro Pizarro y lo que Cieza contará más adelante. Así lo explica:
“Pedro de Cieza dice de Caracuchima que el Marqués don Francisco Pizarro lo
quemó en Jaquijaguana; fue a otro capitán pariente suyo, de menos importancia y
del mismo nombre, pues Caracuchima se halló presente en la muerte de Atahualpa
y llevó su cuerpo a Quito, muriendo a manos de los suyos”. Solo se explica este
‘patizano’ si, a pesar de haber escrito su crónica más tarde que la de Pedro
Pizarro, no llegó a conocerla; es imposible que un testigo directo de hechos
tan señalados los confunda, ni tendría sentido que se los inventara, porque
nada ganaría con ello; al contrario: habría sido ‘más bonito’ que a Caracuchima
lo mataran los suyos.
Todos los cronistas continúan el hilo de los acontecimientos después de
la entrada de los españoles en el Cuzco, pero Cieza hace un regate para
explicar las andanzas por aquellos tiempos de Pedro de Alvarado, que suponían
una amenaza para Pizarro porque estaba entrando en su demarcación. Como ya
vimos, Alvarado era mucho Alvarado y conviene que lo sigamos de cerca. Nos
cuenta Cieza: “Don Pedro de Alvarado fue uno de los señalados capitanes que
hubo en este nuevo mundo de Indias. Su majestad le hizo gobernador de la
provincia de Guatemala con licencia para que pudiese descubrir, según yo oí,
por mar (del Pacífico); aderezó
navíos, procurando conseguir hombres y caballos. Mas sucedió que por una nave
que llegó a aquella tierra, tuvo aviso de que el Perú se había descubierto y se
habían hallado grandes tesoros, de manera que
determinó abandonar su proyecto y venir descubriendo en Perú lo que no
hallase ocupado por Pizarro. Sacó de Guatemala y Nicaragua la más lucida armada
que se ha hecho en las Indias (de España
salieron otras mucho más importantes, como la de Pedrarias Dávila), en la
cual venían unos quinientos hombres y trescientos veintisiete caballos (valían una fortuna)”. Se incorporaron
muchos hombres notables que luego hicieron historia, de los que Cieza nombra a
26 y a un fraile. Y lo rubrica con un comentario muy típico de él: “Muchos más
caballeros venían y de mucha presunción, pero no supe sus nombres; y estos puse
porque casi todos ellos se señalaron por hacer buenos hechos, o en cometer
grandes maldades en tiempo de tiranías (las
guerras civiles)”.
(Imagen) Éramos pocos y… Mientras Pizarro sigue su complicada tarea de
conquista, llega el poderoso Pedro de Alvarado para hacerle la competencia. Al
final resultará el fracaso de un triunfador nato. Se volvió a Guatemala, pero
se quedaron muchos de sus hombres; lo malo fue que casi todos engrosaron el
bando de Almagro, agravando su conflicto con Pizarro. Alvarado era de Badajoz y
trajo consigo a un paisano de familia noble, SEBASTIÁN GARCILASO DE LA VEGA,
padre de Inca Garcilaso de la Vega. Sebastián llegó muy joven a las Indias, y
aunque murió con poco más de 50 años, protagonizó una vida trepidante, al
principio junto a Alvarado, y después en Perú. En las guerras civiles, su
fidelidad a la Corona fue oscilante. Asesinado ya Pizarro (al que siempre
respetó), Cristóbal Vaca de Castro, el enviado del emperador, le encargó que
hiciera justicia con los rebeldes almagristas, y Sebastián condenó a muerte a
muchos de ellos. Sin embargo, después se alió abiertamente con Gonzalo Pizarro
contra el virrey La Gasca. Llegó la definitiva batalla de Jaquijaguana y, en el
último momento, cambió de bando. Resultado: él salvó la cabeza y Gonzalo perdió
la suya. Y uno piensa en Inca Garcilaso de la Vega, aquel hijo suyo y de la
princesa inca Isabel Chimpu Ocllo, hombre piadoso y gran escritor, que vivió en
España los últimos 30 años de su vida y escribió con gran estilo sus extraordinarias
crónicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario