(130) Luego Cieza da resumida una relación de cosas importantes que se
fueron sucediendo, la principal, sin duda, la marcha de Hernando Pizarro a
España: “Pareciéndole a Pizarro que sería cosa muy importante al servicio del
emperador enviarle relación de la gran
tierra que habían hallado y esperaban hallar en lo de adelante, determinó que
fuese a España a lo publicar su hermano Hernando Pizarro y que llevase parte de
tan grandes tesoros como les había deparado Dios”.
Creo que es buen momento para escuchar a otro cronista muy importante, al
que todavía no he presentado, el Inca Garcilaso de la Vega, extraordinario
personaje, hijo del capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa
inca Isabel Chimpu Ocllo; ya pudimos ver que su padre figuraba en la lista de
los que llegaron a Perú bajo el mando de Pedro de Alvarado. El Inca Garcilaso de
la Vega fue un gran escritor que manejaba el castellano como un clásico. Merece
con creces que se le haga una reseña biográfica, y le dedicaré, al menos, la
imagen de hoy. Nos contará muchas cosas, pero ahora, veamos solamente lo que
dice de la partida hacia España de Hernando Pizarro: “Trajo para Su Majestad
parte del quinto que le había de pertenecer del rescate de Atahualpa, para lo
cual escogió las piezas más vistosas, muchas tinajas, braseros, tambores,
carneros y figuras de hombres y mujeres, lo cual solo fueron primicias de lo
que después ha venido para Su Majestad de aquella mi tierra. Y se fue a
embarcar con gran pesar de Atahualpa, que le era muy aficionado y comunicaba
con él todas sus cosas; y despidiéndose de él, le dijo: ‘Te vas, capitán;
pésame de ello, porque, yéndote tú, sé que me han de matar este gordo y este
tuerto’. Lo cual decía por Alonso Riquelme, tesorero de Su Majestad, y por don
Diego de Almagro, a los cuales había visto murmurar contra él. Y así fue que,
partido Hernando Pizarro, luego se trató la muerte de Atahualpa por medio de un
indio intérprete llamado Felipillo”.
Pizarro
le encargaba asimismo a su hermano Hernando que le pidiese al emperador, entre
otras cosas, que le ampliase el territorio de su gobernación. Y veremos que el
infortunado Almagro también le va a pedir algo a Hernando, pero mediante precio
y con desconfianza. Sigamos con Cieza: “El mariscal (Almagro) escribió al emperador suplicándole le hiciese merced de lo
nombrar su gobernador y adelantado de la tierra que estaba más allá de lo que
gobernaba don Francisco Pizarro, y dio poder bastante a Hernando Pizarro para
que lo negociase, prometiéndole más de veinte mil ducados (equiparable a unos 70 kg de oro) por el trabajo. Pidieron licencia
para se ir a España el capitán Saucedo, el capitán Cristóbal de Mena (uno de los cronistas) y otros (entre ellos, el también cronista Juan Ruiz
de Arce)”. Todos se hicieron ricos, pero
solo a estos pocos les bastó y pudieron darse la gran vida en España. Emprendieron,
pues, el largo viaje y, por donde pasaban de camino hacia la costa del
Atlántico, iban haciendo la mejor propaganda de la campaña de Perú porque todo
el mundo quedaba asombrado del caudal de oro y plata que habían conseguido. Cieza
añade un último comentario sobre la lógica desconfianza de Almagro: “Solo
añadiré sobre esto que Almagro, no estando seguro de la amistad de Hernando
Pizarro, rogó en secreto a Cristóbal de Mena que, si viese que no lo hacía bien
(el encargo que le había dado), que
él informase a los señores del Consejo Real de las Indias de la verdad de todo,
para que lo supiesen, y diole poder para ello”.
(Imagen) El culto cronista “Inca Garcilaso de la Vega” nació en el Cuzco
en 1539. Su madre fue la princesa Isabel
Chimpu Ocllu, hermana de Huayna Cápac; su padre, Sebastián Garcilaso de la
Vega, de familia noble de Badajoz y pariente del poeta-soldado Garcilaso, era
un veterano de la conquista de México que pasó a Perú con Pedro de Alvarado,
viéndose envuelto en las guerras civiles, donde salvó la vida apartándose de
los Pizarro para acatar la soberanía del rey. La trayectoria personal del Inca
Garcilaso fue intensa y muy variada. Vivió el drama de sus ilustres parientes
incas y la turbulenta historia militar de su progenitor. Vino a España con 20
años, sin poder lograr una buena posición por sospecharse que su padre,
recientemente fallecido, había ayudado a Gonzalo Pizarro. Se enroló en el
ejército, llegando a ser capitán al servicio de don Juan de Austria. Ya
licenciado, consiguió una buena posición y, después, se hizo clérigo. Todos sus
libros fueron de extraordinaria calidad literaria. Escribió los “Comentarios reales de los incas” (con un
afecto que quizá le quite objetividad) y, entre otras obras, publicó también la
“Historia general del Perú” y un texto sobre la campaña del gran Hernando de
Soto en Florida. Su visión de los acontecimientos de las Indias era tan cristiana
y providencialista como la de Cieza. Murió en 1616, cumpliendo después su hijo
su voluntad de que fuera enterrado en la catedral de Córdoba.
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