miércoles, 29 de noviembre de 2017

(Día 551) Sesenta españoles vuelven a España con Hernando Pizarro, entre ellos los cronistas Cristóbal de Mena, Francisco de Xerez y Juan Ruiz de Arce.

      (141) Como Francisco de Xerez cuenta con  bastante detalle la vuelta entonces  de algunos conquistadores a España (él era uno de ellos), y además ya va a terminar su crónica, démosle la despedida leyendo su texto: “Algunos de los españoles que habían conquistado aquella tierra, mayormente los que hacía mucho tiempo (a sufrimiento diario) que estaban allá, y otros, fatigados de enfermedades y heridas, no podían servir ni estar allá, pidieron licencia al Gobernador para venir a sus tierras con el oro y plata que les habían cabido en su parte. La cual licencia les fue concedida, y algunos vinieron con Hernando Pizarro (al que se unieron, como dije, en Panamá) y otros después”.
     Pero, para no variar, también este recorrido fue muy penoso: “El gobernador dio algunas ovejas y carneros (llamas y alpacas para transporte) e indios a estos españoles para que trajesen su oro y plata y ropa hasta el pueblo de San Miguel, y en el camino perdieron algunos mucho oro y plata porque los carneros y ovejas se les huían, y también huían algunos indios. Y en este camino desde Cajamarca hasta el puerto, que son casi doscientas leguas, padecieron mucha hambre y sed  y trabajo, y falta de quien les trajese su hacienda. Y embarcándose,  vinieron a Panamá, y desde allí  (por tierra) a Nombre de Dios (puerto del Atlántico), donde se embarcaron, y Nuestro Señor los trajo hasta Sevilla, adonde hasta ahora han venido cuatro naos”.
     Dice las fechas en que llegaron (todas entre finales de 1533 y junio de 1534) y el oro y plata que traían, así como los nombres de algunos pasajeros. En la primera venía el capitán y cronista Cristóbal de Mena. En la segunda, Hernando Pizarro. Hace un comentario que muestra la continuidad del total control administrativo que tenía la Casa de Contratación de Indias, de la que había sido tesorero Sancho Ortiz de Matienzo (fallecido en 1521): “Estos tesoros fueron descargados en el muelle de Sevilla y llevados a la Casa de la Contratación”. Aunque Xerez habla en tercera persona, nos revela que una de las dos últimas naos era suya, y se supone que llegó en ella: “Una de las dos naos postreras es de Francisco de Xerez, natural de esta ciudad de Sevila; el cual escribió esta relación por mandado del gobernador Francisco Pizarro, estando en la provincia de la Nueva Castilla (Perú), en la ciudad de Cajamarca, como secretario del señor Gobernador”. Se ve, pues, que, tras la larguísima peripecia de la conquista, en cuanto se apresó a Atahualpa, la estancia de siete meses en Cajamarca sería, dentro de lo que cabe, feliz y tranquila para los españoles, lo que explica que Pizarro le encargara entonces a su secretario, Francisco de Xérez, que redactara una crónica del tercero y definitivo viaje.
      También Juan Ruiz de Arce se nos despide, y por la misma razón, puesto que hizo el viaje de vuelta a casa al mismo tiempo que Xerez: “Del Cuzco vínose el Gobernador a Xauxa, y con él, los que habíamos de venir a España. Vinimos sesenta conquistadores (casi todos, ricos y satisfechos con lo conseguido)”. Detalla el recorrido. Navegaron por el Pacífico desde Pachacama a Panamá; siguieron por tierra para llegar a la costa atlántica, se embarcaron en Nombre de Dios, y tras hacer escala en Santa Marta y La Yaguana, hicieron la travesía directa hasta España: “Entramos en España por el río de Sevilla. Tardamos desde que nos embarcamos en Perú hasta entrar en España ¡un año! (se detuvieron mucho tiempo en los puertos)”. De ida y vuelta y estancia, yo estuve diez años (a fe mía, don Juan, bien aprovechados, ¡vive Dios!).

     (Imagen) Sesenta españoles sensatos, sabiendo que las Indias eran una trituradora de hombres, y más que satisfechos con su enorme botín, volvieron a España. Entre ellos, los cronistas Cristóbal de Mena, Francisco de Xerez y Juan Ruiz de Arce. Allá dejaron a los que ansiaban más triunfos y emociones.

     En México, la campaña de Cortés había sido terrorífica. Cuando los indios los expulsaron de Tenochtitlán,  aquella ‘noche triste’, murieron unos novecientos españoles; pero, una vez apresado Cuauhtémoc, lo que más asombró al cronista Bernal Díaz del Castillo fue el silencio repentino después de tres meses de constante griterío indio: misión cumplida. En Perú, sin embargo, apresar a Atahualpa resultó un éxito rotundo y sorprendentemente fácil, aunque con muchísimo mérito; pero después de morir el gran Inca, a Pizarro y sus hombres les quedó mucho que pelear y mucho por sufrir. Lo peor fueron las guerras civiles, cuyo aspecto más trágico se centró en las muertes sucesivas de Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Gonzalo Pizarro. Pero, además, los indios continuaron siendo una pesadilla. Quizá la diferencia con México se debiera a que, como vemos en el mapa, el imperio inca era incomparablemente más extenso que el azteca y tenía una orografía y un clima nada acogedores. De forma intermitente, pero por largos años, los españoles tuvieron que aguantar ataques de  indios rebeldes; no llegó la paz definitiva hasta la ejecución de Túpac Amaru en 1572. Sin embargo Cortés y Pizarro tuvieron la misma increíble suerte en un tema esencial: encontraron y sometieron las dos únicas civilizaciones verdaderamente extraordinarias que había en las Indias. 


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