sábado, 25 de noviembre de 2017

(Día 548) Juan Ruiz de Arce considera que fue injusto matar a Atahualpa. Dice que Pizarro alejó temporalmente a Soto porque podría oponerse. Pedro Pizarro dice que, cuando volvió Soto asegurando que no había indios en pie de guerra, Pizarro se arrepintió de la muerte de Atahualpa.

     (138) Cieza continúa mostrándonos el pesar que la muerte de Atahualpa produjo en todo el imperio (aunque sus adversarios se alegraron), pero vamos a revisar fugazmente lo que dicen otros cronistas sobre este dramático acontecimiento.
     El bueno de Juan Ruiz de Arce es muy escueto, pero opina también que la muerte del emperador inca fue injusta, y hace una interpretación del motivo de la salida de Hernando de Soto que tiene sentido, pero que no la he visto en otros cronistas. Empieza explicando el compromiso mutuo entre Atahualpa y los españoles. Ruiz de Arce volvía con sus compañeros de un enfrentamiento con los indios: “Fuimos a darle al Gobernador (que estaba con Atahualpa) la enhorabuena por nuestra victoria. Entramos adonde Atahualpa (totalmente armados) y tuvo muy gran temor, pues pensó que le íbamos a matar. Y estando con aquel miedo, llamó a la lengua y díjole: ‘Dile a los cristianos que no me maten y darles he esta casa en que estamos llena de oro’. Y a aquello que dijo se le respondió que, no solamente le daríamos la vida, sino que, si hiciese lo que decía, le dejaríamos ir a su tierra en paz. El dijo: ‘Pues si eso hacéis, yo daré un palmo más arriba de lo que dije’, porque había dicho que daría la casa llena hasta una raya marcada a un estado del suelo (un metro setenta, aproximadamente).  Y Atahualpa lo cumplió, muy como señor, pero no se hizo con él como era de razón. La causa fue porque unos oficiales del Rey aconsejaron al Gobernador que lo matase, porque luego estaría la tierra en paz. Y para matarle, usó el Gobernador de una cautela con los conquistadores: los envió a descubrir tierra y quedose con aquellos que aconsejaron su muerte. Así, Atahualpa murió”. No deja en buen lugar a Pizarro y, de ser verdad, explicaría por qué no esperó la vuelta de Soto confirmando o negando que hubiera un ejército indio preparado para atacar. Parodiando a Cieza, habrá que decir: “No digo ni que sí ni que no, sino solamente lo que algunos contaron”.
     Y si no, veamos la versión de Pedro Pizarro, que es totalmente absolutoria para su pariente: “Atahualpa había hecho entender a sus mujeres e indios que, si no le quemaban el cuerpo, aunque le matasen había de volver con ellos, que su padre el Sol le resucitaría. Pues sacándole a la plaza, el padre fray Vicente de Valverde le predicó diciéndole que se tornase cristiano, y él dijo que si tornándose cristiano le quemarían, a lo que le respondió que no, y así mostró que quería ser cristiano; fray Vicente le bautizó y le dieron garrote. Al otro día le enterraron en la iglesia que en Cajamarca teníamos los españoles.
     “Esto se hizo antes de que Soto volviese a dar aviso de lo que le habían mandado, y cuando vino trajo la noticia de no haber visto nada ni haber nada, y al Marqués le pesó mucho de haberle muerto a Atahualpa (¿y por qué no esperó a que Soto volviera?), y al Soto mucho más, porque decía que mejor habría sido enviarle a España y que él se habría obligado a ponerle en el mar. Y ciertamente esto fuera lo mejor que con este indio se podía hacer, pues que quedara en esta tierra no convenía; también se creyó que no viviera muchos días (sin su poder), porque él era indio muy regalado y muy señor”.


     (Imagen) Creo que  ningún otro país europeo se habría tomado la ejecución de Atahualpa como un problema de conciencia. Los cronistas sí lo hicieron, y muchos de los que acompañaban a Pizarro también. Se diría que el imperio español, en su papel de riguroso defensor del catolicismo, tenía un sentido de la culpabilidad exacerbado. Porque, ¿qué se podía haber hecho con Atahualpa? Era el ‘último emperador’, como  el chino Pu Yi de la famosa película convertido en títere japonés y luego en simple ciudadano de a pie en la China comunista. Se llegó a pensar en enviar a Atahualpa a la  corte española, donde le habrían tratado con dignidad. Pero, a diferencia del chino, que era ‘semidivino’, a él lo consideraban los indios un emperador ‘divino’, y se supone que habría preferido la muerte. Aun estando preso, tenía un poder absoluto sobre todo su imperio, con sus temibles y enormes ejércitos. En las guerras incas las represalias con los vencidos eran terroríficas, y a la menor oportunidad, Atahualpa habría barrido a los españoles con saña, como lo hizo con su hermano Huáscar y toda su familia. ¿Qué hacer con el último emperador de los incas? Dos años antes, Nicolás Maquiavelo publicó ‘El Príncipe’: ahí está la respuesta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario