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Y entonces llegó el dramático momento en el que se ejecutó a Atahualpa, lo que
suponía, prácticamente (hubo después otras complicadas batallas), la
desaparición del imperio inca. Los descendientes de aquellos indios siguen aún
recordando al gran emperador en anuales escenificaciones salmodiadas con una poética
estrofa, que hace referencia al preciso instante de su muerte: “CHAUPI PUNCHAPI
TUTAYARCA” (‘Anocheció en la mitad del día’).
Cieza
lo cuenta con sincero sentimiento: “Sacaron a Atahualpa de donde estaba a las
siete de la mañana; lleváronlo donde se había de hacer la justicia, yendo con
él fray Vicente, Juan de Porras y algunos otros. Iba diciendo estas palabras:
‘¿Por qué me matan a mí? ¿Qué he hecho yo, mis hijos y mis mujeres? Fray
Vicente le iba amonestando que se volviese cristiano y dejase su secta (condición indispensable para que no lo
quemaran vivo). Pidió el bautismo y el fraile se lo dio. Luego lo ahogaron
(mediante ‘garrote’), y para cumplir
la sentencia (de ser quemado), le
quemaron con unas pajas algunos de los cabellos. Dicen algunos indios que
Atahualpa dijo antes de que le matasen que le aguardasen en Quito, que allá le
volverían a ver hecho culebra; deben de ser dichos de ellos (Cieza saca esta conclusión porque Atahualpa,
cuando escapó de la prisión de Huáscar, hizo correr el rumor de que lo había
conseguido convirtiéndose en culebra).
“Fue
tan grande el sentimiento que las mujeres y sirvientas hacían, que parecían
rasgar las nubes con sus alaridos. Querrían muchas matarse y enterrarse con él
en la sepultura, mas no se les permitió. Como las mujeres vieron que no se
podían enterrar con su señor, se apartaban y se ahorcaban con sus mismos
cabellos y con cordeles. Fue avisado Pizarro y, si en ello no pusiera remedio,
se ahorcarían y matarían la mayoría de ellas. Enterró este clérigo dicho a
Atahualpa, dándole eclesiástica sepultura, con la pompa que se pudo, llevando
algunos sombrero en señal de luto. Quiera Dios que, si con corazón pidió el
bautismo, le tenga en su gloria, que será otro deleite y riqueza mejores que
mandar en el Perú; y a los que le mataron tan malamente, los perdone, que todos
están allá”.
El
final que da Cieza a sus palabras no puede ser más duro contra los responsables
de la muerte del emperador inca. Lo curioso es que se apiada de Atahualpa, pero también considera
que murió porque había matado. Para él, está claro que todos fueron castigados
por Dios. “Y podríase, por Atahualpa, decir el refrán de ‘Matarás y matarte han, y matarán a los que
te mataren’. Y así, los que fueron tenidos por culpables en su muerte, murieron
con muertes desastrosas: a Pizarro mataron a puñaladas; a Almagro, le dieron
garrote; a fray Vicente, lo mataron los indios en la isla Puná; Riquelme murió
súbitamente; a Pero Sancho, que fue el escribano, le dieron en Chile muerte
cruel de garrote y cordel (a quien lo
ejecutó Pedro de Valdivia, que podía entrar en esta lista de muertos que habían
matado; Cieza nos ahorra este ejemplo de ‘justicia divina’)”.
(Imagen) Diferencias y similitudes. Muerto Moctezuma, Cortés estuvo
contra las cuerdas y descalabrado hasta que con valentía y una genial estrategia
apresó a Cuauhtémoc. Pizarro ya había superado el mayor obstáculo al morir
Atahualpa, pero tuvo que acabar también con la amenaza de su ejército. Los dos
grandes capitanes vivieron un conflicto entre españoles. Cortés, con astucia y
osadía, derrotó al fuerte contingente de Pánfilo de Narváez, mandado por el Gobernador
para castigar su rebeldía: el triunfo le salvó de la decapitación. En Perú las
cosas fueron mucho más graves: el enfrentamiento entre Almagro y Pizarro acabó
con la vida de los dos.
Cuando Atahualpa fue ejecutado, un triste 26
de julio de 1533, los indios y los españoles quedaron conmocionados por la
dimensión de aquella tragedia histórica. Da dolor de corazón contemplar la
caída del imperio inca, pero el curso de la Historia es imparable, con lo bueno
y con lo malo. También los romanos nos dominaron, pero nos entregaron su
cultura. Somos el resultado de innumerables mestizajes. “Para que mi ser pese
sobre el suelo / fue necesario un largo tiempo / cuerpos y más cuerpos /
fundiéndose incesantes / en otro nuevo cuerpo”, como, más o menos, dijo el gran
poeta Ángel González.
“CHAUPI PUNCHAPI TUTAYARCA”
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