viernes, 24 de noviembre de 2017

(Día 547) Cieza narra la ejecución de Atahualpa, del que se apiada, y el dolor de su pueblo, que provocó suicidios. Considera de justicia divina que Atahualpa y varios de los responsables de su ejecución tuvieran muertes violentas.

     (137) Y entonces llegó el dramático momento en el que se ejecutó a Atahualpa, lo que suponía, prácticamente (hubo después otras complicadas batallas), la desaparición del imperio inca. Los descendientes de aquellos indios siguen aún recordando al gran emperador en anuales escenificaciones salmodiadas con una poética estrofa, que hace referencia al preciso instante de su muerte: “CHAUPI PUNCHAPI TUTAYARCA” (‘Anocheció en la mitad del día’).
     Cieza lo cuenta con sincero sentimiento: “Sacaron a Atahualpa de donde estaba a las siete de la mañana; lleváronlo donde se había de hacer la justicia, yendo con él fray Vicente, Juan de Porras y algunos otros. Iba diciendo estas palabras: ‘¿Por qué me matan a mí? ¿Qué he hecho yo, mis hijos y mis mujeres? Fray Vicente le iba amonestando que se volviese cristiano y dejase su secta (condición indispensable para que no lo quemaran vivo). Pidió el bautismo y el fraile se lo dio. Luego lo ahogaron (mediante ‘garrote’), y para cumplir la sentencia (de ser quemado), le quemaron con unas pajas algunos de los cabellos. Dicen algunos indios que Atahualpa dijo antes de que le matasen que le aguardasen en Quito, que allá le volverían a ver hecho culebra; deben de ser dichos de ellos (Cieza saca esta conclusión porque Atahualpa, cuando escapó de la prisión de Huáscar, hizo correr el rumor de que lo había conseguido convirtiéndose en culebra).
     “Fue tan grande el sentimiento que las mujeres y sirvientas hacían, que parecían rasgar las nubes con sus alaridos. Querrían muchas matarse y enterrarse con él en la sepultura, mas no se les permitió. Como las mujeres vieron que no se podían enterrar con su señor, se apartaban y se ahorcaban con sus mismos cabellos y con cordeles. Fue avisado Pizarro y, si en ello no pusiera remedio, se ahorcarían y matarían la mayoría de ellas. Enterró este clérigo dicho a Atahualpa, dándole eclesiástica sepultura, con la pompa que se pudo, llevando algunos sombrero en señal de luto. Quiera Dios que, si con corazón pidió el bautismo, le tenga en su gloria, que será otro deleite y riqueza mejores que mandar en el Perú; y a los que le mataron tan malamente, los perdone, que todos están allá”.
    El final que da Cieza a sus palabras no puede ser más duro contra los responsables de la muerte del emperador inca. Lo curioso es que se  apiada de Atahualpa, pero también considera que murió porque había matado. Para él, está claro que todos fueron castigados por Dios. “Y podríase, por Atahualpa, decir el refrán  de ‘Matarás y matarte han, y matarán a los que te mataren’. Y así, los que fueron tenidos por culpables en su muerte, murieron con muertes desastrosas: a Pizarro mataron a puñaladas; a Almagro, le dieron garrote; a fray Vicente, lo mataron los indios en la isla Puná; Riquelme murió súbitamente; a Pero Sancho, que fue el escribano, le dieron en Chile muerte cruel de garrote y cordel (a quien lo ejecutó Pedro de Valdivia, que podía entrar en esta lista de muertos que habían matado; Cieza nos ahorra este ejemplo de ‘justicia divina’)”.

     (Imagen) Diferencias y similitudes. Muerto Moctezuma, Cortés estuvo contra las cuerdas y descalabrado hasta que con valentía y una genial estrategia apresó a Cuauhtémoc. Pizarro ya había superado el mayor obstáculo al morir Atahualpa, pero tuvo que acabar también con la amenaza de su ejército. Los dos grandes capitanes vivieron un conflicto entre españoles. Cortés, con astucia y osadía, derrotó al fuerte contingente de Pánfilo de Narváez, mandado por el Gobernador para castigar su rebeldía: el triunfo le salvó de la decapitación. En Perú las cosas fueron mucho más graves: el enfrentamiento entre Almagro y Pizarro acabó con la vida de los dos.
     Cuando Atahualpa fue ejecutado, un triste 26 de julio de 1533, los indios y los españoles quedaron conmocionados por la dimensión de aquella tragedia histórica. Da dolor de corazón contemplar la caída del imperio inca, pero el curso de la Historia es imparable, con lo bueno y con lo malo. También los romanos nos dominaron, pero nos entregaron su cultura. Somos el resultado de innumerables mestizajes. “Para que mi ser pese sobre el suelo / fue necesario un largo tiempo / cuerpos y más cuerpos / fundiéndose incesantes / en otro nuevo cuerpo”, como, más o menos, dijo el gran poeta Ángel González.

“CHAUPI PUNCHAPI TUTAYARCA”


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