(119)
A Cieza le da náuseas el infame
comportamiento de los enviados a por el tesoro: “Eran estos tres de poco saber;
no supieron conservar con prudencia su estado para que la salida fuera tan
honrosa como la entrada; teniendo por cosa extraña el recibimiento, se reían
conociéndose por no dignos de honras tan altas. Se asombraron de ver la riqueza
del solemne templo del sol y de la hermosura de las muchas señoras que en él
estaban. Los indios que traían la orden de Atahualpa hicieron saber a los
gobernadores de la ciudad y al sumo sacerdote Vilaoma que, por verse libre de
la cadena de la prisión, el gran señor Atahualpa había tratado con el capitán
de los cristianos darle por rescate de su libertad una casa llena de oro y
plata; por tanto les mandaba que diesen lo bastante de aquel metal para cumplir
su promesa, sin que se tomase nada del servicio de sus antepasados ni de sus
sepulturas, sino solo del templo que tuviese por suyo Huáscar, de quien también
vino noticia en ese tiempo de ser muerto. Luego los cristianos se esforzaron en
recoger oro. Estaban muchas casas del templo con las paredes forradas con planchas
de oro. Comenzaron a desconcharlas, haciendo cargas de ello con muchos cántaros
de gran peso de plata y oro. Las mamaconas sagradas servían a los tres
cristianos con mucha reverencia y acatamiento; ellos, mirándolo mal y
teniéndose por seguros con la prisión de Atahualpa, escogiendo de aquellas
mujeres del templo las más hermosas, usaban con ellas como si fuesen mancebas;
teniendo en muy poco lo que los indios tuvieron en mucho, las corrompieron sin
ninguna vergüenza ni temor de Dios. Los indios orejones, como son tan
entendidos, conocieron pronto que los cristianos no eran santos ni hijos de
Dios, sino peores que diablos; aborrecieron su lujuria y codicia, llorando que
tal gente hubiese señoreado su tierra. Platicaron sobre los matar, pero no
osaron hacerlo porque traían mandato de Atahualpa, y dieron prisa a su salida
del Cuzco”.
La
‘soldadesca’, pues, volvió sana y salva a Cajamarca, donde a los españoles se
les saldrían los ojos de las cuencas viendo tal cantidad de oro y plata.
Llegaron también otras noticias: “Sabíase ya cierto cómo Almagro con su gente
venía muy cerca de allí, y de cómo había hecho justicia de su secretario,
Rodrigo Pérez, de lo que Pizarro se holgó diciendo: ‘¡Plega a Dios que malos
hombres no sean parte para que Almagro y yo nos perdamos!”. Con la tranquilidad
de la victoria obtenida, lo que más les motivaba a los españoles era aumentar
al máximo y pronto el botín con las inmensas riquezas incas que esperaban
conseguir, aunque sabían que gran parte había sido escondida por los indios
(jamás fue encontrada). “Había muy gran noticia de mucho oro en el templo de
Pachacama, a cuatro leguas más allá de la Ciudad de los Reyes (Lima, todavía no fundada). Determinó don
Francisco Pizarro enviar al general Hernando Pizarro para que fuese por él,
comunicándolo antes con Atahualpa, el cual fue contento porque lo que viniese
serviría para henchir la casa y completar su rescate. Partió Hernando Pizarro,
yendo con él sus hermanos Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro, que mucho trabajaron
en aquella conquista, con otros españoles que el gobernador mandó”.
(Imagen)
Money, money, money… Atahualpa hizo un trato: les llenaría de oro y
plata una gran habitación a cambio de su libertad. Y empezó la ‘rapiña’. Los
que derrotaron a Atahualpa eran solamente unos 170, se hicieron entonces inmensamente
ricos y siguieron después aumentando su botín. Todos los que fueron a las
Indias sufrieron penas casi insoportables que, en ocasiones, provocaban motines
de trágico final. Sus vidas fueron desmesuradas porque también lo era su
pasión. Les impulsaba el objetivo de la gloria, el prestigio, la importancia
político-militar y la riqueza, así como el gusto por la aventura. Sin olvidar
su deseo de servir a la patria y a la evangelización. Pero muchos se
arruinaron o perdieron la vida. Apostaban
muy fuerte en una lotería que premiaba a pocos. Casi siempre, los
conquistadores tenían que financiarse su campaña; y el gran negocio lo hacía la
Corona, que se quedaba con la quinta parte del botín más la totalidad del
territorio conquistado. Cuando se embarcaban en Sevilla, no se daban cuenta de
que ir a las Indias era una romántica insensatez. El mundo entero les debe
mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario