viernes, 10 de noviembre de 2017

(Día 535) Llegan a Cajamarca los funcionarios del rey y Almagro, lo que, según Cieza, rompió la armonía de la tropa de Pizarro. También supone que los siete meses de estancia fueron muy perjudiciales para los indios. Pizarro recibe bien a Almagro, pero no así Hernando Pizarro.

    (125) ‘Money, Money, Money…’. La noticia de los chorros de oro que iban cayendo enardecieron hasta a los funcionarios del rey. Cieza, como de costumbre, hace su reflexión moral (¿quién dijo que todos los españoles fueron crueles?): “Habían quedado en Tangarará los oficiales del rey, que son los que cobran sus quintos y guardan todo lo que a su real persona pertenece, los cuales, como supieron de Atahualpa y de cómo había prometido tan gran tesoro por su rescate, subieron a la sierra a juntarse con el gobernador. Que no debieran, porque es público entre los españoles de acá que, todo el tiempo que estuvieron solos los ciento sesenta, hubo gran conformidad y amor entre todos, y cuando llegaron los oficiales y la gente de Almagro, tuvieron sus puntos unos con otros y sus envidias, lo que nunca entre ellos cesó. Almagro deseaba también verse con su compañero y fue camino de Cajamarca, siendo muy bien proveído por los pueblos donde pasaba, porque, con la prisión de Atahualpa, todo estaba seguro. Pizarro y los españoles que estaban con él salieron a recibirlo mostrando grande contento en verse los unos con los otros. Supo Atahualpa que Almagro, el capitán que venía, era igual a Pizarro en el mando y deseaba verle para  ganarle la gracia”.
     Cieza imagina que la larga estancia de los españoles en Cajamarca tuvo que ser un desastre para aquella zona: “Nosotros hacemos estragos en estas tierras andando en conquista o en guerra; en algunas partes veíamos los campos poblados de muchas sementeras, casas y frutales, y en verdad que, en menos tiempo de un mes, parecía que toda la pestilencia del mundo había dado en ello; cuánto más sería donde estuvieron más de siete meses”. También da por hecho que entonces la relación de Almagro y Pizarro era buena: “Dicen algunos que aunque Almagro y Pizarro se hablaron bien, tenían el uno sospecha del otro y algún rencor secreto de enemistad, manada de la ambición que causó verse ya en tan gran tierra y con esperanza de poseer tantos tesoros. Por ventura, sería lo contrario de esto”.
     Pero que había mar de fondo para futuras tormentas, y principalmente por la inquina de los hermanos Pizarro (en especial el prepotente Hernando) contra Almagro, lo deja claro Cieza: “Cuando Hernando Pizarro llegó a Cajamarca, sabía que estaba el mariscal don Diego de Almagro, con quien estuvo indignado por lo que pensó de lo que se dijo de él antes de que saliera para lo de Pachacama (que pensaba conquistar por su cuenta). Dicen que también  le pesó  cuando supo que su hermano y él estaban en tanta conformidad y que los indios creían que Almagro era igual en tan grande autoridad. Pizarro, cuando supo que estaba cerca de Cajamarca, salió con muchos españoles  a le recibir juntamente con Almagro, y cuando llegaron unos juntos de otros, se hablaron; aunque Hernando vio a Almagro y lo conoció y le había hablado, no haciendo caso de él, pasó de largo. Pizarro le dijo que hablase al mariscal, pero no atendió a lo que  el gobernador le decía; de lo que Almagro mostró sentimiento, viendo cuán a la clara se mostraba el aborrecimiento que los Pizarros le tenían”.


     (Imagen) Todo linaje ilustre lo fundaba un gran hombre, y lo heredaban sus descendientes legítimos. El único legítimo de los Pizarro era Hernando, pero siempre acató la autoridad que Francisco Pizarro se ganó en la terrible odisea de Perú, dando con ello inicio a un linaje superior al de su hermano. Sin embargo, Hernando pudo sentirse de una clase especial desde la misma infancia, a lo que hay que añadir el orgullo que acumuló, desde muy joven, en los campos de batalla al servicio del emperador Carlos V, especialmente en la guerra de Navarra que acabó estableciendo el mapa definitivo de lo que hoy es España. La imagen nos muestra el documento por el que el rey lo nombró capitán cuando apenas tenía 19 años. En el texto (octubre de 1521), Carlos V dice que Hernando fue nombrado capitán en el cerco de Pamplona por el Virrey de Navarra durante la guerra contra los franceses, para sustituir al traidor Juan Ricorte, y que ahora le concede a perpetuidad el título, teniendo en cuenta también los grandes méritos de su padre, Gonzalo Pizarro. Como para no estar orgulloso. Si a eso añadimos que de por sí era un hombre soberbio y ambicioso, es fácil entender que no ‘tragase’ a Almagro ni soportase que, por contrato con Francisco Pizarro, tuviese los mayores derechos en los beneficios y honores de la campaña de Perú. La descortesía con que recibió a Almagro cuando se vieron en Cajamarca fue como un presagio de los terribles conflictos que llegaron después.


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