viernes, 3 de noviembre de 2017

(Día 529) Desastroso comportamiento de los tres españoles enviados a por oro y plata al Cuzco. Pizarro aprueba que Almagro ejecutase al difamador Rodrigo Pérez. Van en busca de más tesoro a Pachacama. Aumenta el protagonismo de Juan y Gonzalo Pizarro.

    (119)  A Cieza le da náuseas el infame comportamiento de los enviados a por el tesoro: “Eran estos tres de poco saber; no supieron conservar con prudencia su estado para que la salida fuera tan honrosa como la entrada; teniendo por cosa extraña el recibimiento, se reían conociéndose por no dignos de honras tan altas. Se asombraron de ver la riqueza del solemne templo del sol y de la hermosura de las muchas señoras que en él estaban. Los indios que traían la orden de Atahualpa hicieron saber a los gobernadores de la ciudad y al sumo sacerdote Vilaoma que, por verse libre de la cadena de la prisión, el gran señor Atahualpa había tratado con el capitán de los cristianos darle por rescate de su libertad una casa llena de oro y plata; por tanto les mandaba que diesen lo bastante de aquel metal para cumplir su promesa, sin que se tomase nada del servicio de sus antepasados ni de sus sepulturas, sino solo del templo que tuviese por suyo Huáscar, de quien también vino noticia en ese tiempo de ser muerto. Luego los cristianos se esforzaron en recoger oro. Estaban muchas casas del templo con las paredes forradas con planchas de oro. Comenzaron a desconcharlas, haciendo cargas de ello con muchos cántaros de gran peso de plata y oro. Las mamaconas sagradas servían a los tres cristianos con mucha reverencia y acatamiento; ellos, mirándolo mal y teniéndose por seguros con la prisión de Atahualpa, escogiendo de aquellas mujeres del templo las más hermosas, usaban con ellas como si fuesen mancebas; teniendo en muy poco lo que los indios tuvieron en mucho, las corrompieron sin ninguna vergüenza ni temor de Dios. Los indios orejones, como son tan entendidos, conocieron pronto que los cristianos no eran santos ni hijos de Dios, sino peores que diablos; aborrecieron su lujuria y codicia, llorando que tal gente hubiese señoreado su tierra. Platicaron sobre los matar, pero no osaron hacerlo porque traían mandato de Atahualpa, y dieron prisa a su salida del Cuzco”.
     La ‘soldadesca’, pues, volvió sana y salva a Cajamarca, donde a los españoles se les saldrían los ojos de las cuencas viendo tal cantidad de oro y plata. Llegaron también otras noticias: “Sabíase ya cierto cómo Almagro con su gente venía muy cerca de allí, y de cómo había hecho justicia de su secretario, Rodrigo Pérez, de lo que Pizarro se holgó diciendo: ‘¡Plega a Dios que malos hombres no sean parte para que Almagro y yo nos perdamos!”. Con la tranquilidad de la victoria obtenida, lo que más les motivaba a los españoles era aumentar al máximo y pronto el botín con las inmensas riquezas incas que esperaban conseguir, aunque sabían que gran parte había sido escondida por los indios (jamás fue encontrada). “Había muy gran noticia de mucho oro en el templo de Pachacama, a cuatro leguas más allá de la Ciudad de los Reyes (Lima, todavía no fundada). Determinó don Francisco Pizarro enviar al general Hernando Pizarro para que fuese por él, comunicándolo antes con Atahualpa, el cual fue contento porque lo que viniese serviría para henchir la casa y completar su rescate. Partió Hernando Pizarro, yendo con él sus hermanos Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro, que mucho trabajaron en aquella conquista, con otros españoles que el gobernador mandó”.

    (Imagen)

     Money, money, money… Atahualpa hizo un trato: les llenaría de oro y plata una gran habitación a cambio de su libertad. Y empezó la ‘rapiña’. Los que derrotaron a Atahualpa eran solamente unos 170, se hicieron entonces inmensamente ricos y siguieron después aumentando su botín. Todos los que fueron a las Indias sufrieron penas casi insoportables que, en ocasiones, provocaban motines de trágico final. Sus vidas fueron desmesuradas porque también lo era su pasión. Les impulsaba el objetivo de la gloria, el prestigio, la importancia político-militar y la riqueza, así como el gusto por la aventura. Sin olvidar su deseo de servir a la patria y a la evangelización. Pero muchos se arruinaron  o perdieron la vida. Apostaban muy fuerte en una lotería que premiaba a pocos. Casi siempre, los conquistadores tenían que financiarse su campaña; y el gran negocio lo hacía la Corona, que se quedaba con la quinta parte del botín más la totalidad del territorio conquistado. Cuando se embarcaban en Sevilla, no se daban cuenta de que ir a las Indias era una romántica insensatez. El mundo entero les debe mucho.


No hay comentarios:

Publicar un comentario